Otra sorpresa es Trinidad Jiménez para tomar el mando del nuevo y reconvertido ministerio de Sanidad y Políticas Sociales, sustituyendo en el cargo a Bernat Soria y Mercedes Cabrera en esas competencias. Trinidad es algo así como una Rosa Díez, una mujer que se da de modernísima vistiendo y hablando sin darse cuenta que se le ha pasado el arroz (el menos políticamente hablando) hace tiempo. Fracasó como portavoz del PSOE en el Ayuntamiento de Madrid, un lugar en el que nunca llegó a creer como destino, y poco lucida en su secretaría de estado para relaciones internacionales, puesto florero de recompensa de Zapatero por haber aguantado como concejala en el ayuntamiento del pseudoprogre Gallardón, familiar de Trinidad. Ya puestos, podrían haberle colocado también el Ministerio de la Desigualdad, ni se notaría su desaparición como cartera.
El paso de Chaves a vicepresidente tercero del gobierno para unas poco comprensibles tareas de ordenación territorial (¿no hay ya un ministerio dedicado al tema?) no es más que salvarle el pellejo a este cacique anadluz (que colocó a ¿9? hermanos en altos cargos de la administración andaluza) y dar el control a los felipistas sobre el gobierno de Zapatero. El presidente del PSOE estará para controlar el cotarro, pues su cargo de por sí es tan inútil como superfluo.
Lo que pone la guindilla sobre el pastel es, sin duda, el nombramiento de Pepiño Blanco para hacerse cargo de Fomento. Es como poner a un falsificador de billetes de director de la fábrica de moneda y timbre, especialmente si pensamos en Villa PSOE y lo que ello supone para la protección de costas. Blanco no tiene ninguna experiencia laboral al margen de su trabajo en el PSOE. El bolchevique vocacional dedicado a poner constantemente el ventilador de fango siempre ha destacado por su excelente nivel lingÁ¼ístico y su tolerancia respecto de otras opciones políticas. Su nuevo destino va a dar de hablar en todo el reino.
Elena Salgado es otra que no ha parado de dar la nota con leyes polémicas cuando estuvo al frente del Ministerio de Sanidad: La principal, sin duda, la Ley de Prevención del Tabaquismo, que sacó los humos de las empresas y de algunos bares y, pese a ganarse la enemistad de muchos empresarios de la hostelería, logró que el consumo de tabaco se situara en 2006 en el nivel más bajo de los últimos veinte años. La norma la enfrentó de manera directa con algunas CC AA del PP, fundamentalmente con Madrid, que decidieron aprobar decretos que suavizaran las restricciones. Reformó la Ley de Reproducción Humana Asistida Asistida que, por primera vez, regulaba el diagnóstico preimplantacional -el que se hace sobre el embrión antes de ser implantado- para curar a hermanos enfermos, lo que se bautizó como «bebés medicamento». La Ley motivó el rechazo enérgico de la Conferencia Episcopal, que llegó a asegurar que la norma concedía al embrión humano «una tutela legal menor de la que se les otorga a los embriones de ciertas especies animales protegidas». La Ley de Investigación Biomédica, que autorizó por primera vez en España la clonación terapéutica y reguló los bancos de sangre de cordón umbilical. En este último punto se enfrentó de nuevo con la Comunidad de Madrid, que apoyaba la existencia de bancos privados, mientras que la norma estatal obliga al uso público del material almacenado, sea cual sea la titularidad del banco. Más difícil lo tuvo con la Ley de Prevención del Alcohol por Menores, que el Gobierno decidió paralizar después de una auténtica guerra mediática en la que fue imposible conjugar los intereses económicos del sector y la protección de la salud, y que la oposición, fundamentalmente el PP, utilizó de acicate político.
En resumen, este gobierno destaca por su no renovación, un compromiso que Zapatero incumplió nada más llegar al gobierno, pues no se ve gente nueva, sólo personajes ya quemados del último gobierno de Felipe González que tuvieron participación destacada en el hundimiento de España a principios de los noventa. Que el PSOE no sea capaz de presentar caras nuevas con ideas nuevas es más que llamativo y una muestra de pobreza técnica e intelectual de un partido agotado desde hace dos décadas, incapaz de ofrecer soluciones a los problemas actuales. Y lo peor: El PP no ofrece tampoco ninguna solución, sólo alcaldes y empresarios corruptos. Necesitaremos una revolución ciudadana, un cambio profundo de regeneración y depuración.