…que esto es un atraco, pero un atraco de los de verdad, de los que no buscan esquivar la legislación vigente, sino que directamente la cambian a su antojo aprovechando su posición de poder y de privilegio, atentando contra los intereses privados, legítimos en todo caso, de una empresa que invirtió su dinero con el objetivo de obtener un beneficio.
No dudo de que el contar con empresas nacionales fuertes sea un elemento importante a la hora de afrontar las dificultades competitivas de la coyuntura económica actual, pero más importante que ello es la capacidad de respectar los acuerdos alcanzados y mantener una posición rigurosa y responsable ante los acontecimientos y ante las eventuales coyunturas.
La Presidenta argentina, en una decisión puramente populista, ha tirado por la calle de en medio y ha colocado a su país en una posición realmente insostenible en el medio-largo plazo, ya que las empresas extranjeras se lo pensarán mucho antes de colocar su dinero en suelo argentino, temerosos de que este tipo de sucesos se pueda volver a producir. Un tipo de suceso que parece estar marcado a hierro en la idiosincrasia del pueblo argentino, o mejor dicho de su estamento político, porque se ha convertido, a base de repetirse, en un modo de hacer política altamente criticable.
Fueron errores del pasado que parecían superados por un país que intentaba retomar el camino recto, dando la imagen real de país serio y cumplidor, la cuál se ha venido abajo en un instante por culpa de una decisión arbitraria y sin fundamento jurídico, más allá del de arañar unos votos en el futuro más inmediato y apropiarse de un yacimiento que promete ofrecer pingÁ¼es beneficios.
Una decisión, en definitiva, que retrata al personaje y de la que los argentinos se arrepentirán en el futuro, porque cualquier decisión política que no se toma desde el rigor más exhaustivo acaba por convertirse en un boomerang que devuelve las peores consecuencias imaginadas e imaginables.