Ahora se habla cada vez más en Occidente de economías sostenibles, crecimiento cero , decrecimiento,recesión…Palabras que suenan a estancamiento, mesura,retroceso, limitación. ¿ Era esta la etapa final del prometido Progreso que sirvió para que casi todo el mundo se lanzara a la vorágine del consumismo y las hipotecas? ¿Nos engañaron una vez más? ( Y van…)
Desde que comenzó el atraco de los bancos a la economía occidental y el asedio a sus gobiernos hemos entrado en una dinámica de huída hacia adelante, pero sin tener ni idea de qué «delante» estamos hablando… En esta huída desesperada en busca de un equilibrio que se parezca al que existía anteriormente, los gobiernos del mundo no cesan, sin embargo, de añadir más leña al fuego o sea, dar más dinero a los mismos que nos llevaron a la ruina. Y ruina no solo es la extensión de la pobreza en todo el mundo occidental, sino el fin de ese llamado Progreso del que orgullosamente presumían en las tribunas públicas y en las pantallas del cuarto de estar los mismos que hoy acaban con él. Y para que el sarcasmo sea mayor, aún nos hablan de crecimiento, de que estamos saliendo de la crisis, o de que saldremos de ella…de la mano de quienes la provocan (nada menos que de sus manos).
Entre tanto, ya nos estamos despidiendo de la Democracia a estudiadas dosis.
Ahora nos la dan envuelta en sus viejos trajes, pero no cesan de salirles rotos que nadie se preocupa de remendar, así que cada día que pasa se encuentra más ajada y desnuda.
Moloc, el dios de la materia y de los ricos ha triunfado, mas su triunfo es el canto del cisne de nuestra civilización. Pero mientras agoniza, su imperio amenaza con triturarnos en todas partes.
Y le siguen llamando Progreso….
Cuando las empresas transnacionales formen un partido único (y no nos quepa duda que es su objetivo final), les sugiero ya un hermoso nombre a su altura: «Asociación para el Progreso de los Pueblos». Pero aún careciendo de ese nombre cínico pero apropiado, «su» progreso ya está en marcha. Vaya si lo está. Obligada referencia sobre paro obrero, países llevados a la miseria, familias enteras obligadas a desplazarse por las guerras y la pobreza, hambre en dos tercios de la humanidad, cincuenta países con guerras, desastres ecológicos que nos han llevado al cambio climático, incendios, contaminación plural de las aguas, la tierra y la atmósfera, y en fin ese rosario de desastres conocidos por todos. El progreso está en marcha (¡sálvese quien pueda!). Todo eso y sus secuelas… ¿Cómo olvidarnos de todo eso? Pero hay gente que sí olvida, Moloch: los que te sirven, los que ya te pertenecen, los tuyos: tus banqueros, tus políticos, tus caciques de usar y tirar, tus intelectuales, tus poetas, y hasta la gente del pueblo que habéis convertido entro todos a vuestra religión y adora al becerro con el fervor de los recién llegados. Todos hacen voto de no llevar la contraria al progreso y hasta voto de abstinencia y ayuno mental y espiritual. Descafeinados por completo. Ni se excitan ni excitan, como una panda de eunucos. Filósofos que «han firmado la paz con la sociedad»,sociólogos que la estudian para ver dónde hacerla rentable; poetas que la omiten para no comprometerse y poder vender versos ;economistas que no duermen para ver el modo de subirnos impuestos o maximizar beneficios; políticos que ofician en los Parlamentos funerales diarios por la democracia moribunda, psicólogos que se esfuerzan en adaptar nuestras conductas al ritmo vertiginoso de este tobogán hacia el abismo…Ah, Moloch. Puedes estar contento con tus servidores: son como corresponde a tu calaña.
Soy consciente de no estar haciendo un canto al progreso. Pero lo podría hacer. Lo podría hacer si consiguiera olvidar cada día todas sus andanzas y secuelas. Lo podría hacer si el valor del tiempo estuviera relacionado con las necesidades del SER y no del TENER. Lo podría hacer si viera que los seres humanos, mis hermanos, crecen en todos los sentidos (material, intelectual y espiritualmente). Una mirada a nuestro alrededor nos basta para saber que eso no está ocurriendo ni lleva camino de ocurrir mientras el Progreso sea esta baratija que nos quieren pasar por oro de ley los adoradores del Becerro. Un fiasco, sí, pero este fiasco tiene ritmo, late. Late al compás de la bolsa de Nueva York y de las otras; late al ritmo de la Gran Máquina Mundial que fabrica el oro por un lado y la miseria por el otro. Y es una máquina que no duerme, como la cuchilla del cuento de Allan Poe, que puede corta tu cabeza- con todos sus sueños incluidos- al menor descuido por tu parte, porque esta máquina tiene una cadencia exacta y calculada bajo la máxima «el tiempo es oro».
De nuestro tiempo vive la Máquina y de nuestro tiempo viven quienes la sirven, ¿hasta cuándo? Aventuro que no tardará mucho la humanidad en desenmascarar a los que se juegan sus bienes en los tapetes de las ruletas financieras y tal vez -hartos los pueblos de perder siempre gane quien gane- les retire el crédito a todos y mande cerrar los chiringuitos.