Una diputada española ha osado afirmar, en medio de una recesión y paro que no cesan, que “todos somos responsables de la crisis en parte porque hemos vivido por encima de nuestras posibilidades”. Mentirosa o muy indocumentada, lo malo no es que lo dijera esa presunta representante ciudadana; lo perverso es que tal mensaje dejan caer de una o otra forma muchos medios al ¿informar? sobre crisis, déficit público o recortes presupuestarios sociales. Con la peores intenciones, claro.
De igual modo, al reseñar reformas laborales e implacables ataques contra las pensiones, sanidad y educación públicos, los presentan como inevitables para recuperar la actividad económica y crear empleo; mientras anuncian sin el menor rubor la bondad de rescatar la banca con enormes cantidades de dinero público, a pesar de que, aún con tantas inyecciones de liquidez, el crédito no fluye ni a tiros y empresas y consumidores languidecen hasta hundirse.
No cabe la menor duda de que en el desastre que sufre la ciudadanía europea, sometida a la dictadura del poder financiero, los medios de comunicación tienen una gran responsabilidad. No es que el antaño llamado cuarto poder (la acción vigilante de la prensa en defensa de la democracia) haya desaparecido, sino que la mayoría de medios presuntamente informativos están enfangados en esa inmensa estafa que es la crisis. En derecho penal los calificarían como “cómplices necesarios”.
Ignacio Ramonet escribe que, paradójicamente, vivimos un estado de inseguridad informativa permanente porque, aunque prolifera la información, no es fiable. Triunfan la especulación y el espectáculo: la puesta en escena es más importante que verificar los hechos y contrastarlos. Como dice Pascual Serrano, especialista en análisis de medios, tal vez prensa, radio y televisión “no mienten sistemáticamente, pero el panorama actual de desinformación, retorcimiento de la realidad y ocultación de la misma hace que vivamos una gran mentira”. Por supuesto en beneficio de intereses financieros, empresariales e ideológicos muy concretos.
Muchos medios distraen la atención ciudadana de los problemas que les afectan con un alud de información insignificante. Las páginas de los medios impresos y, sobre todo, espacios radiofónicos y televisivos están repletos de ocultaciones más distorsión de hechos y de situaciones, más mucha pulsión emocional, pero muy poca reflexión. Demasiados medios ocultan, manipulan, tergiversan o distorsionan la realidad de lo que ocurre a mayor gloria y beneficio de la minoría que somete al mundo. Y en Europa, muchos medios insisten hasta el empacho en que lo prioritario es rebajar el déficit de los estados, cuando los hechos, los datos y los estudiosos más sabios de la economía (que no están a sueldo de la banca o similar) muestran y argumentan que lo imprescindible es regular los mercados, frenar la especulación financiera, subir los impuestos a los ricos, luchar más y mejor contra el fraude fiscal de los poderosos y acabar con los paraísos fiscales. Pero sobre tales cuestiones, la mayoría de medios pasan de puntillas.
Sin entrar en el ataque inmisericorde de los grandes medios al ¿informar? sobre países que no siguen la senda del dogma neoliberal, cual pueden ser Ecuador, Venezuela, Bolivia, Argentina e incluso Brasil. Países a los que esos medios acusan de tremendas consecuencias para la democracia por las medidas de sus gobiernos, medidas que siempre tiene que ver con sus intereses como grandes grupos empresariales de comunicación. Como señala Aparicio Tóvar “sorprende que tan altruista preocupación por los valores democráticos nunca lleva siquiera a preguntarse por la suerte de los trabajadores, de las personas comunes y corrientes, de esos países cuya vida es tan difícil”. Algo huele a podrido en el reino de la información.
Por cierto, sobre el embuste de que la gente ha vivido por encima de sus posibilidades, es justo lo contrario. Mucha, muchísima gente, lleva años viviendo por debajo de como tiene derecho a vivir, soportando que vulneren sus derechos. La gracia de tales infundios de vivir por encima de bla, bla, bla… es que la minoría que domina el mundo (con la impagable ayuda de muchos medios) mata dos pájaros de un tiro: como todos somos responsables, los culpables de verdad se escapan de rositas. Y, como todos somos culpables, ahora los de abajo hemos de pagar con recortes y pérdida de derechos. Sin rechistar.
Pero es completamente al revés. Pero eso no ocupa los titulares de los medios. Se echa en falta honestidad, veracidad y pluralidad al informar. Y, sobre todo, compromiso con la democracia de verdad y la justicia.
Xavier Caño Tamayo
Periodista y escritor