El mundo se nos presenta dividido en parcelas llamadas Estados, con sus fronteras que evitan o controlan la llegada de “intrusos” y que en ciertas circunstancias hasta impiden salir a sus propios habitantes. Esto se nos enseña en las escuelas. Lo que sigue, en cambio, se nos oculta.
Cada uno de esos Estados está gobernado por gentes que no se representan a sí mismas, sino a los intereses de otras más poderosas que permanecen en la sombra o que se cuidan muy bien de no aparecer como dirigentes o inductores de las decisiones de los que gobiernan. Porque es el caso que quienes gobiernan cara a la galería no son a menudo quienes toman las decisiones, sino hombres de paja de quienes gobiernan realmente y dictan lo que los gobiernos aplican. Y ¿quiénes gobiernan realmente? A primera vista, los poseedores de las grandes fortunas (ese 1 % de la población del Planeta) forman la primera línea de toma de decisiones que se transmiten a banqueros, inversores, partidos políticos, gobernantes, directores de agencias de noticias y otros grupos influyentes, conectados entre sí a diferentes niveles, que vienen a ser las amas de llave de aquellos sus señores: sus serviles lacayos, directos o indirectos.
A primera vista esto es lo que parece, pero si poseemos una visión metapolítica que supere el mundo de la política aparente, nos damos de lleno con otros amos. Estos, desde luego, no están en la primera línea, ni visibles físicamente en ninguna parte, porque pertenecen al mundo de las sombras. Son los que inducen a quienes ocupan altos puestos en el gobierno del mundo y en cada uno de sus campos de control e influencia sobre las gentes para+ que lleven a cabo la triple misión de la oscuridad: separar, atar y dominar a todos los humanos.
Separar, atar y dominar: el viejo propósito satánico.
Separarnos por Estados, por partidos, por religiones, por ideas, por clases sociales, por odios raciales, y otras cosas. Aquello del divide y vencerás. Divididos, se necesitan líderes que encabecen la división. Así se ata a las gentes a quienes les dirigen, pero quienes en realidad se benefician del separar, atar y dominar son aquellos de quienes nunca se sospecha que puedan existir, y en ello ponen mucho interés: son las jerarquías demoníacas.
En las enseñanzas del cristianismo originario se nos hace saber que existe un verdadero Estado de los demonios de alcance mundial, donde algunos de sus servidores gozan de poder y prestigio al más alto nivel en la política, la tecnología, la economía, etc. seduciendo a otros que les admiran, les votan en las urnas y hasta les imitan, convirtiéndose así tanto en dominados como en víctimas. Unos y otros suministran su energía de diferentes maneras a ese Estado de la Oscuridad no reconocido.
No se sorprendan. Está claro que en este mundo no prevalece el bien, ni la verdad, ni la bondad, ni la paz, ni la justicia, ni la hermandad, ni la libertad. Es decir: no prevalece lo divino, sino lo satánico. Y lo satánico se complace en destruir. Digamos las cosas por su nombre. Por ello busca crear odio, división, guerras, conflictos étnicos y otras formas de expresión de energías negativas, porque del mismo modo que una persona alimenta su cuerpo de cosas materiales, los inductores de las sombras se alimentan de energías negativas, y por eso inducen a unos para que seduzcan a otros a ir contra los principios divinos creando así la energía negativa que les alimenta. Y a fe que suelen conseguirlo. Las gentes se miran con desconfianza, se mienten, se ocultan sus verdaderas emociones, viven en conflictos interpersonales en la familia, entre los amigos, en el trabajo o en el mundo religioso. Las gentes viven atrapadas por su ego, que resulta ser la “base militar” de las fuerzas de la oscuridad en cada uno, con lo que al final se acaban por construir efectivamente bases militares y armar guerras. Unas y otras proliferan por doquier.
Es fácil concluir que mientras las fuerzas contrarias a la vida y la paz no sean desalojadas de nuestra alma y sustituidas por el amor, la justicia, la libertad, la verdad o la armonía expresadas en las enseñanzas de Jesús de Nazaret y en los 10 Mandamientos- tan interesadamente desacreditados por sus supuestos seguidores- no habrá paz en este mundo, porque el enemigo está dentro, por más que quienes tienen el poder en los gobiernos nos cuenten que está fuera, en otro país, en un partido, en una clase de ideas, en otra religión, y hasta en una persona que será considerada como “enemigo público”. Pero el enemigo público ya sabemos quién es y dónde se encuentra.