La Roma planteó un partido a la italiana, no defensivo, error habitual de los cronistas, sino táctico, haciendo hincapié en los aspectos claves del ataque madridista, a saber, Modric, las apariciones de Marcelo y el juego entre líneas de Benzemá, con lo que consiguió llevar el partido a una calma chicha aparentemente cómoda pero repleta de espinas, en realidad.
Así el partido fue transcurriendo plácidamente con el toque del Madrid, que no el control del juego, con alguna exquisitez técnica, más de una galopada de Salah a la espalda de Marcelo y pocas, aunque interesantes, ocasiones de gol que llevarnos a la boca, al menos hasta la galopada de Ronaldo que pareció equivocar la resolución, pobres ignorantes que somos, para culminar con el primer gol del partido.
Un gol que modificó sustancialmente todo lo que habíamos visto en esos primeros 60 minutos de partido. La Roma se aceleró, perdió el orden y planteó un juego kamikaze de ataque-contraataque que sólo podía terminar de una manera posible, con el segundo gol del Madrid, que llegó casi al final, en el minuto 84, con una larga conducción de Jesé, que había sustituido a James, y un tiro cruzado, de manual, al menos teórico.
Pero dejemos el resultado y volvamos a la esencia del partido, al duelo táctico que planteó Spalleti desde la certeza de su inferioridad. Ello nos mostró a un Madrid con una alta posesión del balón y nos dio las claves de este equipo. En primer lugar, es evidente que Ronaldo ha vuelto, su conexión con Zidane es total y ello le llevó a jugar un excelente partido, mostrándose en la creación y siendo incisivo en la finalización, todas las virtudes que le han hecho quien es (otra cosa será plantearnos si el hecho de que no lo hiciera antes tiene que ver con cuestiones físicas o de profesionalidad), sin duda, uno de los mejores futbolistas de la historia.
Por otro lado pudimos comprobar que Marcelo hubiera sido pieza fundamental en el 15-M de no haber mediado su tremendo talento futbolístico, habida cuenta de su capacidad de agitación social, en este caso, del ataque madridista. Cada aparición suya es una bendición caída del cielo para el aficionado que sabe que siempre pasará algo, casi siempre positivo, en ocasiones, para echarse a temblar.
Y en cuanto a la zona de creación, Modric estuvo muy marcado, por lo que no pudo brillar, y Kroos se sintió más a gusto cuando en el partido reinaba lo táctico, mostrando su jerarquía, aunque luego se diluyó algo cuando tocaron arrebato. Atrás, excelentes ambos, Ramos y Varane, concentrados, solidarios, bien al corte, intensos, un auténtico lujo contar con una pareja de este nivel para muchos años.
Del resto, Benzemá estuvo gris, con algún detalle interesante, faltaría más, Isco y James se repartieron una parte cada uno, la primera para el malagueño, la segunda para el colombiano, y los cambios ofrecieron alternativas, que es lo que se pide de ellos, tanto Kovacevic como Jesé aportaron lo que su entrenador les pidió, toque el serbio y profundidad el canario, mientras que Casemiro, sin tiempo apenas, al menos nos dejó la anécdota, de importancia bíblica, de ver una sustitución de Ronaldo.
En definitiva, un buen Madrid dejó casi sentenciada la eliminatoria aunque todavía debe de mejorar su capacidad para controlar el partido con mayor claridad, al menos ante rivales de menor enjundia como mostró que es la Roma, a pesar de contar con un puñado de excelentes futbolistas.