René tiene 15 años. Vive en Perú y tiene suerte. Su padre le abandonó cuando era pequeño y su madre trabaja todo el día para alimentar a su familia. Cada día, René, tiene tres horas de camino hasta su colegio. Pero René puede estudiar. En el mundo más de 100 millones de niños y niñas no pueden ir a la escuela.
El sueño de René es ser maestro para poder enseñar a otros niños. Por eso se levanta muy temprano cada mañana y va al colegio sin rechistar. Natalia quiere ser matrona, David quiere formarse en técnicas agrícolas para ayudar a su familia, Akash quiere ser policía y Pankag, bailarín. Son sueños que dibujan un futuro de esperanza gracias a que pueden asistir a clases y recibir educación. Otros niños y niñas no tienen esa posibilidad. Algunos trabajan por una miseria, son explotados; otros cuidan de sus hermanos pequeños y otros tantos ni siquiera tienen un colegio cerca al que acudir.
La educación es un derecho básico de la personas, como señala el Artículo 26 de la Declaración de los Derechos Humanos. Y es fundamental porque es la vía de romper con el círculo vicioso de la pobreza. Un niño o niña que tiene la posibilidad de ir a la escuela estará mejor formado y encontrará un trabajo mejor, se casará más tarde y será más responsable con su sexualidad. Una vez llegue el momento de tener familia, no dudará en mandar a sus hijos al colegio, tendrá unos mejores hábitos de higiene y de alimentación y tendrá menor número de hijos. En el trabajo no será explotado y exigirá que sus derechos no sean pisoteados. Como ciudadano, ese niño o niña que fue a la escuela tendrá una formación crítica, ideas propias y conocerás sus derechos y obligaciones. Ese niño o niña que fue a la escuela tendrá más herramientas para tener una vida mejor, salir de la pobreza y desarrollarse como persona. Y no sólo él o ella serán los beneficiados, también la comunidad a la que pertenece y el país en el que reside.
El 97% de los niños que no tienen acceso a la educación viven en países empobrecidos del Sur. Y otros 150 millones de niños dejan la escuela antes de haber aprendido leer y escribir y, aún, hay más de 870 millones de personas analfabetas en el mundo cuando el próximo 7 de septiembre celebremos el Día Internacional de la Alfabetización.
Faltan menos de cuatro años para que llegue 2015 y el objetivo de educación primaria gratuita y universal recogido en los Objetivos de Desarrollo del Milenio queda lejos todavía. A este ritmo, el África subsahariana no conseguirá escolarizar a todos los niños hasta el siglo que viene, el XXII. Es cierto que se han dado pasos. En los últimos 50 años, admiten desde Naciones Unidas, los países del Sur han conseguido avances en educación que los países del Norte tardaron más de 200 años en conseguir. Pero la realidad es que no ha sido suficiente. Más de 35 millones de niños han conseguido acceder a la escuela en los últimos cinco años gracias a los esfuerzos de la comunidad internacional y los gobiernos. Pero la tolerancia ha de ser cero. Y hasta entonces, los ciudadanos debemos exigir más gasto en educación. Con una cifra equivalente al gasto militar mundial diario, 8.000 de dólares, invertidos al año en educación todos los niños del mundo podrían asistir a la escuela.
Septiembre, mes de la vuelta al colegio para los niños del Norte, la compra de libros, uniformes… estrenar mochilas, lápices… debería ser también motivo de celebración en el resto del mundo. Porque la pobreza se combate con educación.
por Ana Muñoz Álvarez
Periodista