Hablar, escuchar, pensar, responder. Todo ello compone una buena tertulia o conversación. Se transmiten muchas cosas en una conversación. A veces sólo nos reunimos para pasar un buen momento hablando, charlando; otras veces resulta necesaria esta comunicación para conocernos mejor y comprendernos y ¿por qué no? entendernos, algo que hoy en día escasea mucho, y cada día más.
Para ser un buen conversador hay que ser una persona que sepa escuchar y entender, y no ser radical. Digo lo mismo de antes: ser radical, cada vez está más extendido… Hoy en día no somos prácticos, nos defendemos y pasamos a la batalla verbal, y a lo más feo que tiene el ser humano: las descalificaciones. A las mentiras y las burlas, al daño con la palabra, a buscar allí donde más pueda doler… Cuando no hay argumentos, en vez de responder con un simple: «tienes razón», el egoísmo, la altanería , la vanidad, nos impiden dar el brazo a torcer.
Algo incomprensible para mi es ese orgullo que hoy en día se expande por todas las capas de la sociedad, olvidando la humildad, arrinconándola, pensando que el humilde es cobarde, lo que impide una conversación sana, instructiva, creativa, amena, en la que podríamos aprender tantas cosas unos de otros… Pero no, la vanidad y el orgullo son una epidemia que se aferran a nuestros corazones y nos corroen: ¿cómo podemos quedar por debajo de alguien?, ¿cómo podemos pensar que alguien tiene mejores ideas que nosotros?, etc. Eso no nos cabe en la cabeza. Yo soy mejor. Y eso lo transformas instantáneamente en un ataque, y lo conviertes en una guerra que sólo tú comenzaste. Atrapado en tu cerrazón, en la total incomprensión, en no querer entender ni escuchar nada, te vuelves destructivo y no constructivo, y entonces comienza la discusión.
Quien no sabe escuchar, normalmente no sabe lo que es conversar. La vanidad, el orgullo… le impiden crecer como persona, conocer otras opiniones, mantener conversaciones, compartir experiencias y conocimientos de otros,. En fin, tantas y tantas cosas…
Hoy en día la conversación personal se va perdiendo con tanta tecnología, que nos va alejando, y nos quita lo bonito de las charlas y reuniones de amigos, familiares, etc. convirtiendo en un frío tecleo de palabras enviadas de teléfono a teléfono y leídas en la fría pantalla de los mismos, donde no notas ni la calidez ni el calor de la compañía de otros seres humanos, dejándolo todo en simples frases mal escritas que a veces no expresan ni los sentimientos reales que, viéndonos y mirándonos a los ojos, y en compañía, sentimos. Pudiendo consolarnos, alegrarnos, incluso abrazarnos, cogernos una mano, desplegar esa serie de gestos que demuestran todo nuestro cariño, ternura… que se producen en el contacto físico con otras personas, nunca en la frialdad de los mensajes telefónicos.
En fin, creo que vamos para atrás como los cangrejos, ya que estamos cambiando el contacto persona a persona por el aislamiento del mensajeo continuo, la mayoría de las veces sin un contenido enriquecedor.
¡Volvamos a las charlas de café y a las reuniones de amigos y familias!