Ante el Día Mundial de la Salud, es preciso reivindicar la salud como un derecho y no como una mercancía.
El Día Mundial de la Salud de este año se centra en la seguridad de los centros de salud y en la preparación del personal sanitario que atiende en situaciones de emergencia. En años anteriores, a la protección de la salud frente al cambio climático, a la seguridad sanitaria internacional y a la crisis del personal sanitario.
Aunque se trata de cuestiones fundamentales para salvar vidas humanas, dejan ver la tendencia actual de la atención sanitaria. Á‰sta consiste más en la atención de enfermedades una vez que aparecen, en lugar de la búsqueda y promoción de un “estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades” en las personas, como la Organización Mundial de la Salud (OMS) define ‘salud’.
El último informe de la OMS revivió la atención primaria de la salud después de décadas de silencio por las modelos mercantiles de la atención sanitaria. La revolución conservadora de los años ochenta convirtió derechos sociales fundamentales como la salud y la educación en mercancía.
Hace treinta años, varios países firmaron la declaración de Alma Ata para reconocer la salud como derecho humano y no como un lujo. Sin embargo, los neoliberales lo interpretaron como una prestación “deficiente” de la atención sanitaria, además de una idea “utópica”. Consideraban sólo cubría el primer nivel de atención y constituía una amenaza para el cuerpo médico, como si el protagonista de la salud fueran los doctores, los fármacos o las enfermedades y no las personas – y su entorno – que han visto alterado su equilibrio orgánico.
La atención primaria no coarta la libertad de las personas con rentas altas en los países ricos de contratar atención y seguros privados. En Estados Unidos, este “miedo” ha echado por tierra los intentos por llevar a cabo una reforma sanitaria que atienda a las personas que no tienen cobertura sanitaria, que hoy llegan a los 50 millones.
Como muchas de las causas de la mala salud escapan del ámbito de la medicina, la atención primaria busca un enfoque social amplio que garantice la equidad en el acceso a los servicios y la eficiencia en la utilización de los recursos. En palabras de la directora de la OMS, Margaret Chan, “ofrece una manera de organizar el conjunto de la atención de salud, desde los hogares hasta los hospitales, en la que la prevención es tan importante como la cura, y en la que se invierten recursos de forma racional en los distintos niveles de atención”.
El descrédito del modelo neoliberal por la crisis permitirá que afloren modelos sanitarios más cercanos al paciente. Así, es posible que disminuyan los gastos sanitarios públicos por la excesiva demanda de fármacos sin que se traduzca en una mejora del bienestar de las personas. En España, un modelo de atención primaria para las personas mayores aliviaría a los servicios de urgencias colapsados.
La mortalidad en Irán ha caído mientras la esperanza de vida ha pasado de los 63 a los 71 años gracias a las “casas de salud” que prestan servicio a unas 1.500 personas. El Programa de Salud Familiar en Brasil proporciona atención de calidad a las familias en su domicilio, en las clínicas y en los hospitales.
Además de los servicios centrados en la persona, la OMS propone a los países tres directrices en materia de salud: cobertura universal, políticas públicas saludables y espacios donde la gente pueda expresar sus necesidades.
La eficiencia y la equidad de los servicios sanitarios dependen, en gran medida, del acceso universal a la atención de la salud, de acuerdo a las necesidades de las personas y al margen de su capacidad económica. Más que un “gasto”, la atención primaria y la salud constituyen una inversión para las familias y las comunidades. Con menos frecuencia tendrían que luchar contra enfermedades que les impidan acudir a la escuela, ayudar en el campo o en el comercio. La salud es una inversión contra la pobreza.
Aunque los sistemas sanitarios de todo el mundo se vean debilitados en la coyuntura actual, quizá la crisis presente una oportunidad para reafirmar la salud como un derecho para todas las personas y como un pilar del Estado de bienestar.
Carlos Miguélez Monroy
Periodista