POR ADRIÁN MAC LIMAN *
La salida de la actual crisis pasa por el refuerzo de la economía “real”, aquella que afecta la vida de las personas.
Mientras los Gobiernos de los países industrializados y de las principales economías emergentes tratan de centrar sus baterías en la solución de la actual crisis financiera, provocada por las llamadas “hipotecas basura”, algunos economistas intentan reconducir el debate hacia otros horizontes.
Es el caso del chileno Juan Somavía, que ostenta el cargo de Director General de la Oficina Internacional del Trabajo (OIT). Somavía estima que la salida del desajuste estructural pasa forzosamente por el reflotamiento de la “economía real”, es decir, de complejos parámetros socio-económicos afectados desde hace tiempo por el imparable avance de la globalización.
El Director General de la OIT estima que la situación económica mundial es, ya de por sí, sumamente frágil. En efecto, según los estudios realizados por la OIT, la crisis financiera podría tener un serio impacto en los niveles de vida de los habitantes de nuestro planeta. Se calcula que, para finales de 2009, el número de desempleados registrará un aumento del 10%. Con ellos, el paro superará, por vez primera en la historia, la cifra de 200 millones de personas. Los sectores más afectados por la destrucción de empleo serán la construcción, la industria automovilística, la Banca, los servicios y el sector inmobiliario.
Asimismo, se calcula que el número de personas que vivirán bajo los niveles oficiales de pobreza, es decir, con apenas 2 a 4 dólares diarios, podrá elevarse a alrededor de cien millones. Y ello, sin contar con los aún impredecibles efectos del ciclo de recesión económica que se avecina.
Para la OIT, es preciso que los Gobiernos centren sus esfuerzos en la protección de las personas, de las empresas, de la llamada “economía real”. Somavía sugiere cuatro ejes clave de medidas, que podrían resumirse de la siguiente manera: restablecimiento de la capacidad crediticia de los institutos financieros; apoyo prioritario a los sectores sociales más desfavorecidos – pensionistas, desempleados, dirigentes de las Pequeñas y Medianas Empresas (PYMES), principal fuente generadora de trabajo – promoción de políticas públicas eficaces y la regulación del trabajo en las empresas y recuperación de la función primitiva de la Banca, que consiste en sostener la economía real a través de la financiación de aquellas empresas que apuestan por la producción y la innovación, así como la creación de nuevos puestos de trabajo.
Recuerda Somavía que antes de que estallara la crisis financiera, el mundo había presenciado los síntomas de malestar, como la masificación de la pobreza a escala planetaria, la desigualdad social, la creciente e inquietante precariedad del empleo. Esa crisis, que algunos no dudan en llamar la “crisis de la globalización”, generó desequilibrios, situaciones de injusticia e insostenibilidad.
Para acabar con ese estado de cosas, es preciso elaborar medidas que garanticen tanto la igualdad de oportunidades como un trabajo decente, lo que Somavía tilda de globalización equitativa y duradera.
Para lograr esta meta, los políticos que se reúnen estos días en Centroamérica, Europa y los Estados Unidos tendrán que abordar con audacia los problemas que afectan al conjunto de la población mundial: la reactivación de las consultas sobre intercambios comerciales a escala mundial, el saneamiento del sistema financiero y el cambio climático en unas políticas integradas.
La salida de la crisis será lenta y exigirá, indudablemente, sacrificios dolorosos. Unos sacrificios que deberán compartir tanto los beneficiarios como las víctimas de esa inusual, aunque hasta cierto punto predecible tormenta financiera.
* Analista Político Internacional