Ciencia

¿Se buscan 2.000 taxónomos para cartografiar la biodiversidad del planeta?

Un seminario internacional en el que ha participado el Museo Nacional de Ciencias Naturales (CSIC) concluye que el objetivo de describir 10 millones de especies en menos de 50 años es factible. Basan su argumento en la solidez que representan 250 años de progreso científico, excepcionales colecciones a lo largo del mundo, reconocidos especialistas, innovación tecnológica y trabajo en equipo.

 

Cada año se descubren 18.000 nuevas plantas y animales. Hasta la fecha se han descrito cerca de 2 millones de especies, pero las estimaciones más fiables incrementan el número total de especies hasta 10 o 12 millones. Sin embargo, y por primera vez en la historia de la humanidad, la tasa de extinción de las especies puede superar a la de su descubrimiento.

A la pregunta de si es factible descubrir, describir y cartografiar las especies que constituyen la biosfera, se ha intentado responder en el seminario ¿Qué sostener? Misión para explorar las especies de la tierra y conservar la biodiversidad, celebrado en el Jardín Botánico de Nueva York en noviembre de 2010, y que ha contado con la participación de científicos del Museo Nacional de Ciencias Naturales. La respuesta de los especialistas allí convocados fue un rotundo sí y las recomendaciones formuladas en esta reunión se han publicado en la revista Systematics and Biodiversity.

De los retos esbozados en el seminario, tres son particularmente interesantes: ¿Cuáles son los beneficios científicos de conocer todas las especies que viven en el planeta? ¿Qué impacto tiene esto en la sociedad? ¿Qué podemos hacer para incrementar la concienciación y apreciación pública de la biodiversidad?

Entre los múltiples beneficios de esta inmensa tarea se podrían subrayar cuatro aspectos. Un mayor conocimiento de las especies es importante para entender bien cómo funcionan los ecosistemas, ya que sabemos que los sistemas diversos son más resilientes frente a cambios imprevistos que los sistemas con menor diversidad. Igualmente, integrar y sintetizar todas las evidencias sobre la historia evolutiva contribuirá a responder a las cuestiones fundamentales sobre la diversidad biológica. Además, hay que considerar que la prosperidad económica y el bienestar humano dependen de decenas de miles de especies, por lo que conforme descubramos nuevas especies, podremos disponer de más productos, materiales y modelos. Finalmente, hay que recordar que los seres humanos tenemos una curiosidad innata sobre la diversidad de la vida y nuestro lugar en el planeta.

Nadie duda de la complejidad del empeño, que requiere la colaboración de una pléyade de especialistas en ámbitos muy diferentes: biólogos, ingenieros, sociólogos, gestores, etc. Pero, obviamente, es una tarea intrínsecamente ligada a la biología, y más concretamente a la taxonomía: la ciencia especializada en descubrir, caracterizar y nombrar a las especies.

Si algo ha puesto de manifiesto el seminario es la imperiosa necesidad de que la taxonomía debe madurar y dejar de ser una industria artesanal y convertirse en una ciencia moderna, altamente eficiente y con una tasa de transferencia de la información muy elevada. Esto requiere un cambio cultural que implica que esta disciplina sea reforzada en las carreras de biología y que se modifiquen los incentivos al trabajo taxonómico; por ejemplo se propone establecer un «índice de impacto nomenclatural». Sin duda, hay que buscar vías que pongan en valor la contribución imprescindible de los taxónomos al conocimiento de la biodiversidad.

Para lograr los objetivos en el plazo de 50 años se necesitarían al menos 2.000 taxónomos y la colaboración de otros expertos profesionales y aficionados. Habría que incrementar la tasa de descripción de especies hasta 200.000 especies al año, lo que equivaldría a la descripción de 100 especies al año por taxónomo.

Uno de los mayores obstáculos para un progreso rápido en la exploración de la biodiversidad tiene que ver con el cuello de botella del proceso. Se estima que los miles de museos, jardines botánicos y universidades que existen en todo el mundo, albergan en torno a tres mil millones de especímenes de un total de dos millones de especies. Por ello, a partir de ahora los ejemplares que se añadan a las colecciones tienen que servir para avanzar y no para acumular trabajo atrasado.

Entre las acciones prioritarias se ha subrayado la necesidad de la creación de un catálogo con todos los nombres de las especies descritas hasta la fecha. Este registro nomenclatural facilitaría notablemente el trabajo de los taxónomos; para los hongos está prevista su puesta en marcha a partir del 1 de enero de 2013.

También es necesaria una estrategia global para priorizar determinadas campañas y hacer un seguimiento del progreso del proyecto. De este modo se puede evitar el avance desigual en el conocimiento de los principales taxones, tal y como ha ocurrido hasta ahora.

Antonio G. Valdecasas, investigador del MNCN, señala: «Existe muy poca gente que sea consciente de lo poco que conocemos sobre la vida en la tierra. Cartografiar la biosfera es tremendamente complejo, pero los beneficios para la sociedad serían profundos, inmediatos y duraderos; desde la detección temprana de la respuesta de la flora y la fauna al cambio climático, hasta el acceso abierto a diseños evolutivos que podrían solucionar innumerables problemas prácticos».

Referencia bibliográfica:
Wheeler, Q. D. et al. 2012. Mapping the biosphere: exploring species to understand the origin, organization and sustainability of biodiversity. Systematics and Biodiversity, 10(1): 1-20.

PD:  Estimados lectores: Apreciamos mucho vuestros comentarios, pero queremos aclarar que el titular tiene un contenido irónico y que en ningún caso se trata de una oferta de empleo real. Lamentamos el malentendido. Gracias a todos por seguirnos.

Fuente: www.mncn.csic.es

Sobre el Autor

Jordi Sierra Marquez

Comunicador y periodista 2.0 - Experto en #MarketingDigital y #MarcaPersonal / Licenciado en periodismo por la UCM y con un master en comunicación multimedia.