He visto una película («Su Excelencia«, 1966) de un magnifico actor (humorista), para mí un gran humanista, que describe perfectamente una situación muy parecida a la crisis político-institucional por la que atraviesa en estos momentos nuestro país. El discurso de “Cantiflas” ante las Naciones Unidas podría, con unos retoques en sus conceptos, ser un magnifico discurso en el Parlamento de España.
No me gustan las actuaciones radicales de quienes me descalifican porque tenga creencias religiosas, porque quieran imponerme a la fuerza las suyas. Y no acepto que, después de toda una vida trabajando toda mi familia fuera de nuestro país, y que haya conseguido un bienestar, me llamen corrupto capitalista, ni que vengan a desvalijarme mi pequeño supermercado, con la excusa de dar de comer a quienes tienen hambre, sin tener en cuenta que yo cada día, le doy comida a quienes la necesitan según los medios que tengo en cada momento.
Tampoco acepto que un Gobierno tome medidas, sin preocuparse de la situación del pueblo.
¿Para qué queremos que baje la prima de riesgo, si no tenemos para darles un desayuno a nuestros hijos y les han cortado las becas para poder estudiar?
¿De qué me sirve que las ventas al exterior hayan aumentado, si me pagan los productos del campo a mitad de su coste de producción?
¿Para qué queremos superávits en la balanza de pagos, si nuestros mayores no pueden costearse la mitad de sus medicamentos y nuestros hijos están obligados a emigrar para encontrar trabajo?
¿Para qué queremos que fluyan los créditos, si buena parte de los españoles están tan endeudados que son desahuciados?
Creo que el Presidente del Gobierno se ha olvidado de las palabras que hace más de dos mil años pronunció un simple hijo de carpintero, un hombre del pueblo: «Amaos los unos a los otros”.
Este Gobierno prefiere ayudar a los poderosos y a la Banca que “darle de comer al hambriento”.