Abogando por ser tu propio maestro, la independencia del aprendizaje y la capacidad autodidacta que cada uno posee.
Ser tu propio maestro no es más que utilizar la capacidad autodidacta que todos tenemos en mayor o menor medida aunque creamos que carecemos de ella. Para el consuelo de los que sientan eso, ésta se puede aprender igual que se aprenden las habilidades sociales. Me encuentro, en considerables ocasiones, con el sentimiento de impotencia o incapacidad que tienen muchas personas con respecto a darse cuenta de que pueden aprender por ellos mismos cosas que están esperando a hacer en algún momento de sus vidas (cuando se animen o puedan), en lugar de investigar por ellos mismos y así llegar a la conclusión de si realmente necesitan o no de esa instrucción.
Hoy en día, gracias a tantos medios de información pero sobre todo a Internet que nos facilita la auto-investigación, ya no siempre es necesaria la presencia de otra persona o maestro para que nos enseñe, nos instruya, nos “capacite” para algo. Habrá cosas en las que si necesitaremos de un guía para obtener la especialización pero habrá muchas otras para las que no será así.
Podemos tener tantos momentos en los que estemos como embobados (inconscientemente) esperando a que alguien llegue para que nos resuelva las dudas o cuestiones más profundas… Tal vez nos saquen del atolladero, nos impulsen o empujen para que podamos seguir o, por qué no, hasta nos salven”.
Estamos tan acostumbrados a hacer lo que nos dicen que, sólo cuando eso fracasa en nuestra vida, sólo cuando lo que nos han impuesto o hemos creído y lo que hemos grabado sin discutir ni cuestionar, no nos sirve como respuesta a lo que estamos viviendo. Sólo entonces puede activarse la propia curiosidad o la rabia suficiente para querer salir de la situación y atrevernos a adentrarnos en la búsqueda de algo nuevo, preguntas no satisfechas, respuestas diferentes.
Cuando tomamos decisiones por lo que otros nos dicen en lugar de hacerlo por un conocimiento empírico propio, podríamos sufrir de enormes decepciones y, probablemente, no nos funcione lo que sea que hayamos decidido. Esto es debido a que lo que nos dicen está siempre influenciado de la percepción y experiencia particular del otro u otros.
En cambio, lo que aprendemos a través de lo percibido en nuestras propias experiencias, independientemente de lo que nos hayan dicho sobre el asunto en cuestión, tendrá un resultado más acertado ya que, lo que experimentamos en nuestra vida, es el reflejo de lo que experimentamos por dentro a nivel de emociones y creencias.
Debemos sacar nuestras propias conclusiones para tener los resultados que sean válidos para nosotros y, no se trata de pelear o estar constantemente discutiendo, sino de discernir. Si seguimos las percepciones y resoluciones de otros cuando éstas no coinciden con las nuestras y no tomamos conciencia de ello, estaremos errando en nuestras decisiones.
¿Cuántas veces habremos escuchado una opinión que no encajaba en lo que nosotros percibíamos?
Pero a muchos nos cuesta discernir sobre la veracidad de lo que escuchamos. Somos robots de la estructura educacional impuesta atendiendo, en muchos casos, sólo por educación. No nos atrevemos a cuestionar a quienes respetamos porque así nos lo enseñaron y me atrevería a decir que, muchos, somos muy educados pero unos plenos desconocidos de nosotros mismos. Tal vez no contradecimos vaya a ser que les caigamos mal y dejemos de tener el beneficio de su simpatía y atención.
En definitiva, cuando actuamos sólo desde la educación damos (conscientes o no de ello) el poder a los que están fuera y obedecemos porque ellos saben más y mejor. En cambio, cuando utilizamos el discernimiento a través de nuestras propias percepciones estamos recuperando lo que de nacimiento nos pertenece, la libre elección de pensamiento y acción.