Tratados… de secretos inconfesables
Ante nuestra mirada atónita se firman tratados secretos entre Estados Unidos y la U.E. a espaldas de los pueblos a los que se quiere controlar, enfermar y explotar con políticas sanitarias, medioambientales y alimentarias, pérdida de derechos laborales, y otras formas de desprecio a estos mismos pueblos europeos que han sido duramente castigados por una crisis programada por los mismos que hoy vienen a avasallarnos con su puente en forma de embudo. Una crisis a fin de cuentas consentida y apoyada por nuestros propios gobiernos, que admiran y envidian a quienes les dominan.
Los que empujan desde el otro lado del Atlántico y los que lo hacen desde sus poltronas gubernamentales en cada país de La Unión, forman un equipo de indeseables que pretenden ignorar nuestra identidad cultural y espiritual, ningunear o eliminar conquistas sociales, y recortar derechos conseguidos durante siglos y con mucho dolor y muertos para poderlos ejercer. Para que ahora vengan unos delegados del infierno a borrar todo eso de un plumazo con nocturnidad y alevosía precisamente en uno de los peores momentos económicos y sociales por los que atraviesan nuestros países. Esto es lo que debemos a esas sus políticas neoliberales con las que pretenden llevar a cabo el resto del plan de control, dominación y sumisión de trabajadores, autónomos, profesionales y clases medias, aumentar el desempleo y privatizar lo poco rentable que queda.
Apostemos por otra Europa
Ante semejante conjunto de desengaños y agresiones, pienso que deberíamos abrir los ojos y apostar por una Europa defensora de sus gentes, una Europa de los pueblos que tengan como metas lo contrario de todo lo que hasta ahora le está siendo negado por sus gobiernos y por sus malogradas experiencias históricas.
Una Europa de la libertad, de la igualdad, de la justicia, de la unidad y de la hermandad es la única que puede servirnos para progresar no solo económicamente y en derechos y libertades, sino espiritualmente. Una Europa de las conciencias libres es el futuro, y no de quienes tienen el poder y pretenden obstaculizarlo ya desde el presente.
Tomemos conciencia de nuestra dignidad espiritual y social, porque en esa conciencia de hijos del Altísimo Señor de la Vida está la fuerza interna que precisamos para cambiar el rumbo de nuestra vida personal y el de este viejo y agredido continente llamado Europa. Y si no estamos en esa onda, al menos tomemos una activa conciencia social.
Porque agredido serás si pensionista, parado-a, joven sin poder trabajar, estudiante que no puede pagar sus estudios, y ese largo etc. de damnificados-as por este sistema tan inhumano como corrompido. En estas condiciones, formar parte de esa mayoría silenciosa que se pone como modelo a imitar por los gobiernos es un pesado lastre para el resto de quienes deseamos los cambios. No es este el camino.