El debate sobra la eutanasia y el aborto que reaparece en la vida pública española de forma periódica, podría recibir cierta luz con la lectura de textos antiguos que nos proporcionan la perspectiva del devenir histórico. Sin ir más lejos, encuentro leyendo a nuestro paisano Séneca, en una de sus «Cartas Morales a Lucilio», un capítulo bastante curioso (su título es significativo: «Es menester huir de la turba»). Aquí describe el cordobés las luchas sangrientas de gladiadores, que en su época eran uno de los espectáculos preferidos por el pueblo. Séneca, hombre exquisito y elitista no puede sino rechazar estas bárbaras manifestaciones. «Ahora ya no son juegos, antes verdaderos homicidios; los luchadores no tienen nada con que protegerse, todo su cuerpo queda expuesto a los golpes». Séneca siente una viva repulsión ante estos espectáculos. «Por la mañana los hombres son colocados ante osos y leones; al mediodía, ante los espectadores». Pero quiero destacar un matiz fundamental: para el romano cordobés el escándalo es más estético que moral. Para él el mal no reside en que se maten seres humanos para la diversión de un público ávido de sangre, en que se genere el sufrimiento de unos para el solaz de otros, sino en la desproporción y el mal gusto que el pueblo lleva a sus manifestaciones masivas. Su actitud recuerda en cierta forma a la del Despotismo Ilustrado: la masa es inculta y hay que educarla según los criterios de una elite ilustrada «Es menester —escribe— apartar del contacto con el pueblo a toda alma delicada».
Que duda cabe de que la obra de este autor está repleta de jugosas enseñanzas y valores positivos: el sentido del equilibrio y la madurez, la impasibilidad ante el dolor, la valoración de la sabiduría como valor supremo, la resignación. Séneca, que coincide cronológicamente con Cristo (nace el 4 a. C. y muere el 65 d. C.) puede decirse que, en este sentido, es una autor «casi» cristiano. Pero todavía no se ha sembrado en él esa semilla del valor sagrado de la vida humana, de cada vida. Séneca, como Platón y Aristóteles, como todo el magnífico pensamiento occidental pre-cristiano (del que tanto toma, por cierto, el Cristianismo) está fuera de ese horizonte cognitivo y axiológico. El sufrimiento de un gladiador o de un esclavo no es un tema discutible, es un tema que no plantea, que no existe porque el ámbito en el que se va a producir ese debate (lo que la filosofía moderna llama un Paradigma) es el Cristianismo, que está por implantarse en este tiempo.
Corolario a esta reflexión: ¿llegará el momento, si el Cristianismo se desarraiga de nuestro mundo hasta quedar en dimensiones ridículas, que este concepto de la dignidad humana inviolable y única se diluya, y volvamos a un estado cultural pre-cristiano? Si esto ocurre (ya ha habido intentos parciales, de catastróficas consecuencias), estaremos abriendo un peligroso abismo a nuestros propios pies.