Algo malo debe tener el trabajo, o los ricos ya lo habrían acaparado. Mario Moreno ‘Cantinflas’
Todo el capital de la humanidad es trabajo acumulado; lo crearon las generaciones que han trabajado y son sus dueños legítimos las generaciones que trabajarán. Los que detentan algo de ese capital común para convertirlo en instrumento de ocio, son enemigos de la sociedad. José Ingenieros.
En un artículo anterior de esta columna periodística nos habíamos referidos al tema de la identidad, pues bien, de ella ha surgido la necesidad de lanzar algunas ideas sobre la identidad como trabajador, una categoría social muy golpeada en los tiempos actuales, aunque en verdad lo ha sido en todos los tiempos históricos de la humanidad.
Ser trabajador o laburante implica muchas cosas y quizás se requiera escribir libros y libros para expresar todo lo que engloba esa categoría social. Por ello, sintetizamos a viva voz que: Ser un trabajador implica estar a favor de lo más bello de la vida, implica ser un constructor de humanidad, ¡sí señor!
Los maestros de escuelas somos trabajadores porque somos asalariados y la patronal es el Estado y desde esa circunstancia se desenvuelven también todas las contradicciones existentes entre el capital y el trabajo.
Aquí ya es conveniente anotar que la existencia de las cooperativas, y en especial las cooperativas de trabajo asociado o de producción expresan que es posible superar esa división capital-trabajo de manera pacífica y evolutiva. Evolución humana, remarcamos.
En su canción sureña “Grito changa”, José Larralde nos describe las penurias del peón rural, diría que mejor en su denuncia social canta sobre lo trágico y cruel que resulta la situación de un hombre sin la posibilidad de trabajar:
“Me ofrecieron conchabo
para ir tirando, para ir tirando,
el trabajo anda escaso,
la paga estrecha
y el lomo es ancho”.
Muchos afirman que el trabajo hace al hombre y a la mujer. También podemos afirmar que el hombre y la mujer hacen al trabajo, puesto que en el ámbito laboral se desarrollan relaciones de compañerismos, de aprendizaje continuo, de fraternidad, de humanidad y de conciencia social sobre lo que nos pasa como sociedades fundadas en desigualdades.
En las escuelas, y como afirmara José Ingenieros “el más noble oficio”, el de maestros, la labor es bella y gratificante, no obstante la fastidiosa labor administrativa y la de asumir roles que descuidan el proceso enseñanza-aprendizaje, tales como vender numeritos de rifas a fin de recabar dinero para cubrir necesidades que el Estado no cubre.
Debería ser ampliamente superada esa nefasta costumbre economicista liberal de tomar al salario del trabajador como variable de ajuste ante crisis cíclicas que la produce el propio capital financiero. Deudas externas y fondos buitres, efectos de esa misma lógica irracional.
Nos interrogamos reiteradamente: ¿Qué clase de capitalismo vivimos, si mayoritariamente el pueblo no tiene plata en el bolsillo para gastar y así motorizar la economía? Algo anda mal.
Sin dudas algo anda mal, y está tan mal que el daño se observa en la naturaleza, en el mundo, nuestra casa común, nuestro barco, que puede ciertamente hundirse en el mar espacial y… ¡nadie se salvará!
Entonces tengamos presente que en las cooperativas de trabajo asociado alcanzamos pues, una oportunidad de humanizar el trabajo al situar al capital como lo que es realmente: una cosa. Pende de ello la plena realización del trabajo como expresión artística y provechosa del hombre y la mujer, mejorando consecuentemente el tejido social y económico de la sociedad.
Y de cualquier modo y pese a todo cantamos alegres y esperanzados la canción “Soy laburante” de Luis Aguilé (1936- 2009)
“Soy laburante y tiro p’alante,
Lo que como me lo gano con el lomo,
No me asusta a mí el trabajo que sea duro,
Lo importante es que no nos falte el laburo”.
¡En la fraternidad, un abrazo cooperativo!