“Por el amor a Cristo he renunciado a todo, y todo lo considero como basura, con tal de ganar a Cristo” (Fil 3, 3-8)
“Y creó Dios al hombre a su imagen; a imagen de Dios lo creó; varón y mujer los creó” (Gén 1,27). Y le dio el jardín del Edén, “para que lo guardara y lo cultivara” (Gén 2, 15); pero le impuso un deber u obligación: someterse a la voluntad de Dios.
Puede apreciarse que, desde la Creación, el hombre disfruta de libertad, pero condicionada al cumplimiento de la voluntad divina.
¿Dónde se expresa esa limitante para el hombre?
Cuando Dios le dice “puedes comer de todos los árboles del jardín; pero del árbol del conocimiento del bien y del mal no comas, porque el día en que comas de él, quedarás sujeto a la muerte” (Gén 2, 17).
El hombre tiene un deber: trabajar para tener, y en eso consiste el cultivo del jardín, que es la tierra; pero debe cuidarla y por eso el Señor Dios le ordena que guarde el jardín. Hoy ante el cambio climático y las reacciones de la naturaleza, como pesan en la conciencia del hombre esas palabras del Señor.
Los gobiernos deben crear empleos y un ambiente propicio para que el hombre y la mujer puedan tener iniciativas y poder trabajar en libertad. Actuarían en sintonía con las palabras de Dios al momento de la Creación.
El “tener” no puede convertirse en un culto o en una idolatría. Al hacerlo, el hombre descuida al “ser” y el desastre se produce casi que de inmediato. El alejarse de Dios tiene sus consecuencias.
Al que actúe de esa manera, sólo le preocupa acumular cosas y dinero, para consumir de manera patológica y enfermiza. El “tener” es para crecer espiritualmente, moralmente y acorde con Cristo. Es para no ser indiferente e insensible para con el que tiene poco o nada.
Estoy seguro que, la injusta distribución de la riqueza en el mundo, es lo que origina un superdesarrollo y subdesarrollo que rechazo. Hay quienes afirman, entre ellos, Anselm GrÁ¼n, que “sólo podrá haber paz mundial en el futuro si se logra un equilibrio justo de los bienes. Sólo si estamos dispuestos a compartir los bienes unos con otros, será posible la paz en nuestro país y en el mundo entero” (GRÁœN, Anselm. El libro de los valores. Págs. 127 y s.)
En países desarrollados y subdesarrollados se da la más grave de la injusticias del mundo actual, que unos pocos tengan mucho y muchos tengan poco, Domina en esos pocos la avaricia que es la forma más evidente de un subdesarrollo moral (Juan Pablo II).
Se condena la acumulación de riqueza que entraña el despojo de otros. El Eclesiastés hace la crítica sistemática del afán de riquezas y Proverbios 30, 7 – 9 pone el ideal en el centro entre riqueza y pobreza.
Los totalitarismos más terribles como el comunismo-socialismo, nazismo y fascismo, encuentran su caldo de cultivo, su abono, en sociedades de injusta distribución de la riqueza.
Termino, recomendando la lectura, estudio e internalización de la Encíclica Sollicitudo rei socialis de Juan Pablo II. En ella se condena la ciega sumisión al consumismo, forma de materialismo craso. Tiene vigencia.