Las elevadas remuneraciones de parlamentarios españoles son incapaces de contener el absentismo de las sesiones y la dedicación parcial a otros puestos de trabajo.
¿Algún diputado al Congreso o senador, ha sido obligado a aceptar el cargo a punta de pistola? ¿No soportamos la degradación de la democracia con el sistema de listas cerradas en las que cada Partido cuela a sus amigos? Los electores no pueden eliminar a candidatos que hayan demostrado ineficacia supina y absentismo laboral. No es de extrañar que más de 200 parlamentarios no hayan intervenido ni una sola vez en los debates. A diferencia de Gran Bretaña, Francia Estados Unidos y otros países democráticos, muchos parlamentarios no son oriundos de la demarcación a la que representan pues han sido “colocados” en las listas electorales con el mayor desprecio a los electores.
¿Nos ha de extrañar que la opinión pública se desentienda de los rifirrafes parlamentarios con broncas y ausencia de diálogo en busca del bien supremo de los ciudadanos? En esta democracia, un acta de diputado es una canonjía que no han ganado personalmente en contienda electoral, y que les lleva a un absentismo escandaloso. Como ellos dicen: “Total, con ir a votar en los plenos que exigen mayoría cualificada”.
Cuando suena la campana varios centenares de personas corren por los pasillos. Salen de despachos o de la cafetería y van apurados hasta que se sienta cada uno en un sillón. A una orden del que está al frente de todos miran que levanta uno, dos o tres dedos y, en función de la indicación, aprietan un botón determinado de los tres que tienen delante. No tienen necesidad de pensar si deben pulsar el que pone sí, no o abstención, porque alguien se lo da resuelto. De donde se puede deducir que con que asistiera un portavoz por cada grupo parlamentario, con la representación del número de escaños que les corresponden, se podrían quedar en sus casas o negocios más de 340 señorías. ¿Se imaginan el ahorro para el Erario público?
La imagen del hemiciclo del Congreso casi vacío salta a los medios de comunicación continuamente. Hace unos días, la ministra de Defensa informó sobre el mortal atentado a dos militares españoles en Afganistán ante una Cámara en la que sólo había 70 de 350 diputados. Y en la discusión de los Presupuestos del Estado, sólo unas decenas de escaños estaban ocupados, pese a que comparecían todos los ministros del Gobierno. Durante los debates, la presencia máxima de diputados es de un centenar, menos de un tercio de la Cámara.
Las “otras” tareas de los diputados es el argumento oficial para justificar estas ausencias pero algunos dicen que la falta de protagonismo en los medios de comunicación desanima a los parlamentarios que no alcanzan notoriedad. A los cinco o seis meses de iniciarse la legislatura, se produce un bajón en la asistencia a los plenos.
Los jóvenes están acostumbrados a tener una proyección pública en sus circunscripciones donde, como miembros destacados de sus partidos o por su representación en los ayuntamientos, a poco que hagan salen en los medios regionales. Cuando ven que aquí les falta protagonismo, se sienten frustrados y se aburren. Ha habido un cambio de paradigma, y ahora lo que vale es lo mediático, explica un parlamentario.
De ahí la indignante dedicación del diputado a otras actividades a pesar de su prohibición expresa, pero les basta una autorización ad hoc. Por eso el Presidente ha cambiado las sesiones de control de los miércoles de las 4 de la tarde a las nueve de la mañana “porque a esa hora la mayoría de los ciudadanos están ya en sus puestos de trabajo”, y con ingresos incomparables a los de ocho millones y medio de españoles que viven con menos de 574 euros al mes.
Esto en tiempos tan adversos, en los que se rescata a los bancos antes que a los pobres.
Todos reciben una asignación mínima de 3.500 euros al mes, con complementos que pueden llegar hasta los 13.000 euros en el caso del presidente del Congreso. Además de complementos y franquicias por no vivir en Madrid, dietas y las cotizaciones a la Seguridad Social y a las Mutuas. Trabajan unas 20 horas en plenos a la semana, tres días por semana, tres semanas al mes y ocho meses al año. Ni en Reino Unido ni en Estados Unidos hay disciplina de voto y en España se les sanciona por votar de manera distinta a la dirección del grupo.
Sólo 35 diputados tienen dedicación exclusiva, desde un despacho de abogados a la organización del partido o la participación en tertulias de medios de comunicación, conferencias o actividades docentes.
El funcionamiento de la Cámara ha quedado anticuado, pero nadie quiere poner el cascabel al gato, mientras tres millones de ciudadanos suspiran por un puesto de trabajo.
José Carlos García Fajardo
Profesor Emérito de la UCM. Director del CCS