Hace unos días, en la comparecencia ante el Parlamento de Cataluña, el ‘padre de la patria’, respondía con estas desconcertantes palabras: “Si meneáis las ramas puede caerse el árbol” al interrogatorio de los representantes del pueblo sobre la enorme fortuna que, según los informes policiales y la fiscalía anticorrupción, su familia tiene repartida por los paraísos fiscales de todo el mundo…
No hace falta ser muy inteligente para entender claramente la velada intimidación que hacía el que fuera Presidente de la Generalitat durante más de 30 años a los representantes de todos los partidos en el arco parlamentario catalán. En español vulgar venía a decir lo que ya le dijera a Maragall hace años, cuando en una intervención parlamentaria le habló del 3%: Todos calladitos que aquí mando yo y el dinero de los contribuyentes catalanes lo empleo como da la gana.
Pero ante un Parlamento que calla y otorga, me pregunto: ¿Cómo pueden tener confianza los catalanes en estas personas, y otorgarles su Soberanía, para que la utilicen de manera tan poco transparente? Si esto se ha hecho en un marco constitucional de autogobierno, con todas las competencias otorgadas, ¿que más puede suceder en una Cataluña con una Soberanía ejercida por semejantes personajes políticos?
La historia nos trae muy malas enseñanzas sobre quienes han ejercido el poder en Cataluña. El pueblo de Barcelona se tuvo que inventar el “Vía Fora” para defenderse de las maldades de los señores feudales. Haciendo sonar las campanas de todas las iglesias, las hermandades de oficios se reunían en la plaza y con palos se defendían de los abusos de los mandatarios. ¿Tendremos que volver a semejantes usanzas, disolver el Parlamento y mandar a todos los que hasta ahora han callado a su casa, por no ser dignos representantes del pueblo catalán?