En ningún lado se escuchan plegarias de políticos para rescatar los sectores textil, alimentario, o incluso el de la educación pública, muy mermados por la crisis.
Hace pocos días, Nissan de España presentaba los trámites formales para despedir a más de 1.200 trabajadores antes de fin de año y otros 400 para septiembre del próximo año. La crisis financiera ha propagado los despidos de trabajadores en la construcción y la industria automovilística en otros países.
Obama pedía esta semana medidas para rescatar a la industria de los coches de su país, la que más recesión reporta no sólo por la crisis actual, sino por los aumentos en los precios del petróleo durante los últimos tres años. Por su cuenta, Angela Merkel y Nicolás Sarkozy proponen retrasar los objetivos de emisión de CO2 de los coches para reducirle costes a la industria.
El libre mercado se apoya en la oferta y la demanda. La gente demanda menos coches cuando encuentra dificultades para llegar a fin de mes. En ningún lado se escuchan plegarias de políticos para rescatar los sectores textil, alimentario, o incluso el de la educación pública, muy mermados por la crisis.
Las generaciones futuras cuestionarán nuestra sociedad, que se escandalizaba por que se vendieran menos coches y casas mientras la gente de clase media en los países ricos acudía a los comedores sociales y a los roperos públicos para buscar los abrigos que ya no podían comprar.
Durante casi dos décadas, las grandes empresas se apoyaron en los medios de comunicación “masivos” para forjar un individualismo sin precedentes. La frase de Margaret Thatcher “Ya no hay sociedad, sólo hay individuos” representa la atomización social, creadora de nuevas necesidades que dispararon el consumo de bienes a niveles que la economía no pudo sostener.
Esta crisis podría dar lugar a modelos sociales prudentes y equilibrados si sale reforzada la realidad interdependiente del mundo actual, aunque parezcan tan arraigados el individualismo alienante y la indiferencia de “las masas”.
En cierta medida, esa indiferencia social pudo haber favorecido el enriquecimiento silencioso de directivos con contratos blindados y de especuladores, pues todas las familias podían comprar y consumir a sus anchas, incluso si no tenían solvencia económica. Pero la crisis ha sacudido no sólo esas certezas económicas, sino incluso los valores y las ideas que se daban por sentadas. Bush exige la defensa del libre mercado y el G20 pugna por cambiar todo para que nada cambie. Pero algo tendrán que decir la sociedad civil, las clases medias y las más afectadas.
Por ahora, los Gobiernos de Alemania, Reino Unido, Holanda y Estados Unidos han planteado la posibilidad de limitar los sueldos de grandes directivos de bancos rescatados con dinero de los contribuyentes.
Se puede considerar una medida destinada a calmar los ánimos de la gente que ha podido conocer por los medios de comunicación las inyecciones millonarias, de la mano de contratos blindados, de exenciones fiscales y los bonus. Pero podría tratarse de una medida que siente unas bases para la implantación de un modelo más equitativo semanas después de que la Organización Internacional del Trabajo publicara un informe que muestra las crecientes desigualdades económicas entre la gente más rica y la más pobre de los casi 80 países estudiados.
En la última década, la brecha entre el 10% de los sueldos más altos y el 10% con los más bajos aumentó en 70% en los países analizados para el informe. En Estados Unidos, el salario de los gerentes ejecutivos en la última década aumentó un 45%, comparado con un 15% para ejecutivos medios y un 3% para el trabajador “promedio estadounidense”.
Este sistema, ha permitido que el gerente ejecutivo promedio de las 15 mayores empresas de Estados Unidos perciba un sueldo más de 500 veces superior al del empleado promedio de ese país. Se perciben desigualdades similares en Alemania, Australia, Hong Kong (China), Países Bajos y Sudáfrica.
Nadie cuestiona que urgen medidas para crear puestos de trabajo. Pero dar apoyo sólo a la industria automotriz y a las inmobiliarias sólo servirá de parche. La sociedad demanda refuerzos en educación y en investigación, una verdadera apuesta a futuro para salvar al ser humano y al planeta que se ha visto seriamente amenazado por su ambición sin límites.
Carlos A. Miguélez Monroy
Periodista