Probablemente sea ésta la única medida de sentido común adoptada hasta ahora por Mariano. En sólo nueve meses de gobierno, lo que dura un embarazo, la orden marianista ha hecho méritos más que suficientes para que se le ponga a parir. Los errores de bulto y las mentiras de órdago se suceden de manera vertiginosa, mientras el bonachón barbudo mira para otro lado, que es lo suyo.
Pues bien, para una cosa razonable que se le ocurre, le están dando hasta en el carné de identidad. La verdad sea dicha, en un país en el que el sentido común es el menos común de los sentidos, no me sorprende lo más mínimo. Los progres han puesto a trabajar a destajo su maquinaria demagógica: que si xenofobia, que si racismo, que si falta de humanidad, que si golpe mortal al estado del bienestar… Y todo porque los inmigrantes ilegales no tendrán exactamente los mismos derechos sanitarios que los españoles o aquellos que se hallan en situación regular. Porque no tendrán una tarjeta sanitaria como cualquier hijo de vecino, siendo atendidos únicamente por los servicios de urgencias. Al parecer, la opinión pública, ese ente, comparte la indignación.
Veamos. Si nuestras leyes distinguen entre personas regularizadas y no regularizadas –ilegales, en definitiva-, es de lógica aplastante que los segundos no tengan los mismos derechos que los primeros, puesto que tampoco tienen las mismas obligaciones. Países como Suecia o Austria, paradigmas del estado del bienestar de inspiración socialdemócrata, no atienden a los ilegales ni en urgencias. Pues bien, entre el extremo de nuestros socios escandinavos y centroeuropeos y el de un país como España, convertido en la reencarnación de la Madre Teresa de Calcuta en forma de estado miembro de la UE, creo que va un trecho. Precisamente ése por donde discurre el sentido común y que transitan las más importantes naciones del Viejo Continente. De ahí que, por cosas como ésta, nuestros vecinos allende los Pirineos nos miren entre estupefactos y encabronados.
Pero no se alarmen. Mariano ya está reculando, que es lo que le va. Le encanta recular. Ya lo ha hecho con la cadena perpetua revisable, con la firmeza ante ETA y su entorno, con la reforma de la ley antitabaco… Ahora dice que ningún inmigrante se quedará sin atención médica. Se le atenderá -y aquí viene lo bueno-, pasando posteriormente la factura a su país de origen. No se pierdan a Mariano llamando a Senegal para cobrar la colonoscopia que se le ha practicado en un hospital de Albacete al ciudadano senegalés Mamadú Tururú. El receptor de dicha demanda económica marianista hará lo siguiente: si está de buenas, se quebrará de risa en su mismísima barba, y si está de malas, lo mandará a hacerse otra colonoscopia, pero ésta al estilo senegalés, a saber, sin anestesia y con una sonda algo más gruesa y oscura.