Comienzo a psicoanalizarme, no para curar ninguna herida pasada, sino para vivir mejor los años futuros.
M.O.M.
Podemos leer en la prensa de estos días un artículo que nos habla de que la mayoría de los jóvenes que quieren retomar los estudios se quedan en el camino, sólo el 20% de los alumnos que se presentaron en abril para obtener el Graduado en ESO aprobaron. Muchos de los que ahora han retomado los estudios lo habían abandonado por razones familiares y económicas, ya sabemos que muchas familias requieren que arrimemos el hombro a la economía familiar y no siempre estudiar ha estado bien valorado. Esto, que como digo le ha pasado a muchas personas, es una causa cada vez menor, porque en estos momentos el principal motivo de abandono está en la desmotivación, la incapacidad de diferir en el tiempo el logro de objetivos materiales, la idea generalizada de que estudiar no te garantiza ningún porvenir.
¿Qué está pasando? ¿Es positiva la enseñanza obligatoria hasta los 16 años? ¿A quién le interesa una sociedad culta? ¿Todos vamos a ser intelectuales? Se me ocurren muchas preguntas que pueden ayudarnos a reflexionar un poco sobre estas cuestiones. Considero muy positivo y un logro social que se amplíe la edad de formación obligatoria, aunque entiendo que ello supondrá que un porcentaje de alumnos no se ajustará a esas condiciones. Esto, en lugar de constituir un fracaso, implicará el esfuerzo por parte de las administraciones en dotar de vías que ofrezcan una opción formativa diferente a esos alumnos, quiero decir, uno puede fracasar en una modalidad de enseñanza, pero puede ser un alumno motivado y de éxito en otro estilo formativo. Sabemos que no es fácil y que aún no se ha conseguido, que abordar la diversidad no sólo implica inversión, sino también considerar que somos semejantes aunque diferentes.
Respecto a quién interesa una sociedad culta podría decirles que a mí me interesa, yo deseo una sociedad con más cultura, donde los libros no sean un adorno en las estanterías, donde las conversaciones refieran a acontecimientos diferentes a la programación de la televisión, donde se valore el trabajo de las personas y no la fama efímera de algunos personajes. Ahí creo que está el problema principal, se ha creado una forma de vida que se mantiene por las mentiras, por la publicidad y el marketing. Hoy en día se crean personajes de la noche a la mañana por su simple aparición en un programa de televisión o por decir que ha mantenido una relación sexual con tal o cual persona. Se ha desvirtuado el valor de lo vocacional, ya no nos importa demasiado si nos gusta o no un trabajo, lo importante para la mayoría es si se gana dinero o no. La ley del mínimo esfuerzo se ha generalizado y ahora muchos están de vuelta, he ahí el ejemplo de las personas que se plantean retomar los estudios para obtener el graduado en ESO o que se inscriben en la universidad para obtener un título superior.
¿Es que antes no pudieron estudiar o no quisieron? No hace falta que responda, la alegría es que muchas personas retoman los libros, aunque eso no es suficiente para que sean personas con deseos de aprender, con interés en estudiar, con afán de progreso. Muchos reinciden en su desidia, apenas hincan los codos y si están ahí es con la ilusión de un puesto de trabajo seguro, si los hay. La cultura no está de moda, sigue siendo un deporte de minorías, cuesta organizar eventos culturales y contagiar de entusiasmo al público si no se le ofrece algún canapé al finalizar el acto. Así somos. Pese a ello, hemos de alegrarnos porque muchos se han dado cuenta del error, si no siembras no recoges. Hay que pensar en el futuro, el tiempo que muchos dedicaron en salir de marcha o ver la televisión, otros lo invertimos en estudiar, en crear nuestras empresas, en estudiar oposiciones y voilá aquí están los frutos. La mejor enseñanza que uno puede tener en la vida es darse cuenta de que sin pensar el futuro no se puede vivir.
Helena Trujillo
Psicoanalista Grupo Cero
info@htpsicoanalisis.com