Acabo de regresar de las vacaciones y ya estoy mala leche. Lo llaman síndrome posvacacional. Es una depresión con mala baba que surgen cuando compruebas que el mundo sigue tal y como lo dejaste. Antes, cuando uno regresaba al curro, estaba jodido y punto. Ahora sufre un síndrome. Cosas del progreso.
Nada más salir de casa, subir al coche y enfilar la carretera, casi me mato. Un descuido puede tenerlo cualquiera. Pero no es el caso. El mendrugo que se me cruzó, un imberbe con pelo a lo cuerpo espín, entró en la rotonda sin mirar y a cerca de setenta, con la música retumbando por toda la calle, luciendo un estridente dibujo abstracto en su Renault Megan tuneado. Los dos coches que circulábamos en ese momento cerca de la discoteca con ruedas tuvimos que tirar del volante para evitar la colisión. El siguió a lo suyo. Chunda – chunda – chunda. Unos semáforos más, volví a ver, a lo lejos, al susodicho adelantando a un coche de la local. Ni se inmutaron. Uno de los agentes hablaba por el móvil y el otro conducía con cara de no haber roto un plato en su vida, observando cómo el vehículo con el que casi tengo un accidente – y que seguía circulando de forma temeraria – se alejaba con su chunda –chunda sonando a toda hostia en la radio del coche.
El día no fue mejorando con el paso de las horas. Al contrario. Encima, como uno tiene cierto reverso masoquista, compré un periódico. Para que gasté el dinero. Señor. Si es que soy gilipollas. Los panzer económicos de Alemania alcanzan Madrid. Cautivos y desarmados, los españoles, a obedecer lo que dicte el Reich.
Ya no somos europeos. Para eso, Alemania tendría que tratar a sus socios como a iguales, pero eso no pasará. Al menos no ahora, no con Merkel en el poder y unas elecciones tan próximas. Los mediterráneos somos, para los germanos, ciudadanos de segunda. Nos lo hacen saber. Y vamos a sudar tinta.
Confiaba que Draghi (supermario nunca me ha fallado) cumpliese con su palabra y defendiese la independencia del BCE. Pero no. Los sueños quedan guardados en el armario, junto al bañador y a la dulce anarquía del verano. Esto es septiembre. Y esto es la Europa en manos de los alemanes. Si quieres que compre deuda, sométete, humíllate, obedece.
Claro que todo gobierno invasor precisa un gobierno títere colaboracionista. Necesitan un rostro amable que nos venda la sangre en forma de reformas y recortes. Déjate de tijeras, Mariano, saca la motosierra. El Reich lo pide, y los colaboracionistas se lo dan. Y según dicen, por nuestro bien.
Por nuestro bien tenemos que dejar a los inmigrantes ilegales sin atención sanitaria decente. Por nuestro bien debemos soportar una de las tasas impositivas más altas de Europa, pagando un IVA por encima del que pagan países formalmente intervenidos. Por nuestro bien tenemos que endurecer las condiciones de acceso a las ayudas de 400€ que reciben los desempleados.
Claro que todo gobierno invasor precisa
un gobierno títere colaboracionista.
Por nuestro bien tenemos que trabajar más y cobrar menos. Por nuestro bien tenemos que retrasar la edad de jubilación. Por nuestro bien tenemos que dinamitar las bases del Estado Social o desproteger a los trabajadores. Todo, por nuestro bien.
En los campos de concentración nazis, en la puerta, bien grande y para que todos lo viesen había una frase:
Arbeit macht frei,
el trabajo os hará libres. Pues eso. Por nuestro bien.
Pero seguro que la tristeza y la rabia que me embargan no es culpa de la realidad que nos ha tocado en suerte. Ni de mi absurda manía por leer la prensa. Seguro que es culpa del síndrome posvacacional.