Se ha montado un revuelo de proporciones bíblicas, como siempre cuando se toca el tema de la educación, con la subida de la nota de acceso a las becas por parte del poco querido ministro José Ignacio Wert. Ya he considerado como desmedido, pero no, en absoluto, por apoyar la obra de este ministro. De igual manera, también tengo graves críticas a toda la oposición e incluso al movimientos o corriente defensora, en toda su amplitud, de los derechos sociales. El caso que nos ocupa es el de la educación que, por extenso e importante, bien merece dedicación especial.
El primer punto es señalar la grave confusión existente. Comparar la defensa del «derecho a la educación» con universidad sufragada por los impuestos (o «gratis») es un error de calibre. ¿Por qué? Porque el derecho a la educación, como bien dice el nombre, es a cualquier educación, no a una determinada y restringida. En realidad, lo que se defiende es más concreto, también más prosaico, se trata del derecho a la universidad; aun más, a la universidad regida por el Plan de Bolonia. Dicho esto, aclaramos posiciones, los grupos de presión luchan por el «derecho a la universidad del Plan Bolonia».
¿Debe ser la universidad del Plan Bolonia un derecho universal? Bueno, creo que no. Para empezar, considero que tal plan no es muy acertado para impartir los contenidos y conocimientos; en segundo lugar, porque sería una discriminación sobre el resto de planes y políticas posibles de las instituciones educativas.
Ahora bien ¿Qué propongo o cómo especifico mi propuesta? Si defendemos el derecho a la educación, y esta la pensamos como algo a conceder o ayudar por el Estado a través de todos, significa que es porque el resultado de quién adquiere el derecho a la educación sirve, aparte de al mismo beneficiario, a la sociedad. Al final se materializa en «obtengo unos conocimientos que dispongo luego en un trabajo a producir algo útil a la sociedad». Yo me plantearía si aquellas personas, por promedio, de la universidad de las licenciaturas como las del Plan Bolonia, serán todo lo productivas como puedas ser. Creo que en algunos casos sí, los mejores estudiantes suelen tener más salidas y ser más productivos luego donde se han especializado. Otros, bien por sobremasificación, bien por regular rendimiento, no. Luego en conclusión lógica ¿por qué no planteamos una reforma valiente en las universidades y, en vez de caer en crear un plan uniforme e igualitario, dejamos al criterio de cada universidad su política educativa? De tal forma, para prestigiarse habrán de ser atractivas a los posibles alumnos y habrán de ser atractivas en sus salidas laborales. Como ejemplo, en la actualidad, en honroso ver cómo los másters universitarios son de lo más libre, variado y productivo de Europa en España ¡Claro, porque no son estandarizados de forma tan burda!
La parte de la financiación es una consecuencia subsiguiente obvia. Si sólo la mitad de los universitarios consiguen en un plazo moderado su puesto de trabajo allá donde han estudiado, significa que el 50% del resto de la financiación, que se resta de otros fines públicos, o privados de los ciudadanos, están mal usados ¿Por qué no apoyar con ese dinero otros tipos de educación, que no la del Plan Bolonia? Seguramente lo primero en mente será la FP. Es una opción sin duda. Pero igual se puede innovar más. Eso no lo sé, aunque sí conozco que existen muchos métodos posibles y ya planteados.
A modo de breve conclusión: creo que no existe un «derecho universal a la universidad del Plan Bolonia» (ni a otro plan estandarizado). Esos planes y paradigmas políticos son formas o caminos que toma la educación para lograr sus fines, sobre todo, en este caso, la superior, que es preparar al alumno para el mundo de hoy, para ser útil y estar formado. En tanto que sólo son meros caminos que toma de suerte en nombre de la «educación», no deben ser los únicos. Y debido a la escasez de medios económicos para que todos los sistemas posibles coexistan en un lugar o país al mismo tiempo y todos pagados por los contribuyentes, se debe financiar a los mejores alumnos en cada uno de los sistemas o medios educativos de manera que cada cual busque colocarse donde mejor sea y donde más guste y motive de verdad.