Cuentan en una leyenda del siglo XVII que un hombre honrado fue injustamente acusado de haber asesinado a una mujer.
En realidad se le quiso tomar como “cabeza de turco” para cubrir al verdadero culpable, una persona importante del reino.
El acusado fue llevado a juicio, sabiendo éste que tendría muy pocas posibilidades para evitar el patíbulo.
El juez, implicado en la farsa, cuidó los detalles para que pareciera un juicio justo y, siguiendo la práctica de aquellos tiempos informó al reo: “Como eres un hombre de gran devoción, vamos a dejar en manos de Dios tu destino: escribiremos en dos papeles separados las palabras culpable e inocente. Tú escogerás y será la mano de Dios la que decida tu destino”.
Evidentemente, habían preparado dos papeles con la palabra “culpable”, y el pobre hombre se daba cuenta de que no había escapatoria…
El juez le ordenó elegir una de las papeletas dobladas. El acusado respiró profundamente, cerró los ojos y comenzó a meditar. Cuando la sala empezaba a protestar por esta lentitud, abrió los ojos y, con una gran sonrisa, tomó una de las papeletas y se la comió rápidamente.
La sorpresa fue mayúscula, y le reprocharon…pero, ¿Qué has hecho? ¿Cómo sabremos ahora el veredicto?
Es muy sencillo, respondió el hombre …”es cuestión de leer el papel que queda y sabremos lo que decía el que me he tragado”.
Y no les quedó más remedio que liberar al acusado…
¿Se imaginan que nos diesen a elegir Recorte SI/ Recorte SI y pudiésemos tragarnos ese papelón?