Las palabras del Papa en su visita al continente negro pueden echar por tierra los esfuerzos para que los países africanos erradiquen enfermedades que merman sus posibilidades de despertar.
La visita de un Papa a África tiene una gran importancia. Por el compromiso cotidiano de miles de religiosos y seglares católicos y por el peso que tiene la Iglesia católica africana, con sus 150 millones de creyentes sobre 900 millones de africanos, en la creación de estructuras políticas y sociales desde las que enfrentarse a las guerras y las injusticias que asolan el continente negro.
El viaje del Papa a África no puede reducirse a su posición sobre el uso el preservativo y su efecto en la contención de la epidemia del sida. Pero esta cuestión ha levantado en Europa una ola de protestas y condenas de proporciones inéditas.
Al condenar el uso de cualquier medio contraceptivo, Benedicto XVI ha reiterado la doctrina de la Iglesia. Pero al añadir que el uso del preservativo no resuelve sino que “agrava la extensión del sida” ha ido mucho más allá de un juicio moral para entrar en el campo de la eficacia de los medios con los que se libra una lucha cotidiana contra la muerte.
Es significativa la respuesta de Michel Dibide, director ejecutivo de la agencia de las Naciones Unidas encargada de luchar contra el sida (ONUSIDA): “No existe ninguna prueba de que el uso del preservativo favorezca la promiscuidad y, a través de ella, la extensión del sida; al contrario, en varios países se ha demostrado una clara correlación entre el uso del preservativo y la disminución de la infección; en el África subsahariana, el 40% de las nuevas infecciones afectan a personas que viven en pareja y en el 60% de los casos esas parejas son serodiscordantes, y en estas situaciones la eficacia del preservativo es evidente y está demostrada”.
El sida es básicamente una enfermedad africana. De los 33 millones contaminados, casi el 70% viven en el África subsahariana. Allí mueren 3 de cada 4 de los 2 millones de sus víctimas. Y africanos son más del 90% de los niños que nacen portando la enfermedad.
La extensión del sida plantea un grave problema para el desarrollo de África. Anula la mejora en la esperanza de vida, diezma su mano de obra y crea la enorme carga social de 11 millones de huérfanos.
Por la importancia de su influencia social, las palabras del Papa no son neutras y reforzarán la actitud de los que rechazan la protección profiláctica en las relaciones sexuales. Y harán mucho más difícil el trabajo de los que tratan de combatir la extensión del sida, tanto de los gobiernos como de los trabajadores sociales y sanitarios. Especialmente en países como Uganda, Ruanda y Senegal, que han hecho de la lucha contra el sida una de sus prioridades políticas y desarrollan una intensa campaña de extensión del uso de los preservativos.
Los preservativos son caros y no todos los gobiernos pueden apoyar su distribución gratuita. En África austral, Zimbabwe, Botswana, Zambia, los trabajadores emigrantes en las minas son contaminados por la prostitución y extienden la enfermedad a sus lugares de origen. La pobreza no deja de reducir la edad de la iniciación sexual de las jóvenes. En los países en guerra, las mujeres son especialmente vulnerables (60% de los seropositivos son mujeres), expuestas a la violencia sexual de los combatientes o a las difíciles condiciones de la vuelta a la vida civil.
En esas circunstancias socioeconómicas la solución no puede basarse sólo en algo tan irreal como la castidad y la abstinencia. No hay un solo responsable de la salud pública en África que piense que con esos ideales católicos se pueda detener el sida.
Tampoco nadie ha pretendido nunca que el uso del preservativo sea la solución. Pero la inmensa mayoría de las organizaciones que luchan contra la epidemia lo consideran como un instrumento fundamental de prevención. Es forzoso reconocer que muchos de los que trabajan en la ayuda al desarrollo se han sentido consternados por la posición papal, que contribuye a desmantelar el esfuerzo de años de prevención y pone en peligro muchas vidas humanas.
Josep Borrell
Diputado español en el Parlamento Europeo