Dice la RAE que hipócrita es todo aquél que actúa con hipocresía lo cuál no es sino el «fingimiento de cualidades o sentimientos contrarios a los que verdaderamente se tienen o experimentan», en definitiva, decir o hacer lo contrario de lo que se piensa o siente, algo que está a la orden del día en nuestra sociedad y que la Huelga General que sigue dando sus últimos coletazos no ha hecho sino poner de manifiesto.
Vamos a hacer unos pequeños cálculos para que nadie pueda insinuar que falto a la verdad más absoluta, sí es que es posible la combinación de tales sustantivo y adjetivo en la misma frase. Si damos por válidos las estadísticas oficiales, que no veo la razón de no hacerlo, en España contamos con una población activa de 23.079.212 personas, de las cuáles 5.273.600 se encuentran desempleadas, con lo que nos quedamos con un total de 17.805.612 personas que están efectivamente trabajando.
Bien, si hacemos caso a los datos de participación en la Huelga General ofrecidos por los sindicatos nos encontramos con que el seguimiento ha sido del 85%. Es decir, que el total de personas trabajadoras que no han acudido a su puesto de trabajo en protesta por la reforma laboral emprendida por el Partido Popular ha sido de 15.134.770, trabajador arriba, trabajador abajo.
En las pasadas elecciones el Partido Popular obtuvo un total de votos de 10.830.693, con lo que hubiera bastado con que poco más del 70% del número de trabajadores que supuestamente han secundado la Huelga General de hoy para que el Partido Popular no estuviera gobernando en estos momentos, una opción política que nunca ha ocultado sus tendencias neoliberales y su pasión por la liberalización de los mercados, incluyendo el de trabajo.
Por tanto, el secundar la Huelga General de hoy es de una hipocresía meridiana cuando hace apenas cuatro meses la mayoría de la población española, incluyendo gran cantidad de trabajadores que han mostrado su descontento no acudiendo al puesto de trabajo durante la jornada de hoy, votó al Partido Popular sabiendo perfectamente el tipo de medidas que iba a ejecutar.
Tenemos lo que nos merecemos, y cada cuál debe de analizar en conciencia el voto que depositó el pasado 20 de noviembre antes de clamar a los cuatro vientos las injusticias de la legislación que él o ella misma propició, porque no es lícito quejarse de las consecuencias que nuestros propios actos causan.