La sociedad española sufre un recorte en el estado del bienestar sin precedentes. La jubilación a los 67 años no parece tener marcha atrás, a los más mayores se les han congelado las pensiones y el paro supera su máximo histórico. Las elecciones están próximas, pero cada vez hay más abstención y pasividad en la ciudadanía cuando se trata de usar las herramientas democráticas, ya sea para apoyar o rechazar las políticas de sus gobernantes.
Insatisfacción, apatía, miedo, desencanto o pereza son algunas de las razones por las que los españoles se desentienden, cada vez más, de sus obligaciones y derechos ciudadanos. Mientras en el mundo de la política se decide el futuro, la sociedad española tiene como periódico de cabecera un diario deportivo, ni se inmuta por el cierre de canales de información 24 horas como CNN+, y se abraza a los reality shows y al fútbol, que colapsan y desvirtúan diariamente la información, como tabla de salvación. Así se evita toda posición crítica frente a los poderes fácticos.
En las últimas elecciones generales del 2008 hubo más de un 25% de abstención y casi un 55% en las europeas del 2009, según datos oficiales. Hay países europeos –Bélgica, Chipre o Luxemburgo- donde el voto es obligatorio y se vive la política como algo cercano porque afecta a cosas tan importantes como la salud, la educación o los impuestos.
Es típico oír en los corrillos de amigos cosas como “los políticos son unos ladrones” o “son todos iguales”, para luego hacer tertulia con los comentarios de Mourinho o vanagloriarse con el escandaloso fichaje de Fernando Torres –59 millones de euros- o el nuevo noviazgo de Shakira y Piqué. Los medios fomentan este discurso, lo avalan y lo hacen visible mostrándolo hasta el hartazgo.
¿Acaso la propia clase política no se beneficia de este statu quo? Es una sencilla regla de tres: a menos capacidad crítica ciudadana, menos cuentas que rendir. A más fútbol, a más derbis, a más Gran Hermano e Islas de los famosos, más vulnerabilidad, menos criterio y menos exigencias a aquellos que manejan los resortes de lo público.
Los medios son cómplices y tienen parte de responsabilidad. Cuando el ciudadano enciende el televisor para “informarse” recibe poca información del ámbito nacional y menos aun del internacional. En cambio, la información deportiva y meteorológica copan una gran parte del espacio informativo. Pero si acuden a una cadena privada, además, inundan el telediario con sucesos y la información nacional está politizada, sobre todo con el auge de los canales más conservadores y radicales que han surgido con la televisión digital terrestre –TDT-, que pescan en río revuelto, y ofrecen a los telespectadores pan y circo mediatizado. Estos canales están mucho más cerca de la crispación que del entendimiento.
La no participación ciudadano es una realidad que se extiende en los países ricos y democráticamente estables, aunque en suelo ibérico es más acentuado. En un índice de implicación política del 0 al 1, España tenía un índice de participación del 0,33 solo superado a la baja por Portugal, mientras que en los países nórdicos la media estaba por encima del 0,50, según unos estudios realizados por el catedrático Mariano Torcal y su equipo de investigación de la Universidad Pompeu y Fabra de Barcelona. Una de las conclusiones del estudio fue que los países con poca tradición democrática son menos participativos que los que tienen una larga trayectoria en las urnas, además, el informe incidía en que los países con bajo nivel cultural y económico son menos participativos. El informe situaba a España más cerca de países como Rusia o Moldavia que como Alemania, Suecia o Dinamarca.
Se habla de la Generación Ni-Ni, pero por extensión se podría hablar de la Sociedad Ni-Ni. Una sociedad empobrecida y poco participativa que asegura, según una encuesta de Telecinco, que Belén Esteban –un fenómeno televisivo – tendría el suficiente apoyo como “para liderar la tercera fuerza política del país”.
Estos días, en algunos países árabes la gran mayoría de sus ciudadanos se están movilizando y exigiendo a sus gobernantes que se marchen y les dejen transitar por camino de la democracia. Los países que ya la tienen tan solo tendrían que cuidarla.
David García Martín
Periodista