Desde que empezó a sonar el nombre ‘Movimiento 15-M’, analistas políticos, periodistas, tertulianos y, en general, ciudadanos, han intentado dar respuesta al surgimiento y futuro de esta iniciativa. SINC ha hablado con varios especialistas en Ciencias Sociales para analizar la evolución de un fenómeno que ha hecho saltar los resortes de la participación pública.
Cuando el Movimiento 15-M comenzó a acaparar la atención del país, los teléfonos de los sociólogos empezaron a sonar. Los medios buscaban explicaciones de los científicos sociales a este movimiento ciudadano. Sin embargo, ante un fenómeno de tales características, no es fácil dar con argumentos concluyentes e interpretaciones únicas.
“Lo que suele ocurrir con movimientos como el 15-M es muy incierto y sobre su futuro hay varias alternativas. La mejor sería que se acabara articulando como un movimiento social, lo que realmente es”, declara a SINC Emilio Lamo, catedrático de Sociología en la Universidad Complutense de Madrid (UCM).
Todo movimiento social supone un factor de cambio y desarrollo político, pero desde los inicios del 15-M, algunas voces críticas han considerado que la falta de concreción en sus peticiones hacía cojear la iniciativa: “Mucha comunicación, mucha imagen, mucha representación, pero poco contenido”, lamenta Lamo.
“Son movimientos que no aspiran a la gobernabilidad, sino a plantear cuestiones de debate; es lo que se llamaría un single-issue”, define Lamo. “A través de su presión, movilizan a la opinión ciudadana y logran incorporar cuestiones a la agenda pública que después los partidos políticos recogen, manipulan y transforman en agendas políticas. Pero eso es un proceso largo, lento y difuso”, señala el sociólogo.
En resumen, añade el experto, “contribuyen a que sus objetivos se consigan y luego, van desapareciendo lentamente. Este es el ciclo de vida razonable de un movimiento social”.
La ventaja de una identidad difusa
El movimiento 15-M no ha tenido ninguna cabeza visible. En opinión de María Trinidad Bretones, profesora titular de Sociología en la Universidad de Barcelona (UB), el no identificar ninguna clase de líder es uno de los puntos que contribuye al mantenimiento de este tipo de iniciativas: “Es muy difícil desmantelar algo que no tiene una identidad clara”.
Sin embargo, desde el punto de vista de Lamo, lo que precisamente daría fuerza al movimiento sería “organizarse mínimamente, de un modo transparente y democrático, y elegir unos líderes”. ¿Y de no ser así, desaparecerá? “Puede que lo haga a nivel de imagen pública, pero no de actividad”, garantiza Bretones.
“Son ciudadanos que sienten haber perdido la posibilidad de que las oportunidades de vida estén aseguradas en el sistema económico-político en el que funcionamos; y el movimiento volverá a aparecer cuando el contexto obligue a ello”, señala la investigadora social.
En lo que sí están de acuerdo ambos especialistas es en que este movimiento no simboliza el inicio de un cambio social y político. Valoración a la que se suma José Luis Piñuel, catedrático en Ciencias de la Información de la UCM: “Si por cambio social entendemos transformaciones de las condiciones sociales de existencia, que haya prácticas que desaparezcan y prácticas que las sustituyan, este movimiento no ha hecho desaparecer todavía ninguna práctica social y política colectivas”.
Ášnico, pero con antecedentes
Se han establecido varias comparaciones entre el Mayo francés, conocido también como Mayo del ’68, y el movimiento 15-M. Hace 43 años la capital gala se convirtió en escenario de una serie de protestas estudiantiles a las que se unió la clase obrera. La magnitud de las manifestaciones, que continuaron durante el mes de junio, obligó a Charles de Gaulle, presidente de la República de Francia desde 1958, a convocar elecciones anticipadas. Pero, ¿hasta qué punto son similares y qué les identifica como movimiento único?
“Las protestas francesas representan un poco el arquetipo de lo que es un movimiento contracultural y juvenil”, indica Emilio Lamo. “Ambos son parecidos en la estrategia organizativa, pero cada cosa ocurre en un momento y parte de la experiencia adquirida. El fenómeno español es original y propio, y responde a la situación, en muchos sentidos dramática, de la juventud española, que se siente muy alejada de los políticos”, manifiesta el sociólogo.
María Trinidad Bretones señala que son varios los aspectos heredados del Mayo francés: “No se ha perdido esa manera de autoorganizarse de manera pacífica para reclamar derechos y necesidades esperando que el orden social vaya en la dirección de la que una parte de la población quiere sin atender a las élites”. Pero si hay que hablar de antecedentes al movimiento 15-M, la socióloga constata que existen otros más próximos: “Los de 2006 en Francia, cuando se protestó contra la aprobación del contrato único y el primer empleo, o las protestas de 2003 contra la guerra de Irak”.
Traspasando fronteras, también se han hecho similitudes con las recientes movilizaciones en el mundo árabe: “Son protestas cívicas, que comparten el contexto de la crisis y la sensación de que las oportunidades vitales está en cuestión”, apunta la experta. Pero existe una diferencia esencial entre ellos: “Túnez y Egipto pedían democracia y aquí se está pidiendo más democracia”.
Un movimiento de… ¿éxito?
Uno de los factores que ha favorecido la expansión del movimiento por toda España y varios países extranjeros han sido las redes sociales, “pero tampoco hay que magnificarlo”, opina la socióloga de la UB: “Cuando la gente se quiere comunicar o conectar entre sí lo hace con los medios que tiene a su alcance”.
Los medios de comunicación tradicionales son también, bajo la observación de Piñuel, un componente esencial para que un movimiento tenga éxito, al menos, en una primera fase: “El mantenimiento surgido en las redes sociales suele debilitarse a medida que desaparecen de los soportes tradicionales de la actualidad mediática”.
Por ello, prosigue el catedrático, “movimientos de este tipo estarán condenados a emprender una continua renovación de argumentos y consiguientes movilizaciones que no solo mantengan el compromiso entre los seguidores de las redes sociales, sino también de la renovación de las ‘perchas’ de actualidad periodística”.
El discurso de los medios es, junto al de los participantes en las protestas, una de las herramientas que usan los sociólogos para analizar este tipo de fenómenos masivos. Sin embargo, “las repercusiones no son nunca muy claras y no es frecuente que un movimiento pueda decir que triunfó”, reconoce el sociólogo de la UCM.
Para muchos, el triunfo ya está logrado desde el momento en que se crea una masa crítica. Desde la perspectiva de Bretones, “aunque la ciudadanía, el político o el periodista interesado puedan ver el Movimiento 15-M como una isla, este ha creado una especie de socialización y de valores muy difíciles de destruir”.
SINC // Elisabet Salmerón