Unos 10.000 guerreros de terracota, vigilantes del mausoleo del primer emperador de China, Qin Shi Huangdi, aguardan a que los científicos les ‘interroguen’ para extraer la información que atesoran. Según el Dr. Marcos Martinón-Torres, profesor de Arqueología Científica en University College London (UCL), hace 2.200 años los artesanos chinos ya se organizaban en células de producción, un sistema que requiere obreros versátiles, repetición de las herramientas y fundiciones propias en cada grupo.
Los trabajos en el yacimiento arqueológico del ejército de terracota de Xian, China, evidencian las grandes proporciones del mausoleo –equivalente a la superficie del Bilbao metropolitano– y la obsesión del emperador Qin por encontrar el elixir de la vida eterna. Pero además, podrían conducir en el futuro al descubrimiento de aleaciones de metales y tratamientos anticorrosivos de última generación, casi 2.200 años después de su utilización por parte de los artesanos chinos de aquella época.
El Dr. Marcos Martinón-Torres (Ourense, 1977), profesor de Arqueología Científica en University College London (UCL) que participa en estos estudios, desveló recientemente en Bilbao los nuevos hallazgos a un auditorio compuesto por estudiantes de bachillerato en el marco de la ceremonia de los premios a las Olimpiadas Científicas, convocadas por la Facultad de Ciencia y Tecnología de la UPV/EHU.
«Una colección brutal» de armas de bronce
Las armas que portaban los soldados han resultado de gran relevancia para este investigador especializado en el estudio y análisis de los metales. En la tumba del emperador Qin, los investigadores han tenido acceso a 40.000 armas de bronce que portaban los guerreros de terracota en un único yacimiento, una “colección brutal”, según asegura Martinón-Torres. “Hasta entonces disponíamos de 40 armas de bronce de esa época y el análisis era limitado”. El arsenal que estudia está compuesto por lanzas, alabardas, espadas, gatillos de ballestas, puntas, flechas y regalones de lanza con una excelente conservación. Y es precisamente este buen grado de conservación de donde se puede extraer información acerca de la tecnología y el trabajo de la época.
Para empezar, el yacimiento ha permitido mostrar el primer uso industrial de una piedra de afilar a torno, según muestran las marcas, lo que apunta a una elevada estandarización en los talleres de fabricación de armas, procedentes de estos tecnólogos que vivieron unos 200 años a. C. Así, en los subgrupos de armas estudiadas se observan pequeños defectos repetidos en algunas piezas.
Las sorpresas no acaban aquí porque los trabajos también han revelado que la organización de la producción de estas armas se hacía en “células de producción”, modernos modelos de organización que adoptó Toyota y posteriormente se extendieron a diversas áreas de producción en el siglo XX al mostrarse más eficaces y flexibles que las líneas de producción aplicadas por el fabricante Ford.
Trabajadores especialistas para producir en función de las necesidades
En esencia, consistían en minifábricas autónomas con recursos y especialistas propios que iban produciendo objetos rematados a medida de las necesidades del grupo. Según los hallazgos, todo parece indicar que cada soldado portaba en su carcaj un haz de aproximadamente 100 flechas y la homogeneidad química de los metales analizados ha permitido concluir que cada haz de flechas proviene de la remesa de un crisol.
La organización en células de producción de los artesanos chinos requiere obreros versátiles, repetición de las herramientas, fundiciones propias en cada grupo, en resumen una mayor inversión, pero permite a la célula ser más adaptable. “Cuando se necesita un elemento, se produce y se entrega. Hay que tener en cuenta que nunca se había construido un mausoleo de estas características y se iba haciendo a medida de las necesidades”, concluye el profesor Martinón-Torres.
Cada célula producía sus carcajs, insertos, puntas, flechas, etc. “y multiplíquese esto –señala- por los 10.000 soldados que se esperan encontrar cuando se concluya la excavación”. “Afilaban y pulían todas y cada una de las decenas de punta de flechas y espadas, lo que supone una labor ingente aplicada para lograr este yacimiento. Los artesanos decoraron las armas e incluso las firmaron, con signos distintivos. Las decoraciones utilizaron una amalgama de mercurio, bronce para obtener el color dorado y estaño para la ornamentación plateada”, añade.
Otra de las innovaciones de estos expertos trabajadores del metal constatada por los investigadores es la optimización de las aleaciones. “Utilizaban la mejor aleación para filos cortantes”, señala Martinón-Torres. La composición de las espadas era de bronce por su mayor dureza, pero el filo era de estaño, para resultar más cortante y penetrar en la armadura.
Los investigadores del yacimiento han empezado a estudiar ahora el sorprendente grado de conservación de todo el arsenal, preservado en excelentes condiciones después de 2.000 años.
La pregunta de los científicos es si hacían algo para evitar la corrosión. Martinón-Torres anticipa la hipótesis de que “es posible que hubiese una tecnología por la cual esta gente habría podido proteger sus armas para la posteridad”. La firma de un nuevo acuerdo entre la UCL y el gobierno chino para continuar los trabajos de investigación en los próximos cinco años podría conducir a nuevos descubrimientos en este terreno próximamente.
Fuente: SINC