Lo prometido es deuda. Lo anunciado ya no es futuro, sino presente. Misión cumplida. Deuda saldada. Herida restañada.
Hoy llega a las librerías Soseki – Inmortal y tigre. Fue en estas mismas páginas, en este mismo periódico, en este mismo blog, donde me comprometí a escribir una obra que sería homenaje póstumo, canto fúnebre, epinicio y honor rendido al gato que se inmoló para salvar la vida de mi nieta.
Estoy contento. He trabajado duro. Quería escribir una novela, porque novela es, y un cuento, porque cuento es, que pudiese interesar a los niños y a los adultos, a los adolescentes y a los ancianos. No era fácil. Tenía que encontrar un idioma literario asequible a los lectores de corta edad que no resultara pueril a los ojos de quienes dejaron atrás la infancia y la adolescencia. Si lo he conseguido o no es asunto sobre el que no debo pronunciarme. Decía Hemingway que los libros son, mientras se escriben, exclusiva propiedad de los autores, pero que luego, al cruzar la línea divisoria entre la redacción y la publicación, pasan a ser de los lectores, y sólo de los lectores.
Me ha salido un novelón de trescientas cincuenta páginas en las que se cruzan tres historias diferentes, pero convergentes e inseparables.
Primera historia: las aventuras vividas por un gato que vino al mundo con una misión, pero que no tenía hogar ni nombre. Un día llamó a la puerta de una casa misteriosa en cuyo patio había un olivo y una estatua de Buda. A partir de ese instante… Contado queda.
Segunda historia: un canto de amor a una comarca, a un País de las Maravillas, a una isla de Nunca Jamás, al llano numantino, a las Tierras Altas de Soria… El gato las recorre y habla con quienes, visibles o invisibles, amigos o adversarios, las pueblan: guerreros, vestales, brujas, demonios, gnomos, dioses, hadas, príncipes, héroes y villanos. Trastienda mágica de un mundo en el que las cosas aún son como siempre fueron.
Tercera historia: es un escritor, ya anciano, quien cuenta a su nieta, “tan bonita, Caterina, tan bonita como tú”, la peripecia ejemplar del gato curioso, noble, inteligente y valiente, que se sacrificará para salvarla después de haberse adentrado, como Teseo, en la guarida de un monstruo. El escritor y la niña dialogan a lo largo del libro y su coloquio, que entrecorta la narración y se desgrana al hilo de la misma, se convierte en enseñanza, en aprendizaje, en filosofía y en correa de transmisión del arte de vivir.
¡Ojalá este libro sirva, entre otras cosas, para poner en marcha un centro de acogida de gatos en Castilfrío! Tal es mi propósito. ¡Y ojalá sirva también para que quienes no aprecian a los gatos, príncipes de la libertad, empiecen a amarlos!
La suerte está echada, Soseki. Honor y fuerza.