Terminar con la deforestación ha sido una meta política por décadas, incluso siglos – ambición no alcanzada, al igual que lograr la paz mundial y la erradicación de la hambruna en el mundo. El desafío ha recibido una mayor atención en los últimos cinco años debido al cambio climático y al hecho de que los bosques mantienen alejadas de la atmósfera cantidades masivas de carbono.
El esquema respaldado por la ONU conocido como REDD+ (Reducción de Emisiones derivadas de la Deforestación y la Degradación Forestal y la conservación e incremento de las reservas de carbono forestal), podría ver pagos relativamente grandes para mantener el carbono en los bosques. Como consecuencia, una parte importante de los esfuerzos de la silvicultura internacional se ha enfocado recientemente en este objetivo. Usando a los bosques para compensar el cambio climático inducido por el hombre es un objetivo admirable, y es probable que otros objetivos de la silvicultura, tal como la conservación de la diversidad biológica, también se beneficien con él. Pero este enfoque se ha vuelto casi miope. No debemos ignorar el gran potencial de la silvicultura para contribuir en temas de desarrollo económico y humano.
La silvicultura no es un sector aislado desconectado del mundo, va más allá de los árboles. Para la población local, el bosque es una fuente de energía renovable, alimentos y medios de subsistencia. Los resultados de un estudio de seis años realizado por el Centro para la Investigación Forestal Internacional, publicados el año pasado, muestran que los ingresos promedio obtenidos a partir del bosque constituyen más de un quinto del total de los ingresos familiares para las personas que viven en los bosques o cerca de ellos. Esto incluye madera para combustible y construcción, carne de animales silvestres, plantas comestibles y medicinales. Los productos forestales también contribuyen significativamente al comercio y negocios mundiales; los productos maderables y no maderables constituyen el cuatro por ciento del comercio mundial de ”materias primas”. Los bosques también brindan servicios ambientales que son críticos para mantener la vida, tales como la biodiversidad y por supuesto la regulación del clima mediante el almacenamiento de carbono. Si bien REDD+ ha ayudado a crear conciencia sobre este último servicio, hay un debate sorprendentemente limitado acerca de las formas en que los beneficios combinados de la silvicultura se suman para hacer una contribución de peso a las soluciones mundiales para el desarrollo sostenible.
La conservación de los bosques es vista con frecuencia como opuesta al desarrollo económico. Sin embargo, la conservación, el uso de la tierra y el desarrollo están claramente vinculados, y al combinarlos, en vez de enfrentarlos unos contra otros, podemos consolidar soluciones integrales y no escenarios que consideren uno o el otro.
La seguridad alimentaria es un área donde se ve a las agendas de conservación y desarrollo humano como oponentes. Claramente, sin seguridad alimentaria para todos, no podemos pretender ningún éxito en el desarrollo sostenible. La situación crítica de mil millones de personas desnutridas en el mundo constituye un tremendo dilema moral y de desarrollo que tiene que ser resuelto. Sin embargo, para lograrlo debemos reconsiderar la percepción de que la seguridad alimentaria requiere principalmente de la producción de más alimentos. En su lugar, debemos entender que la inseguridad alimentaria existe en gran medida debido a la pobreza, la falta de acceso a los alimentos y a una nutrición inadecuada. Por lo tanto, la seguridad alimentaria no se logra simplemente produciendo más calorías en el campo.
La conservación, el uso de la tierra y el desarrollo están claramente vinculados, y al combinarlos, en vez de enfrentarlos unos contra otros, podemos consolidar soluciones integrales y no escenarios que consideren uno o el otro.
Esto es importante para el papel de la silvicultura en varias formas. Primero, las políticas que estimulan la expansión de la agricultura (por ejemplo, la deforestación), no lo deberían hacer en el nombre de la seguridad alimentaria. Segundo, la silvicultura, incluyendo la agrosilvicultura, brinda oportunidades para una mayor diversidad en los alimentos y por ende una mejor nutrición. Tercero, los ingresos a partir de los productos y servicios forestales pueden reducir la pobreza, uno de los factores subyacentes de la inseguridad alimentaria. Y necesitamos un mejor reconocimiento del papel que desempeña el bosque al brindar energía para cocinar los alimentos de cientos de millones de personas, una dimensión de la seguridad alimentaria que se pasa por alto frecuentemente.
Si evitamos la falsa dicotomía entre silvicultura y seguridad alimentaria, encontraremos que estos objetivos diferentes de sostenibilidad realmente pueden apoyarse entre ellos. De manera similar, lograr paisajes saludables y resistentes, un impacto ambiental reducido de la agricultura y mejores oportunidades de comercialización de productos obtenidos de la tierra, forman parte de la misma ecuación de sostenibilidad. La contribución de la silvicultura se puede incrementar progresivamente mediante prácticas mejoradas. Si bien dichas soluciones tienen que ser específicas para las circunstancias locales, veo tres necesidades clave a nivel general:
«¢ Se necesita financiamiento privado justo y asequible, que promueva el uso sostenible de la tierra, particularmente para pequeños agricultores rurales. Esperamos que esquemas como REDD+ aumentarán o estimularán las inversiones en el uso sostenible de la tierra, pero las necesidades de financiamiento rural también deben tratarse más ampliamente.
«¢ Las políticas alimentarias deberían reconocer el valor que el bosque lleva a la mesa. La seguridad alimentaria y de nutrición dependen de una serie de factores donde la silvicultura es clave – tanto para la nutrición, la energía renovable y la resistencia de los paisajes.
«¢ Se debe reconocer que las iniciativas mundiales ambiciosas y específicas relacionadas con los bosques, como REDD+, pueden generar mayores beneficios y por lo tanto deben verse como partes integrales de los esfuerzos de desarrollo rural, y no como proyectos de conservación.
Con demasiada frecuencia se ha definido a la silvicultura en términos de lo que puede detener en vez de lo que puede crear. En tanto sigamos midiendo las contribuciones de los bosques solamente en términos de acabar con la deforestación y desacelerar el cambio climático, no veremos los beneficios mucho más amplios que la silvicultura puede brindar al desarrollo sostenible. Es tiempo de que la silvicultura vaya más allá de los bosques.
Peter Holmgren es director general del Centro para la Investigación Forestal Internacional. Este artículo fue publicado primero en the Guardian.
Fuente: blog.cifor.org