El Mulá Nasrudín había ido a pretender trabajo como jardinero a la casa de un letrado para conseguir algo de dinero con el que pagar sus deudas. El letrado miró a aquel enturbantado Mulá que se apeaba de su asno y le pareció bastante viejo, pero se dejó convencer cuando el Mulá le dijo: “Aunque mi aspecto te parezca el de un viejo, ¡tengo la misma fuerza que hace cuarenta años!”
A los pocos días, el letrado le pidió que trasladara unos pilares de piedra al otro lado del jardín. El Mulá se fue muy decidido a realizar la tarea pero, por más que lo intentó, no consiguió mover ni una de las columnas.
El viejo letrado le dijo, no sin cierta sorna: “Me pareció haberte oído decir que tenías la misma fuerza que hace cuarenta años”. A lo que Nasrudín le respondió sin inmutarse “Así es, la misma fuerza, lo que ocurre es que, entonces, tampoco hubiera sido capaz de mover estas piedras endemoniadas, ¡porque las carga el mismo diablo!”