Resumen:
El sistema de mercado no ha muerto, a pesar de que algunos seudo representantes de la izquierda pretendan enterrarlo y resucitar las políticas keynesianas del pasado, aquellas que alimentan el gasto público y que desprecian los déficits. Nostalgias aparte, tampoco es la primera vez que buena parte de la izquierda se apresura a profetizar el fin del capitalismo, como tampoco es la primera vez que el socialismo se decanta por favorecer la economía especulativa. Deberíamos recuperar la memoria y recordar qué tipo de políticas son las que realmente nos han conducido irremediablemente a la situación actual de crisis económica.
Los riesgos de estanflación (inflación acompañada de recesión y desempleo) de la economía española, cuyo origen es el elevado crecimiento de los precios, se han ido disipando, a la par que el precio del petróleo ha ido cayendo de los 146 dólares el barril de brent en julio de 2008, hasta llegar a cotizar por debajo de los 50 dólares esta pasada semana. La recesión de las principales economías del mundo, ha originado de forma brusca un cambio en las expectativas de mercado sobre la evolución futura del precio del petróleo y de las materias primas. La especulación financiera sobre dichos productos, afortunadamente, ya no es rentable. El dinero financiero cuyas transacciones diarias superan en más de 50 veces el valor de los intercambios comerciales internacionales, ha huido para buscar otras oportunidades de mayores rentabilidades.
Los responsables económicos de todas las economías mundiales harían bien en tomar buena nota de lo que está sucediendo, deberían aprender de la experiencia. Aunque en España parece que esto no va a suceder nunca, y menos aún con el ministro de Economía, Pedro Solbes. Si quisiéramos recuperar la «memoria histórica» de los problemas que atravesó la economía española con el anterior Gobierno Socialista, la del ex Presidente Felipe González, podremos recordar que éste utilizó activamente el endeudamiento con el exterior, atrayendo fundamentalmente capitales financieros y especulativos ante las necesidades de liquidez para financiar la economía, los gastos del Estado y su déficit exterior. Por aquel entonces, ocurrió lo que tenía que ocurrir; cuando el Gobierno del PSOE adelantó el proceso liberalizador del mercado de capitales, previsto para todos los países que formaban parte la Unión Económica y Monetaria Europea, salieron a la luz las debilidades de la economía española. La tormenta monetaria que sacudió el Sistema de tipos de Cambios Europeo, dio vía libre a la mayor conversión de los títulos financieros españoles en divisas extranjeras jamás conocida en la historia de España. El resultado de la mayor libertad de movimientos de capitales financieros, junto a la gran cantidad de activos financieros españoles en manos extranjeras, obligó al Banco de España a tener que intervenir vendiendo divisas extranjeras para intentar mantener la paridad de la peseta en el Sistema Europeo de tipos de Cambios. Se perdieron innecesariamente todas las reservas de divisas que había acumulado la economía española y finalmente la peseta sucumbió, sufriendo cuatro devaluaciones. Lo que ocurriera después también es historia: la economía española entró en recesión en 1993 y hubo un cambio de Gobierno tras las elecciones.
Antes que la economía española cayera en desgracia, la mala gestión de la economía y la posterior recesión de 1993, supuso el cierre masivo de pequeñas y medianas empresas, así como la destrucción de miles de puestos de trabajo. Muchos economistas advertimos, por aquel entonces (como también lo hicimos esta vez con la especulación en el sector de la construcción residencial), que la balanza de pagos no podía seguir financiándose mediante el endeudamiento externo, porque tarde o temprano pasaría factura a la economía real, pero ya se sabe: «Spain is diferent». Las políticas keynesianas de endeudamiento público no tenían límites, y los déficits parecían ser lo que menos importaba, mientras se pudiera seguir manteniendo el gasto público. Por aquel entonces, el que fuera ministro de Economía desde 1993 a 1996, no supo gestionar adecuadamente la crisis, como tampoco está sabiendo gestionarla adecuadamente en los momentos actuales frente a la nueva crisis financiera y de la economía productiva. La cuestión del crecimiento del déficit, hoy también empieza a surgir de modo amenazante y forma parte ya del nuevo discurso socialista. Las posturas típicamente keynesianas de otra época empiezan a implementarse nuevamente sin pudor, ante la exigencia de muchos sectores afines al Gobierno. «Hacer y deshacer, todo es hacer» reza el dicho. Pero en la economía, estas políticas keynesianas, que se creían superadas, vuelven al redil del más puro estilo del socialismo de finales de los ochenta y principios de los noventa en España. Así difícilmente superaremos esta crisis.
La libertad de movimientos de capitales financieros establecida en la Unión Europea y por otras economías occidentales, no han hecho más que originar quebraderos de cabeza a nuestra economía real. Y es que los flujos financieros, por lo general, son movimientos especulativos e inestables, lo que quiere decir que la financiación a través de este flujo de fondos especulativos puede generar situaciones extremas para la economía, principalmente cuando aparecen factores que condicionan la volatilidad de esos flujos financieros: guerras, mayor demanda de materias primas de economías emergentes, etc. Además, en situaciones de intranquilidad de los mercados financieros y de cambios, pueden trasladarse fácilmente a cualquier otro lugar del mundo, si llegado el caso, la rentabilidad que puedan obtener en nuestras economías no estén garantizadas.
De este modo, será más difícil que lleguen esos flujos especulativos que han financiado nuestra economía, y recuperar este tipo de crédito, sencillamente porque no será fácil que puedan encontrar mayor rentabilidad y seguridad en nuestro país. Aunque, desde mi punto de vista, esto es lo mejor que nos puede pasar a largo plazo. Lo que le interesa a España y a los españoles (como también a todas las economías de los países que sufren la crisis financiera y crediticia mundial) es cambiar cuanto antes de modelo, hacia uno que prime el esfuerzo y el mérito, la investigación y la innovación, y no la especulación y el pelotazo. Un modelo liberal que crea en el sistema de mercado y la economía real, a la vez que regule y reforme los mercados financieros. Si ha de haber un cambio, aquí es donde debe ocurrir.
Para solucionar la crisis financiera en la que estamos inmersos, lo primero que debemos hacer es equilibrar nuestras cuentas. Para empezar, debemos recuperar el ahorro interno y el pulso de la producción, así como olvidarnos de una vez y para siempre del dinero fácil fruto de la economía especulativa, del endeudamiento sin límites por parte del Estado y del Sistema Bancario. Para superar esta crisis es preciso renunciar a la economía especulativa y favorecer la economía productiva, aquella que verdaderamente genera empleo y riqueza. Una labor que además, debe ser coordinada tanto por el Sistema Europeo de Bancos Centrales, como por el propio Banco Central Europeo (BCE). Es necesario poner límites al endeudamiento bancario. Lo que deberíamos aprender de esta crisis es que, si el sistema bancario no ha actuado con prudencia, habrá que imponerla de algún modo. No resultaría descabellado pensar en volver a establecer un coeficiente o encaje legal como mecanismo para evitar el exceso de endeudamiento del sector bancario; no en vano, aquellos países que tenían implantado este mecanismo (como también lo tuvo en su día la economía española), son los que mejor parados han salido de la crisis financiera y los que se encuentran en mejor posición respecto al crecimiento de su PIB (Producto Interior Bruto). Salvo por la disminución de sus exportaciones, debido a la reducción el crecimiento de las economías de los países con los que intercambian bienes o servicios, a causa de la crisis financiera que han trasladado al interior de su aparato productivo.
Es necesario establecer medidas para que, de ahora en adelante, por lo menos aquellas entidades bancarias que cometan excesos en su financiación exterior se vean obligadas a guardar una parte de sus depósitos, y/o tal vez de su financiación, como reservas en el Banco de España, con el objetivo fundamental de garantizar la liquidez del sistema, y como medida precautoria para evitar la tentación de recurrir a la financiación especulativa, así como para evitar que la banca asuma riesgos excesivos que finalmente paguemos todos los ciudadanos, tal como ocurre en este momento actual de crisis, en el que todos nos vemos sin querer «obligados por el Gobierno», a financiar a los Bancos y Cajas, y a cubrir su riesgo de quiebra, a través de nuestros impuestos. Situación que me imagino jamás llegaría a ser recíproca.
Pienso además, que la política empleada por la autoridad monetaria europea, el BCE, no ha hecho más que empeorar el panorama, al elevar los tipos de interés cuando ya había estallado la crisis en EE.UU., y era previsible que se trasladara al resto del mundo. El BCE se equivocó a la hora de emplear la política monetaria. No debió en ningún caso ser tan restrictiva y elevar los tipos de interés en exceso. Desafortunadamente, además, la política monetaria siempre ha cogido a la economía española a contrapié. Es decir, que cuando necesitábamos realmente mayor estímulo monetario y menores tipos de interés, los tipos han sido considerablemente altos; mientras que, cuando necesitábamos una política más restrictiva y unos tipos de interés más elevados con el fin de frenar el ímpetu de nuestra demanda interna, los tipos han sido más bajos y hemos añadido, por tanto, más gasolina al fuego de los precios, lo que ha disparado la inflación. Recuperar, por tanto, algún poder discrecional sobre la política monetaria, a través del encaje o coeficiente legal ayudaría mucho a nuestra economía.
La economía española requiere medidas urgentes, no sólo en el ámbito de la política fiscal, sino también monetaria, y no sólo de corto plazo, también de largo plazo. Se necesitan políticas de oferta para animar la inversión, el consumo y el empleo, y no únicamente políticas de demanda keynesianas. La contracción de la economía (recesión) ha disparado actualmente el desempleo por encima del 11%, la inversión ha caído dos trimestres consecutivos sumando más de un 3,4%, el consumo familiar que supone aproximadamente el 56% del PIB de la economía española ha descendido un 1% el tercer trimestre. Los problemas de la economía no han hecho más que empezar y las previsiones de muchas instituciones y organismos internacionales, pintan un panorama bastante más duro: tasas de desempleo que podrían superar el 15%, una contracción del PIB cercana al 1,5% y un déficit que superaría el 3,5% del PIB en 2009. Como sigamos agotando la política fiscal con excesivo gasto público que no es capaz de animar el crecimiento productivo, como la autoridad monetaria europea no sea capaz de hacer frente a las perturbaciones financieras, más vale que Dios nos pille confesados. Menos mal que de momento el precio del petróleo parece que nos quiere dar un respiro, sólo falta que se traduzca en bajadas más importantes en los carburantes, que vendrían muy bien para mejorar el consumo.
Gunther Zevallos