Pocas lecturas habrá superiores al Tao Te King y a El Camino, de Chuang Tzú. Podría eliminarse gran parte de la literatura universal sin que la echáramos de menos si podemos gustar con la punta de la lengua la sabiduría del Tao, nada digamos si acertamos a tragarla.
Acercarse a los textos sagrados del I Ching, o libro de las mutaciones; al Tao Te King, de Lao Tsé o a los de Chuang- Tzú o a las obras de Li- Chi o de Lie-Tzu, es abismarse en la esencia del pensamiento taoísta que, como el sabor del té, no puede explicarse pero puede alcanzarse. Y «saber cuando detenerse».
Siempre me ha impresionado la ignorancia supina e irresponsable que en la formación universitaria tenemos de las grandes tradiciones y de la fenomenología de las religiones. ¿Qué nos han enseñado sobre las milenarias civilizaciones china e hindÁ¹, y sobre las grandes cosmovisiones que se recogen en sus libros, en sus construcciones, en su arte, en su vestimenta y en su manera de vivir que tanto han influido en nuestra propia vida de occidentales? ¿Acaso no nos han secuestrado a los españoles uno de los grandes pilares de nuestra cultura y manera de ser? Enfatizaron los pilares judeocristiano y el greco romano, pero nos ocultaron y desposeyeron del árabe musulmán. Nunca pagarán por esa amputación. ¿Cuándo nos formaron sobre el animismo de africanos y otros pueblos, del Budismo, Shivaísmo, Zen, Islamismo, sufismo y de tantas tradiciones que han influido e influyen en nuestras vidas? Recuperar esas riquezas y colmar esos vacíos nos ayudarán a saber mejor quiénes somos y cómo acercarnos y acoger a personas y miembros de otras tradiciones. De nada servirán los avances y conquistas de la tecnología si no nos abrimos a los saberes de otros pueblos y culturas.
En realidad, el Tao Te King es una recopilación de aforismos de épocas diversas atribuidos a un bibliotecario de la corte imperial de los Cheu que, hastiado de la decadencia de las costumbres, se alejó hacia Occidente montado sobre un carabao azul. Cuenta la tradición que al guardián de la frontera, seguidor suyo, le dejó como recuerdo el famoso tratado, en 5.000 caracteres, Tao Te King o Tratado sobre el Tao (Supremo Ser inefable) y el Te, (la virtud que hace al hombre prudente para andar el Camino).
J. C. Gª Fajardo