Sociopolítica

Tarancón ¿olvidado?

Anoche, la Primera de Televisión Española, emitió una miniserie que nos recordaba de forma resumida la vida de un hombre que fue cardenal de la Iglesia Católica, no romana, que sí española, Vicente Enrique y Tarancón. No voy a hacer una crítica sobre la susodicha serie, aunque destacaría la interpretación más que digna de Pepe Sancho.

Tuve el enorme placer de conocer a D. Vicente en persona y saludarle en un viaje relámpago que hice a mi querido Madrid en la primera vez que tenía el placer de visitarlo. Hasta ese momento no había tenido la experiencia de hablar cara a cara con un obispo como si fuera un amigo, porque el que teníamos por Tenerife, Franco Cascón, amiguísimo de Guerra Campos (dos “pastores” al servicio del régimen franquista) era muy serio, tosco y aburrido. El “pobrecico”, como diría un manchego, de pastor tenía lo que yo de monja de clausura.

Era el año 1.976 y me faltaban solo dos años para acabar la maratoniana carrera hacia el sacerdocio católico. Ansiaba, como aspirante a cura joven, respirar aires nuevos que ya venían soplando desde el año 1.965 con el Concilio Vaticano II.

Eran tiempos aquellos difíciles y controvertidos porque parte del pueblo estaba cansado de tantos años de un poder y tiranía absolutos, mientras que otra parte, se aferraba con todas sus fuerzas a una nostalgia de una paz ficticia. Se aferraba al inmovilismo, a la injusticia y a no progresar. A dejar las cosas y las situaciones quietas y dormidas como si estuviera prohibido por decreto-ley, evolucionar y cambiar.  Muchos estábamos hartos de tener la boca cerrada y las manos atadas por miedo a las represalias, a las amenazas y a quedar proscritos de por vida si no se continuaba al lado de los que manejaban todos los hilos tanto políticos, eclesiásticos, sociales y económicos.

Seguramente, D. Vicente, tuvo muchos defectos, muchas lagunas y alguna que otra carencia. Como todo humano. Pero lo que sí tenía, por encima de todo, era una valentía que no muchos tuvieron ni en la actualidad tienen: enfrentarse directamente al poder político para decirle simplemente que ya estaba bien de meterse en asuntos de la iglesia y viceversa, enfrentarse a sus colegas más intransigentes para decirles que ya estaba bien de “cruzadas”, de plegarse a los oscuros intereses de la dictadura y de “acostarse” con ella. Soportó estoicamente continuas amenazas, haciéndose histórica la famosa frase de “Tarancón, al paredón”. Fue una pieza clave para que en este país se abrieran puertas y ventanas y entrara aire fresco y renovador. Fue un hombre conciliador y mensajero de la paz que nunca se decantó por un lado o por el otro. Evidentemente, así lo exigía el guión, no le quedó más remedio que ser políticamente correcto y creo que no tenía otra opción. Luchó hasta casi la extenuación, consiguiendo importantes y transcendentales logros, entre ellos, el intento por separar la iglesia del estado. Cierto es que le valió que en el Vaticano estaba Juan XXIII, del que no hace falta detallar su trayectoria y su gran obra como ser humano.

Cuando en la primavera de 1.982, D. Vicente viajó a Roma para presentar la preceptiva dimisión, pues ya tenía 75 años, un ciudadano que provenía de la Polonia anticomunista, llamado Wojtyla, y que fue elegido papa (Juan Pablo II), presionó con su mano el hombro de Tarancón, mientras le decía: «Usted será el responsable de que el catolicismo retroceda en España, mientras nos esforzamos para doblegar al comunismo, cada vez más débil”

Ante este reproche, y como consecuencia, la dimisión fue aceptada inapelablemente. Supongo yo que a D. Vicente aquello le sentó como una puñalada trapera y lo dejaría tocado para el resto de sus días, aparte, y todo hay que reconocerlo, que su afición por el tabaco era pública y notoria.

Y aquí estoy, recordando la figura olvidada por la iglesia católica oficial (porque la no oficial está compuesta por otros muchos miles de creyentes, entre los que me incluyo) de un hombre luchador y reconciliador, con un talante pacificador y dialogante. Aquí estoy, finalizando el año 2.011, desilusionado, desencantado (y a veces cabreado) de nuevo por ver y oír al Sr. Ratzinger, discípulo predilecto de Wojtyla, y a sus colaboradores en España, Rouco y Martínez Camino, por ejemplo, luchando a cara de perro (véanse fotos por internet) en plan cruzada, y no de amor, como es la propuesta liberadora de Jesús de Nazaret contra el socialismo, el comunismo y el laicismo. Contra todo lo se que mueve que no esté de su lado, contra cualquier idea contraria o de denuncia a su falsa e hipócrita moral, a lo que ha estado establecido siempre, a lo que sea progresar, evolucionar y cambiar (hacia delante, claro). Como la vida misma.

A Tarancón no lo olvido ni lo olvidaré. Tampoco mis hijos lo olvidarán, ya que les contaré con pelos y señales que han existido hombres y mujeres en la historia, como Tarancón, que han luchado y sufrido por hacer que las generaciones futuras, respiren libertad y concordia.

P.D. Aprovecho el post de hoy para desear salud y paz en el 2.012 a todos los lectores, colaboradores y articulistas de El Librepensador y en especial a todo el equipo de esta página, en cuya cabeza visible, D. Raúl Tristán, amigo y maestro, se asienta.  ¡Feliz año nuevo¡

Sobre el Autor

Jordi Sierra Marquez

Comunicador y periodista 2.0 - Experto en #MarketingDigital y #MarcaPersonal / Licenciado en periodismo por la UCM y con un master en comunicación multimedia.