Esta mentalidad de papaíto estado, ese talante del l’état c’est moi del Rey Sol, queda muy bien reflejada con este otro lema publicitario de la DGT de «No podemos conducir por tí», con el que nos quieren dar a entender que nosotros, los ciudadanos, pobrecitos, no sabemos conducir tan bien como la DGT, pero al menos nos reglamentan todo movimiento y nos encorsetan para que no nos movamos ni un ápice de las líneas marcadas por nuestros benevolentes gobernantes que a pesar de nuestras carencias en destrezas de conducción nos permiten aún movernos en coche, pero eso sí: sin poder disfrutarlo, sólo para lo que sea imprescindible. Foto: El mapa del acoso y la represión. ¿Te gusta conducir?
El paso siguiente será introducir aquellos métodos de los comunistas bolcheviques, primos hermanos de los que gobiernan en España, que practicaban en Rusia y territorios sometidos la autoinculpación de los inocentes que debían ser reconducidos, reeducados, para ser buenos siervos del sistema, si no se optaba directamente por su eliminación al no presentar voluntad de enmienda.
Así es que este gobierno, a través de la Dirección General de Tocacojones, ha inventado un nuevo sistema de represión de la libertad para conducir y que complementa el ya antiguo sistema de limitaciones de velocidad puramente opresor, ya que en muchos, muchísimos casos no se ajusta a la realidad ni de las vías ni de las circunstancias que tengan influencia sobre la seguridad vial. Foto: ¿Libertad para qué? ¿Para quién?
Por otra parte, allí donde parece lógica y adecuada una medida de control severo de la velocidad o de comportamientos incívicos o simplemente irresponsables de algunos pocos conductores, no se hace prácticamente nada. Es más fácil pillar a un conductor en plena autopista sin densidad de tráfico por ir a 10 km/h más de lo que está permitido que pillar a otro que habla por móvil, tira colillas por la ventanilla o que coacciona al conductor del vehículo que tiene por delante para que se quite del medio a pesar de ir a la velocidad máxima permitida.
Por ejemplo, el nuevo sistema que quieren introducir para controlar la velocidad media en un trayecto determinado me puede parecer correcto. Observo con mucha frecuencia (antes de entrar en los túneles de El Pardo en dirección de la A6 o en la carretera de Colmenar Viejo en dirección Alcobendas) que la mayoría sólo frena delante del panel del radar, no cuando aparece el aviso de radar. Se trata de un punto con riesgo de accidente por la entrada en el túnel y que según las condiciones de luz no permite distinguir con claridad si hay alguna retención o si frenan los que van por delante. Pero que ahora se quiera aplicar el mismo sistema también a rotondas para pillar a la gente que va a más de 30 km, cuando estas limitaciones en las rotondas son todo menos útiles, sólo demuestra el afán recaudatorio del gobierno. Foto: Sofisticación represora.
El carné por puntos nos lo presentaron como la solución a todos lo males. El invento ya se lo manejaban en los últimos años del gobierno de Felipe González, se preparó en tiempos de Aznar y se implantó con los progres de Zapatero. Está claro que José Luis olía euros, y cuando huele a euros que se pueden sacar de los bolsillos de los ciudadanos, los corazones de los socialistas laten con más fuerza. El carné por puntos ya es un invento antiguo, en Alemania existe desde los años setenta. Pero nunca ha supuesto una bajada real de los accidentes ni la desaparición de comportamientos de conductores irresponsables. Esto es como con la violencia de género, las leyes represivas o penalizadoras nunca resuelven el problema. Se trata de un problema educacional, pero la educación es trabajosa y en algunos casos exige ingenio para que surta efecto, algo que ni tienen ni van a tener nunca los socialistas (salvo para recaudar, para eso sí que son ingeniosos). Foto: Big Brother is watching you.
Como me comentó un ciudadano liberal, «esto es la viva imagen de lo que es para algunos la libertad. Una libertad por puntos. Nos dan puntos para ir quitándonoslos. Sí uno ve las propias estadísticas de accidentes antes de la implantación del carné por puntos, ya se venían reduciendo. Sólo hay que estudiar el aumento del número de coches experimentado en los últimos años en España por el número de accidentes y veremos, como digo, que ya se venían reduciendo antes. Al final, si no protestamos por estas cosas, los burócratas de turno se acabaran metiendo en nuestra casa y nos acabarán diciendo lo que podemos o no podemos hacer en ella.«
Al decirnos que «no podemos conducir por ti», nos tratan como a gente que el estado tiene que tutelar; nos quitan la libertad de decidir cómo hemos de conducir y de evaluar la situación según nuestra experiencia. Siempre habrá conductores irresponsables, con o sin restricciones legales y controles más propios de un estado policial (me recuerdan mucho lo que había en Alemania oriental, pues pasar por las autopistas de tránsito a Berlín era un calvario, no sólo por los baches y los charcos, sino porque no te podías pasar de los 100 km/h y cada dos por tres había un coche de la policía popular escondido entre arbustos para saquear a ciudadanos occidentales que no soportaban ir a 100). Foto: La tecnología del acoso.
Conducir se va a convertir cada vez más en un calvario y sobre todo en un medio de ejercer represión constantemente, de criminalizar a la población. Serían mucho más útiles límites de velocidad adaptables a las circunstancias (algo que los medios electrónicos e informáticos actuales permiten perfectamente), medidas de educación vial, señalización adecuada, pero antes de poner estos medios nos ponen una camisa de fuerza en forma de multas arbitrarias.
El ingenio sólo existe a la hora de redactar leyes represivas y establecer baremos de multas, de instalar cámaras de vigilancia integral y sistemas informáticos para gestionar el control y la represión.
Recuerdo que en los años ochenta, con muy pocas autopistas por España y ninguna autovía, se conducía a gusto, se podía aún disfrutar de la conducción, de esa sensación de libertad que daba ponerse detrás de un volante y recorrer carreteras. Claro que la densidad de tráfico era mucho menor, pero las vías públicas tampoco tenían la calidad de las actuales. Pero lo que no había era represión constante en todos los trayectos, no había tanto control, y no recuerdo que la situación fuera peor que hoy. Es más, estar todo el tiempo pendiente del velocímetro y de la señalización, de los avisos de radar y de la presencia de cámaras tiene que ser mucho más perjudicial para la seguridad vial que sobrepasar algún que otro límite. Foto: Nos espera un futuro espantoso. Parece que ya existen cámaras voladoras en forma de insectos.
Conducir se ha convertido en un calvario, una experiencia estresante y agobiante, así como en un riesgo de acabar arruinado y hasta encarcelado, y todo eso conduciendo de una forma razonable y en libertad como desde hace décadas. Este gobierno está acabando con el disfrute de la libertad igual que está acabando con el empleo y la capacidad adquisitiva de los ciudadanos. Adiós, libertad, era bonito mientras duró.
¿Aún te gusta conducir?