Sociopolítica

Teledesinformación, terrorismo real y paz mundial

En el tiempo en que escribo este artículo cientos y cientos de millones de personas en todo el mundo están delante de su televisor. Y entre  este  momento  y el momento en que usted lo lee, cientos de miles de programas de televisión son emitidos. Pero ¿esta oferta televisiva” puede saciar el “hambre y la sed” de verdad de los espectadores que la buscan? Desentrañemos el misterio si podemos, porque cuando alguien vive en la mentira, la simple posibilidad de verse descubierto le eriza los cabellos, sobre todo si la mentira es de gran tamaño y compromete seriamente al farsante. Y no hay más que ver las toneladas de mentiras envueltas en silencios culpables, doble lenguaje y doble mensaje que se venden cada segundo en esos aparatitos de los salones.

No-DoUn psicólogo conocido por el que esto escribe, y que fue juez en la época primera de esta singular democracia, me confesó  que a psicólogos amigos suyos que trabajaban para televisión española  se les había prohibido hablar sobre cuál era su papel en ese medio, hasta el punto que ni a los más íntimos amigos se les podía revelar. Sacó la conclusión este  hombre que el asunto tendría que ser demasiado serio para que a un colega de profesión,  juez y amigo se le negara tal información. Atando cabos sueltos de aquí y  allá llegó a la conclusión de que esos psicólogos trabajaban para programar en el más amplio sentido todo lo que tendría que salir en antena. Y eso significaba selección: de personal fiel, del tipo de lenguaje,  de  qué contenidos que deben ser suministrados, y de cuáles no, del enfoque de lo que se trate, y del   momento y modo en que debe salir a las pantallas.

Si el que oculta algo es que algo teme, en este caso sólo se puede decir que algo sucio e innoble hay tras ese muro de silencio sobre el papel de los psicólogos en la televisión, puesto  que la verdad es objeto de representación teatral en vez de mostrarla desnuda  por considerada material inflamable. Debe ser  por ello que se oculta o se disfraza por actores bien asesorados que representan  apariencias- y desfiguradas- mientras ocultan las esencias.

Eso no sucede sólo con los anuncios comerciales, sin control alguno sobre las falsedades que prodigan, y que tanto contribuyen a mantener en activo los pirulís de Tvs., sino con todo lo  relacionado con la información.

Miremos con lupa  la información con algunas referencias cotidianas. Esta tiene dos caras: la cara A, que sería la información puntual   de acontecimientos diarios seleccionados para producir un efecto,  y la cara B, que sería el análisis de fondo  que los que dirigen las televisiones consideran de interés público. Les propongo que encendamos un televisor a la hora del telediario para ver qué nos ofrece la cara A.

Vemos: “Asuntos sobre terrorismo “o “catástrofes o asesinatos de impacto”  con lo que se abre el informativo, seguidos pronto por cuestiones de cotilleo político, o exhibiciones públicas de algún tipo de gobernante dando sus recetas políticas tras las cuales siempre se oculta  miedo, destrucción y llanto para los gobernados. A veces, con  una noticia de éxito deportivo, de ciencia-espectáculo o sobre cultura oficial al servicio del poder o de los negocios se completa el menú.  ¡Y a los anuncios!

Con el impacto emocional de los temas a tratar, pero con la carga ideológica correspondiente y la ausencia de análisis pretende golpearse al sufriente espectador para que se “enganche” a los noticiarios atraído por algún morbo. Pongamos por ejemplo un atentado antiterrorista espeluznante y veamos qué hay detrás.

De acuerdo con la llamada “política antiterrorista mundial” una   noticia sobre atentado terrorista es no sólo deseable por el gobierno del país donde sucede para justificar el  aumentar la represión y el control sobre sus ciudadanos, sino   hasta oportuna para que el Sistema entero  justifique sus guerras supuestamente antiterroristas ejerciendo el propio terrorismo como medio de acabar con el otro. Es como si para apagar un fuego, viniesen equipos de bomberos con más fuego en las mangueras. El   espectador, conmovido, debe sentirse supuestamente seguro y protegido de la maldad ajena, influido por  el impacto emocional de lo que se le ofrece. O sea: ¡Es preciso acabar con el terrorismo con medidas de terror para vivir seguros! ¡Es preciso enviar más ejércitos, crear más policías, reforzar las medidas de control sobre los ciudadanos  de aquí o de allá!¡ Es preciso instalar cámaras de vigilancia en todas partes, tener controlado lo que se dicen unos a otros con medios electrónicos como el teléfono, el correo, etc.! Por el bien de todos, se nos asegura, y eso es lo  debe creer cada uno de los espectadores y ciudadanos que jamás reciben deben ponerse en la piel de nadie que pertenezca a uno de esos países que se les dice exportadores de terroristas. Tampoco, ni de lejos, en la piel de un náufrago de patera. Ni siquiera en la piel de familias enteras desempleadas, expulsadas de sus hogares  y clientes de un banco de alimentos. Esto ¿no es terrorismo real y cotidiano, desinformación programada y manipulación  emocional? Los medios lo contarán como algo accidental y siempre habrá un político que prometa que estas situaciones son provisionales y pronto tendrán  solución. Naturalmente, nunca sucede tal cosa.

A poco que alguien sea capaz de sustraerse al hipnotismo mediático, pensará  que el terrorismo moderno no  ha surgido casualmente, sino como respuesta de elementos radicales de los países previamente invadidos y expoliados  por el  terrorismo  estructural de los gobiernos ricos, promotores, ellas sí, del terror bélico, social  y económico mundial.

En cada país rico, a su vez, crece el control policial sostenido por la pasividad de los propios ciudadanos que se someten a sus autoridades  por miedo a ellas mismas y a un amenazador enemigo que de cuando en cuando le cuentan que puede golpear la puerta de su casa. Esto es lo que se quiere hacer creer para justificar el progresivo recorte de derechos y libertades públicas. Y es que los gobernantes comienzan a tener miedo. De ahí tantas inversiones en gastos militares. Miedo entre estados con armas de destrucción masiva, y miedo a los propios ciudadanos, cada vez más hartos de sus continuos empujones hacia la esclavitud laboral y la exclusión social. Naturalmente nos nos van a contar esto en los informativos.

Del mismo modo, las razones de fondo del terrorismo jamás se cuentan; pero ya que puede parecer que existe un interés por la paz como respuesta al terror al dar esa noticia en la Tv,  estaría bien que se hablase con objetividad del terrorismo que impide la paz. Estaría bien saber quiénes y por qué llevan a un pueblo hasta la desesperación y a  convertir en criminales a personas que salvo excepciones de alteración mental y conciencia de zombi jamás sentirían odio hasta el punto de ponerse, por ejemplo, una bomba en la cintura, que hay que tener tanto valor como odio  y fanatismo para hacer eso. Pero lejos de analizar, se presentan las imágenes y se justifica directa o indirectamente la necesidad de la acción antiterrorista. O sea, la del bombero atacando con fuego el incendio del bosque. El soldadito de la OTAN, por ejemplo, es un héroe si mata talibanes o iraquíes rebeldes al gobierno títere correspondiente. Pero el soldadito, qué cosa,  no es un héroe como no lo es el suicida de la bomba, o el que la pone en un supermercado. Es una doble víctima más.

Para justificar las  acciones  criminales contra  un bando no es suficiente que  otro bando se autoproclame antiterrorista y nos cuente  en la tele que son los buenos, porque, entre otras cosas no lo son. Es más, son menos buenos que aquellos a los  que se señala como “los malos” con la excusa que mejor convenga aunque sea falsa, como en el caso de Irak y sus “armas de destrucción masiva”. Por esa razón u otras que no suponen peligro real alguno para los ciudadanos de los países belicistas, son invadidos militarmente, saqueados, depuestos gobiernos y colocados otros nuevos bajo control .¿Se consiguió la paz al terminar con ese trabajo sucio? No, pero  se consiguieron materias primas, logros económicos, ventajas geoestratégicas. Siempre es así. Y los atentados no cesaron en ningún lado mientras la miseria, que antes se desconocía hasta este punto, aumenta sin cesar. Esto tampoco será portada en los noticiarios.

La paz, dicen los sabios, es un perfume del corazón, no la ausencia de guerra.

La paz es el resultado, dicen los sabios, de un proceso de liberación interior de todo aquello que provoca la guerra, como el odio, el miedo, la ambición, la envidia. Cuando esta cohorte de malas compañías sea desalojada de la conciencia de la mayoría habrá paz de un modo natural y habrá llegado la Era de la justicia que hoy apunta y ya se reclama en todas partes, y el pasado debe ocupar su sitio, con todas sus instituciones. Pero la bondad de este proceso no será alabada ni portada en las televisiones de ningún gobierno del mundo, ni los líderes realmente pacíficos recibirán premios Nobel mientras eso sucede, sino los disfrazados de pacíficos. Pero la paz sucederá, como ha sido dicho por el propio Cristo, porque ha sonado la hora de los cambios en el mundo.

Sobre el Autor

Jordi Sierra Marquez

Comunicador y periodista 2.0 - Experto en #MarketingDigital y #MarcaPersonal / Licenciado en periodismo por la UCM y con un master en comunicación multimedia.