DEL NUEVO ORDEN AL CRACK MUNDIAL
El capitalismo internacional (desde Estados Unidos a China o Rusia) se ha puesto de acuerdo en varios aspectos que conviene subrayar y son básicos para su deseado nuevo orden mundial. El primero se refiere al uso del dólar como moneda de referencia global, ya que todos los países sea cual sea su signo político y sin excepción alguna, cuentan en dólares la riqueza de sus arcas. El segundo es la configuración económica: este gran mercado global que no se piensa cerrar, porque eso significaría el fin del propio sistema a medi9 plazo. Sin embargo, algo va rematadamente mal en el supermercado global: el dinero se va del capital productivo hacia la especulación. Eso ahorra muchos problemas a los capitalistas, que así no tienen que lidiar con la oferta y la demanda y con los sindicatos y obreros reivindicativos. Pero esto tiene graves efectos secundarios: sin capital productivo suficiente, no hay suficiente producción de bienes; y sin todo eso no hay suficiente trabajo ni consumo, lo que crea un caos comercial y los conflictos sociales que se pretendían evitar son ahora cada vez más agudos y extensos.
Como toda respuesta de los gobiernos–mayordomos de los banqueros y multinacionales de los ricos, sucesivas medidas de ajuste que dicen pretender sanear nuestra economía para nuestro bien suenan igual al que las padece que si un verdugo hiciese un canto de alabanza a la cuerda de cáñamo de quien va a ahorcar.
Las leyes del mercado no van a ser abolidas, sino únicamente modificadas en algunos de sus aspectos, como por ejemplo, con una mayor intervención de los Estados inyectando dinero público en bancos moribundos, inyectando recursos públicos a las grandes industrias antes de que cierren y se deslocalicen y dotando de un mayor poder consensuado al FMI, al Banco Mundial y a la Organización Mundial de Comercio, junto a los bancos centrales, como el europeo, para que materialicen aquello que se decida en las altas esferas mafiocráticas a través de reuniones de los “mayordomos hombres G” y otras bilaterales. Observamos en qué medida los gobiernos son los encargados de negocios de los verdaderos jefes del mundo. Como sabemos y vemos, el aspecto económico es indisoluble del político y social, con sus correspondientes repartos de poder geoestratégicos y estableciendo nuevos órganos de discusión, decisión y control que pueden acabar, tal vez, refundando la ya desgastada ONU para crear una nueva en pro de un gobierno único planetario de mercado globalizado y pueblos sometidos al capricho de los ricos; un gobierno mundial sin control alguno de los pueblos y con un número de diputados proporcionales la riqueza y poder de los países más poderosos y de los emergentes como China, India, Brasil…(Naturalmente, se podrá votar, cómo no democracia de urna que no falte) .
Es por todo ello que se pretende imbuir de un modo sistemático un tipo de pensamiento único y una conciencia adormilada, servil, acrítica, atrofiada, y adaptada a las necesidades del capitalismo multinacional y financiero desde su centro de control demoníaco e invisible a las cámaras fotográficas.
Y en ello están, y por ello somos bombardeados a diario con dosis programadas de ajustes acompañados de sicología conductista-propagandística especialmente a través de tres canales: televisión, cine, y prensa. A estos se añade la educación escolar y la eclesiástica con el mismo fin: fomentar individualismo, pasividad, resignación, aceptación de toda ideología conservadora y autoritaria encaminada a un nuevo totalitarismo dogmático y represivo. Tras estos movimientos estratégicos de dirección de la mente y la conciencia- tanto social como intelectual y espiritual- se oculta ese deseo del capitalismo del gobierno mundial, con su única economía de mercado mayorista abierta a retoques intervencionistas puntuales y con un club de especialista en política y otros engaños en el Consejo de Administración del Planeta. En ese club, el peso específico de cada miembro correspondería a las riquezas naturales de su país y a su capacidad de preservarlas de la codicia de los otros, dependiendo de su arsenal bélico. Tal vez por ello existe en los últimos diez años una acelerada inversión armamentista y un aumento del mercado mundial de armas con EEUU a la cabeza.
La mezcla de codicia sin límites, ansias de poder mundial, economías insostenibles, desempleo creciente, bajo nivel de conciencia social y personal y carrera armamentista forman una mezcla explosiva de primera magnitud: una verdadera bomba del tiempo que ya está en marcha.
Siendo realistas, nos hallamos ante un proceso de autodestrucción del sistema de producción capitalista y ante una modificación perversa de las relaciones sociales que arrastrará tras sí como un tsunami el mundo que conocemos, porque no hace falta haber pasado de primero del Instituto para saber que no es posible el sostenimiento de una economía basada en energías y recursos que se acabarán en décadas (petróleo, agua uranio, coltán diamantes, oro, pesca y otros) para mantener un sistema productivo y de vida basado en todo lo que ha hecho funcionar el mundo hasta hoy y que precisa crecer indefinidamente para mantenerse.
Como ni el Planeta ni lo que alberga puede sostener ese ritmo, tenemos que convenir que existe ya (y habrá un programa de ordenador que con toda seguridad lo tenga calculado) un punto de inflexión inevitable, un número del crack final que contemple el fin de los recursos, y el número de población activa que puede sostener a la población inactiva (enfermos, pensionistas, niños, desempleados, etc.). Todo ello agravado por las cantidades defraudadas y fugas de capitales, así como las destinadas a la Iglesia y a gastos militares. Cientos de miles de millones que hacen inviable- junto a los intereses que los gobiernos pagan por las primas de riesgo- una economía como la española, por ejemplo, y que amenaza convertir a este país en un estado fallido, si es que ya no lo es.
A ese crack se llegará de todas maneras a nivel mundial , y llegados a ese número fatal, si no antes, las luchas por el poder se recrudecerán hasta llegar al enfrentamiento de naciones contra naciones – pregunten si no a la OTAN- y comunidades con comunidades junto a las consecuencias sociales que habrán de traer el número de parados inabsorvibles por el sistema capitalista, la hambruna mundial provocada o consentida y los inevitables números rojos de la seguridad social cuando los que cotizan sean insuficientes y los paraísos fiscales sigan siendo limbos para ricos.
El número del crack final aguarda pacientemente su cita con la realidad, cada vez más próxima como no haya un despertar de la conciencia global.