Ana Herrera Barba
De nuevo diciembre, último en el calendario de sueños que cierra el año. El frío arrecia y las cumbres se cubren de nieve sobre nuestras anodinas cabezas. Atrapados en el tiempo, prisioneros del ayer, quedan los incontables momentos de una vida. Para muchos es el final de una meta y un paso esperanzado hacia el futuro que espera con rostro de sabio. Para otros, un abrazo que nos empuja cada vez más hacia la innegable eternidad de los siglos. Sin duda, un año más, un año que nos hace más viejos, un año que nos lleva a aceptar la melódica armonía de vivir. Ya lo dijo Horacio en su Oda famosa: “¡Cuánto mejor es soportar lo que sea, tanto si Júpiter nos ha concedido muchos inviernos como si es el último éste que ahora azota el mar Tirreno con su oleaje adverso!”. Hoy sólo soy una simple transeúnte del invierno. Pero diciembre, siempre ajeno a su importancia, se viste de navidad. Las calles recobran sus lucecitas brillantes, los escaparates enseñan sus mejores galas y los corazones se inflaman con el color de la amistad. Los adultos se hacen niños y los niños crecen imbuidos por el ritmo de las panderetas y sonajas. Diciembre me trae la sonrisa de un nuevo San José, la tierna mirada de María y el llanto sincero de Jesús en el pesebre.
¡Diciembre blanco sobre nuestras manos heladas! ¡Qué ilusión en las frías tardes junto al fuego, de los hogares cargados de invierno, o en los paseos nocturnos por las aceras sonámbulas de la ciudad, sentir sobre el fondo abierto del alma la sutil caricia de un mundo mejor.
-Un mundo donde las consecuencias de la guerra y de la pobreza sean sólo un triste recuerdo del pasado.
-Un mundo donde los altos valores del espíritu fluyan por encima del vano materialismo.
-Un mundo donde seamos capaces de renunciar en pro del bien común.
-Un mundo donde ser solidario forme parte del vivir día a día.
-Un mundo donde no nos reclame la conciencia en tiempo de navidad.
Feliz diciembre para todos asomados a las palabras del soñador –Carlos Reviejo-:
Si acaban las guerras,
si empieza la paz,
si el odio se vuelve
amor y amistad,
tal vez para siempre
sea navidad.