Allá por el siglo XVIII surgió un movimiento político bautizado como el Despotismo Ilustrado el cuál intentaba consensuar las ideas conservadoras de las Monarquías absolutas y las ideologías más progresistas de la Ilustración, el cuál quedó enmarcado en una frase memorable y que no puede decir más con menos: «Todo para el pueblo, pero sin el pueblo».
Pues bien, hoy en día, en pleno siglo XXI los dirigentes mundiales están recuperando esta manera de hacer política con su nuevo plan de austeridad impuesto a Grecia, en algo que podríamos denominar como el NeoDespotismo Ilustrado, los «Neodes», en un plagio ácrata del concepto «Neocon», origen de nuestros males (nótese que la analogía no es casual).
Los «Neodes» intentan solucionar todos los problemas que ellos consideran que afectan al pueblo, pero sin pararse a pensar en el propio bienestar de éste. Si nos ponemos a pensar en el caso griego rápidamente comprendemos la barbaridad del plan de austeridad que se está proponiendo.
Todas las medidas, absolutamente todas (si alguien conoce alguna que no lo sea agradecería que se me corrigiera y se me castigara a la autofustigación eterna, o al menos durante 40 días), están encaminadas a apretar un poco más las tuercas al pueblo griego, el cuál ya está sufriendo la crisis en sus carnes.
Congelación salarial, subida de los impuestos indirectos, congelación de plazas públicas, eliminación de todas las prejubilaciones, reducción de la indemnización por despido (en esta, y para no contradecirme con mis argumentaciones de otros días, he de decir que estoy de acuerdo), y un largo etcétera de medidas, todas ellas dirigidas al asalariado.
Sin embargo, poca gente parece recapacitar sobre la segunda lectura de este plan de rescate. Todo el dinero que está recibiendo Grecia está dirigido a sanear las cuentas públicas, a reducir su déficit, a cambio, de que el Gobierno heleno deje de actuar como Gobierno, deje de corregir las ineficiencias del mercado.
Un mercado que se encuentra, a nivel mundial, enfermo, bajo la necesidad de una suplementación de vitaminas por parte de las Administraciones públicas. Un país, Grecia, sin la capacidad de acción para apoyar al sector privado en la generación de riqueza está condenado a la recesión.
Por tanto, el plan de austeridad impuesto a Grecia es una condena sin fecha de liberación, porque impedirá que el país pueda salir de la crisis al tener que depender exclusivamente del mercado, y propiciará una mayor segmentación de la población.
Los Gobiernos en las economías de mercado tienen una función primordial, como es la corrección de las ineficiencias del mercado, para lo cuál necesitan endeudarse. Si Grecia ya no puede endeudarse el Gobierno griego no pinta nada, se limitarán a ser meros auxiliares administrativos.