Hace no muchos días recibí un correo de esos que van dando vueltas de envío en reenvío, llevaba un archivo adjunto con unas imágenes que parecían ser de un lujoso hotel con piscina, gimnasio, etc. Todo tenía un aspecto realmente maravilloso y en una de las diapositivas preguntaban si te gustaría pasar una temporadita allí. La siguiente diapositiva indicaba que sólo deberías asesinar a alguien o realizar cualquier otro delito que te asegurase una condena, ya que se trataba de una nueva cárcel recién inaugurada. Puedo asegurarles que he estado en hoteles de cuatro y cinco estrellas que ni por asomo rebosaban esa sensación de lujo y bienestar que sí desprendían las imágenes de la nueva cárcel.
Esto me trajo a la memoria aquel viejo chiste de dos políticos que visitan una escuela y una cárcel para ver que necesidades tienen de cara a elaborar los presupuestos. Cuando visitan el colegio y el director le enumera las graves carencias y faltas que padece el centro, el político más veterano le responde que lamentablemente no tiene presupuesto alguno con el que poder atender aquello. Después visitan la cárcel y la dirección del centro expone una situación de leves carencias, ante las cuales responde nuevamente el político veterano diciendo que no se preocupen porque se va a destinar una cuantiosísima partida económica a solucionar todo eso y a mejorar las instalaciones, para hacerlas más confortables y lujosas para que los reos puedan apreciar lo bien que vivirían si estuviesen en libertad. De vuelta y en el coche el político más joven le pregunta: ¿por qué gastaremos tantísimo dinero en mejorar la cárcel y ninguno en solucionar la escuela? A lo que el otro respondió: porque a la escuela no vamos a volver mientras que a la cárcel nunca se sabe.
Me resulta más triste que gracioso ver que estos chistes, que de viejos que son han recorrido el planeta, reflejan una realidad instalada y aceptada por la población con resignación. Como sociedad comulgamos con piedras de molino ante el temor de que nos acusen de ser políticamente incorrectos con asuntos en los que la indignación son una realidad y no un lema, cuando te rebosa la impotencia al ver como la justicia es un desfile de cohechos, prevaricaciones y corruptelas varias al amparo de trajes, gasolineras y demás “eventos”, que son mediáticamente inflados por los acusadores y sus fieles y desinflados por lo defensores y sus incondicionales, incluyendo ya en el lote rencillas personales entre magistrados y fiscales poco neutrales, disfrazando todo ello de dignidad a la par que se pide respeto hacia sus decisiones, mientras las mismas no dejan de ser una burla social.
Mientras tanto, la educación pública como en el chiste, abandonada. Tomo como muestra el colegio público en el que mi hija cursa primaria, centro ubicado en mi querido Torremolinos y dependiente de la Junta de Andalucía para unos asuntos, y del Ayuntamiento de Torremolinos para otros y que lleva inaugurado menos de cinco años, lo que lo convierte en uno de los más nuevos de la ciudad y, sin embargo, sigue teniendo el patio-cancha donde juegan y hacen deporte sin terminar, con un suelo que destiñe y que destroza la ropa y el calzado de los niños con un tinte rojo que obliga a comprar ropa a cada momento, unas fuentes para beber agua que no funcionan y no se reparan, un colegio al que tenemos que llevar el material de aseo porque no es suministrado. Donde los cuadernillos que son gratuitos legalmente no son suministrados y deben comprarse aparte sin posibilidad de reembolso, un sistema educativo en el que cuando no es Halloween, es Carnaval, cuando no es el día de la Paz, es el día de la Autonomía, y si no la Semana Blanca, pero el caso es que exista un motivo para que no pase un mes sin existir una fiesta que celebrar que requiera comprar disfraces concretos o de unos cuantos días destinados a ensayar un baile que, además en el caso de este colegio, suele ser normal hacerlo a puerta cerrada, es decir sin que los padres puedan ver la actuación de sus hijos como si de un teje maneje ilícito se tratase.
Así preparamos a las generaciones venideras para que perpetúen esos informes que sitúan a los españoles entre los ciudadanos que más tiempo pasan en el trabajo pero de los que menos producen. Informes estos realizados sobre una generación que sólo tuvieron en la infancia la fiesta de navidad y la de fin de curso, por lo que no apuntan a mejorar la situación sino más bien todo lo contrario.
Es importante no confundir la calidad de la enseñanza con los presupuestos destinados a la educación. Un mayor presupuesto en educación permitirá que en colegios como el que he puesto de ejemplo, el patio no destiña o que los cuadernillos estén pagados por la administración, o que existan mejores utensilios, pero no va a variar la calidad de la enseñanza en sí.
Sólo los que prefieren ver las marionetas en lugar de los hilos y las manos que las manejan, podrán pensar que la educación y la enseñanza recibida es de mejor calidad si en lugar de llevar al colegio un cuaderno se lleva un ordenador portátil.