Nadie cauto plantea tal aseveración en su plena literalidad, así como una lectura equilibrada tampoco permite divagaciones semánticas. Sin embargo, a poco, surge la polémica ácida, virulenta. Alguno (poco entusiasmado por el adiestramiento dialéctico, esclavo del dogma) se acoge a una inmoderación inexistente y simplifica la controversia invocando esa acotación cliché: “no se puede generalizar”. ¿Quién nos lo impide? La generalización, como la estadística, debe someterse a requerimiento racional; en ningún caso hay que tomarlas con excesivo formalismo. Por ello, es más fácil desacreditar al emisor a cuenta de su “ligereza” que admitir nuestra propia indigencia lógica.
Si fuera factible establecer una medida capaz de apreciar proximidades o lejanías, sospecho que quienes generalizan, atesorando hábitos, se acercan a la realidad con mayor fortuna que sus oponentes; diestros en una defensa asimismo incorrecta por su disgregación. El detalle nos sustrae campo visual y posibilita la inadvertencia del conjunto. Al “todos son” suele oponerse el “hay mas… que…”. Ambos ofrecen parecidos yerros y su certidumbre se adueña de uno u otro, con alternancia asimétrica proclive al primero aunque la reputación favorezca al segundo. Desde mi punto de vista, es más acertado el calificativo global (yo lo prefiero) y no el contrario que conjetura la existencia de un mayor número de políticos honrados. Me induce a este epílogo el empirismo, jamás la animadversión.
Resulta complejo, como digo, establecer cuál de las dos proposiciones acarrea mayor grado de justeza, aun de justicia, en el debate. A mí, usuario inconsciente del “todos son”, me parece válido cualquiera si adoptamos la cautela de matizar su alcance. Suelo sostener, en este tema, que todos los políticos son iguales pero condiciono el aserto (sin propósitos caritativos) limitando su extensión al añadir “desde un determinado nivel de autoridad hacia arriba”. Quien opine lo contrario o, recreándose, me conceda epítetos u objetivos ayunos de mesura, quizás tolerancia, le invito a que demuestre mi errata. A su vez, yo he de llamar la atención en dos aspectos esenciales. Por un lado, el DRAE aclara que igualdad significa “correspondencia y proporción que resulta de muchas partes que uniformemente componen un todo”. Por otro, son verbos atributivos ser, estar y parecer.
Ateniéndonos a los hechos, la situación política general se adecua al enunciado del DRAE y al sentido común. Los partidos políticos punteros, sin excepción, conforman bloques homogéneos donde la discrepancia brilla por su ausencia: componen un todo continuo, nivelado. Para que haya desigualdades ha de haber contraste y ninguno de ellos lo permite. Se evidencia, pues, un marco consonante, ligado al mismo rasero en todas las siglas mayoritarias. Además, siguiendo el itinerario filológico, por encima de equivalencias, parecen solaparse ser, estar y parecer. ¿Tengo o no cimientos para sostener que todos los políticos son iguales? ¿Sólo lo parece? Cuando el ciudadano tenga capacidad de elección real, probablemente entonces los políticos dejen de ser iguales. Hasta entonces, seguiré en mis trece. Dejémonos de auspicios y otorguemos a cada cual según sus merecimientos.
Empecemos por el PP que para eso gobierna. Desde el primer instante realiza un papel similar a las alfombras bajo cuya protección se esconden arreglos, chivatazos y corrupciones varias. Ni una censura, ni un proceso; qué decir de reintegros o penas carcelarias. Callemos y en esa atmósfera forzada (ya de imposible pureza) gocemos del BOE, parece ser la consigna. Las explicaciones insólitas de Ana Mato referentes a turbios orígenes del patrimonio matrimonial, abren paso a la pequeñez humana. Alicia Sánchez Camacho estudia querellarse contra Método 3 para, presuntamente, desviar el foco informativo por callar, durante dos años, información de naturaleza delictiva. Apuntar al mensajero siempre promete buenos resultados. A Floriano, respecto al caso Bárcenas en todos sus pormenores, únicamente le resta declarar que la indulgencia del PP sobre el color del dinero se debe a su falta de racismo. ¡Linces, que sois unos linces!
El PSOE, ahora, exige claridad, transparencia y hasta semblante democrático, al tiempo que olvida postreros protagonismos. Exhibe jeta insoportable cuando identifica desastre con PP, sin perjuicio de que este se haya hecho merecedor de críticas fundadas. Cosa distinta es que la oposición mayoritaria muestre fuerza moral para legitimar sus reproches. IU debería también analizar los esfuerzos que realiza en Andalucía para prestigiar sus instituciones, potenciando a tal objetivo su caudal ético. De CiU es mejor correr un tupido velo capaz de tapar abusos, devaneos y latrocinio, enfundados en una atmósfera prepotente e impune.
Sí, todos los políticos son iguales a partir de una determinada cota y yo, nosotros, no tengo, tenemos, toda la culpa. Callando no se elimina la naturaleza privativa de esta casta que, junto a otras de pelaje diverso, ha traído la penuria material, social e institucional a este país donde abundan héroes y villanos. En esta hora de charlotada, de hazmerreir, de vergÁ¼enza ajena, que cada palo aguante su vela.