He querido dejar pasar los días y aguardar a que las aguas regresaran a su cauce para intentar analizar la frase del Primer Ministro italiano, Mario Monti, sobre lo rutinario que son los trabajos para toda la vida, una afirmación que tiene más fondo del que parece a primera vista, no por la doble intención del político transalpino, sino porque el titular no ha dejado florecer a la noticia.
Es evidente que se trata de una frase desafortunada teniendo en cuenta la elevada tasa de desempleo que acompaña a las sociedades europeas en estos años de crisis, y más al realizarla en un tono frívolo y sin ningún tipo de pedagogía que pudiera haber hecho entender a la masa enardecida que se le ha echado encima que Monti tenía más razón de la que en un principio pudiera parecer.
El objetivo vital de gran parte de los trabajadores europeos es encontrar un puesto de trabajo en el que perpetuarse durante toda su vida laboral, con lo que no ofrecen ningún tipo de iniciativa, ni empresarial ni personal, que les pueda llevar a prosperar o, lo que es más importante, a explorar nuevas alternativas una vez que se encuentran en situaciones de desempleo. El trabajo funcionarial ha alienado el espíritu emprendedor de los trabajadores, los ha convertido en meros peones de fábrica, independientemente de su desempeño laboral, que no aspiran a otra cosa más que a llegue el fin de su jornada laboral.
La innovación debe de ser un valor fundamental en nuestra sociedad de hoy en día, una innovación entendida en toda la dimensión del término, no sólo empresarial, sino también personal y laboral, de manera que los trabajadores deben de aspirar a la movilidad, a la flexibilidad, para que así puedan conseguir mejorar en sus vidas y dejar que la ilusión personal direccione sus movimientos vitales.
Vivimos tiempos dinámicos, altamente cambiantes y que exigen la evolución personal y profesional de cada ciudadano, de cada trabajador, para no caer en la rutina que provocan el estancamiento personal, empresarial y de la propia sociedad.
Monti eligió mal el lugar, el tono y la manera de decirlo, aunque tiene, sin duda, más razón de la que queremos aceptar, y en cuanto se realizar un análisis riguroso, más allá de la superficie de lo políticamente correcto, no cabe otra alternativa que darse cuenta de que así es.