“TRES VECES MÃS Y TRES VECES MENOSâ€
No es ni un acertijo ni un juego de palabras, pero mi titular obedece a que tenemos tres veces más empleados públicos que Japón y tenemos tres veces menos habitantes o casi. Asà era dicho en una interesante charla sobre economÃa y administraciones públicas, mantenida por televisión (IntereconomÃa) el sábado 13 de marzo y que mantuvieron durante un muy largo espacio, muy interesante e ilustrativo, un alto representante de los empresarios españoles (no recuerdo el nombre) y el conductor del programa Carlos Dávila.
Entre las muchas cosas que allà se dijeron y de las que los que dicen gobernar, se las pasan por donde estamos viendo; me sorprendió el dato con que titulo, puesto que España tiene una plaga de empleados públicos que llegan ya a tres millones cien mil y sin embargo en Japón, no llegan al millón de “funcionariosâ€; funcionarios que en lo relativo a España, más que funcionar, se obstaculizan unos a otros, puesto que se han triplicado organismos similares y todo ello crea los atascos y desgobiernos que padecemos.
Por otra parte hay que tener en cuenta, que Japón es una potencia mundial y con un poder industrial y económico enorme, por lo que tiene que tener ingentes cantidades de empleados públicos repartidos por todo el mundo, de forma fija o ambulante, puesto que esta potencia vive y se mantiene por cuanto vende y exporta.
España en esto poco se le puede comparar y más en la actualidad, donde las relaciones y los negocios internacionales que mantiene nuestro paÃs, están más bien de capa caÃda y hasta los terroristas y piratas, juegan con España, como es notorio.
Gran parte de la crisis que padecemos se debe a todo lo arriba indicado y asà fue manifestado en el coloquio citado. Pero hay más, mucho más y se desarrollaba en otra charla al dÃa siguiente, 14 de marzo.
Asà en el programa de la mañana de la Cadena COPE de radio, intervenÃa un dirigente de la asociación AUSBANC, el que dando pelos y señales, explicaba que el otro gran motivo de la crisis y ruina actuales, y que achacan a la “burbuja del ladrilloâ€; sólo tiene un culpable y lo fijan en el Banco de España y el gobierno que no ha sabido intervenir, incluso saltándose las leyes que obligaban a uno y otro a intervenir.
Y son culpables por cuanto se afirmó, que hay unas leyes que obligan a que las entidades hipotecarias, sólo presten al hipotecado un máximo de un setenta por ciento o un ochenta como extremo, sobre el valor de lo hipotecado, que antes han de tasar los tasadores oficiales y que lo hacen siempre por lo bajo.
Con sólo estas medidas, se hubiesen contenido los precios, las deudas hubiesen sido contraÃdas por quienes de verdad pudieran haberlas soportado y pagado y en caso de impagados, estos serÃan mÃnimos y llegados incluso a las subastas públicas, lo conseguido en ellas hubiese sido suficiente para cubrir la deuda contraÃda; con lo que las finanzas bancarias y que no son otras que el dinero que les entregamos los ahorradores, hubiesen estado seguros; o sea; lo normal y que se practicaba en tiempos de Franco.
Y hay que volver a esos tiempos (económicos) puesto que fueron llevados infinitamente mejor que estos de ahora y a los resultados me remito; puesto que en 1976 se partió de una economÃa nacional muy saneada y siete lustros después nos han llevado a la ruina más espantosa. Y esto por lo verdadero y notorio no es discutible.
Y no necesito contar nada que me contaran, lo he vivido personalmente y como industrial constructor y vendedor. Los créditos (que eran obligados por aquellos gobiernos que de verdad controlaban a los bancos y a las cajas de ahorros) eran concedidos a tipos fijados por el gobierno, con exenciones importantÃsimas y que serÃa largo el explicar; se fijaban generalmente para pagar de diez a quince años, y por lo general nunca se llegó a situaciones lÃmite y que notásemos los españoles, puesto que las tasaciones de bienes y concesión de préstamos, eran rigurosamente controladas.
Yo mismo y en un edificio industrial, tuve tres créditos hipotecarios procedentes del Banco Hipotecario de España (banco oficial como habÃa otros varios; que después “han devorado los buitresâ€) y concedido el crédito; de un total de cien, en que se valorarÃa el edificio terminado, a mà me concedieron sólo un veinticinco por ciento y el resto tuve yo que aportarlo con mis propios medios u otros ajenos, pero que en nada afectaban al banco y al dinero de los ahorradores que estaban tras del préstamo, mediante cédulas hipotecarias sabiamente llevadas. Aún asÃ, ese dinero se entregó en varias etapas, una a la terminación de cimientos, otra a la terminación de estructura, otra al acabado de cerramientos y el resto al final de la obra. Para cada entrega, antes tenÃa que venir un inspector del banco, dar el visto bueno y asÃ, al mes o cosa asÃ, recibÃas el dinero. También el interés fue fijo e inamovible por los quince años que duraron aquellas tres hipotecas.
O sea, fue un negocio claro y conciso y del que salà airoso (como salieron infinidad de españoles), puesto que también gocé de los dos primeros años de demora y luego fueron cantidades fijas, e iguales de principio a fin; por lo que la propia inflación ayudó a pagar todo. O sea negocios claros, seguros y rentables para todos y que dieron lugar a un negocio que contó con una decena de empleados que aún continua con alguno más y a los que aún no les ha llegado la crisis.
Asà es que queda claro que los culpables de todo no son otros que los inútiles polÃticos, que han llegado a unos gobiernos de los que no tienen ni… “p. Ideaâ€.
Antonio GarcÃa Fuentes
(Escritor y filósofo)
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