Sociopolítica

¿Triunfaron las ratas?

Recordando el cuento  o leyenda del Flautista de Hamelin, me asalta la duda de si al final de la historia no triunfaron las ratas ahogadas en el rio Weser, con una venganza póstuma, pues dejaron al pueblo sin sus niños y niñas.

Ratas -con dos patitas- haberlas  haylas por doquier y en alarmante aumento. Uno de los mayores inconvenientes  para combatirlas es que se esconden y aunque a veces son muy atrevidas, viven en  subterráneos y poseen gran astucia. Lógicamente esto dificulta su persecución y  a pesar de los modernos raticidas, la lucha contra ellas no es fácil. Son  portadoras de enfermedades y económicamente nefastas. Su mordedura puede  acarrear la temible rabia.  Desde luego, como para fiarse de ellas. Los gatos, de diferente color y pelaje, las persiguen sin demasiado éxito y hasta  los gatunos jefes Misifú y Zapirón, a día de hoy, tampoco han conseguido  demasiado en su lucha contra estos múridos.

Así las cosas, la solución ideal  sería que, como en la ciudad de Hamelin, apareciese un providencial personaje  que tocando su flauta prodigiosa las embaucase de tal modo que, hipnotizadas por  la dulce melodía, abandonaran el pueblo y se precipitaran en el río para  perecer.

Bueno, la solución del cuento tampoco sería necesaria al pie de la  letra, ya que con su desaparición sería suficiente. No siempre se tiene cerca  un caudaloso río.

Después, sería menester ser generoso con el flautista para  evitar su venganza y así, el triunfo póstumo de la turba rateril.

Claro que  todo esto sucedería en un mundo de ilusión, pero aquí vivimos la realidad y no  podemos estar a la espera del mágico flautista que nos haga el trabajo. Pues en  ese mientras tanto, somos nosotros quienes debemos hacer nuestra la obligación de  impedir el progresivo aumento de tan indeseables como asquerosos bichos. Y se  impone la necesidad de proceder a su erradicación  por una cuestión práctica de  supervivencia, pero también de higiene ambiental y hasta si se quiere de  estética.

Si un día apareciera el anhelado flautista, acordaremos con él el  justiprecio, siendo generosos y prontos en el pago y así no peligraría la  chiquillería local, ya que de repetirse lo acaecido en el cuento, las ratas ganarían la batalla después de muertas, dejando al pueblo sin niños.

En la versión que de esta historia  hace R. Browning, dice: «Y frente al lugar en que se hubiera abierto la caverna,  levantaron una columna, y en ella escribieron esta historia, y también la pintaron en el gran vitral de la iglesia, para que el mundo se enterase de que les habían  robado a sus hijos».

Pues, eso.

Sobre el Autor

Jordi Sierra Marquez

Comunicador y periodista 2.0 - Experto en #MarketingDigital y #MarcaPersonal / Licenciado en periodismo por la UCM y con un master en comunicación multimedia.