La ex-república soviética de Ucrania tendría una población cercana a los 50 millones de habitantes y estaría marcada por el estigma del enfrentamiento crónico entre las tendencias filo y fobio-rusas. Así, el segmento de población filorusa estaría formada por los rusohablantes del este y sur del país (incluida Crimea) que apoyarían al régimen oficialista de Yanukóvich, mientras que en el oeste y en el centro del país, dominarían los sentimientos nacionalistas prooccidentales, representados por la ex-Primer Ministra Timoshenko y el ex-Presidente Viktor Yushchenko, quienes consideran la ampliación de la permanencia de la base rusa de Sevastopol hasta el 2042 como “una traición a los intereses nacionales”.
Las agudización de las tensiones latentes entre el oficialismo filo-ruso de Yanukovich y la oposición filooccidental se desataron tras la decisión del gobierno ucraniano de “interrumpir los preparativos” de la firma de un acuerdo de asociación y libre comercio con la UE, convenio que tenía previsto firmarse en la reciente Cumbre de Vilna y que preveía la integración de Ucrania, Moldavia, Georgia y Ucrania según los acuerdos de la cumbre de Praga del 2009.
Dicha decisión estaría motivada según el primer ministro Nikolai Azarov por “motivos puramente económicos”, al tiempo que calificó de “limosna” los 1.000 millones de euros” que la UE ofreció a su país en un plazo de siete años así como “inaceptables” las condiciones exigidas por la UE ( liberación de la ex-primer ministra Yulia Timoshenko y reforma de la ley de la fiscalía y del sistema electoral).
Tras el giro copernicano de Yanukovich, la opositora Timoshenko habría iniciado una huelga de hambre en la cárcel y se estaría perfilando la reedición de la Revolución Naranja del 2004, plasmada en la masiva asamblea popular convocada por lo principales líderes de la oposición en la Plaza de la Independencia ( aniversario del referéndum de independencia de Ucrania de la URSS celebrado en 1991) y que habría congregado a cerca de medio millón de personas para exigir la dimisión del Presidente Yanukóvich y del Gobierno encabezado por Nikolai Azárov , por lo que siguiendo instrucciones de Putin, Yanukóvich procederá a la implementación del Estado de excepción con el objetivo inequívoco de descabezar la oposición al actual Gobierno filo-ruso, no siendo descartable la intervención de las tropas rusas estacionadas en Ucrania para aplastar la nueva Revolución Naranja ucraniana, (rememorando la fallida Primavera de Praga (1.968).
En una cumbre de la Comunidad de Estados Independientes (países postsoviéticos) celebrada en Minsk, Putin ya avisó a Ucrania que “tras la firma del tratado de Asociación Ucrania perderá sus barreras aduaneras y será invadida por productos occidentales. Ese desarme arancelario afectaría a Rusia, si Ucrania fuera también miembro de la Unión Aduanera y, resultaría muy peligroso e inaceptable«., instando asimismo a Kiev a sumarse a la Unión Aduanera, que incluye a Rusia, Bielorrusia y Kazajistán.
Tras el fallido intento de la adhesión de Ucrania a la tratado de Libre Comercio con la UE, subyacería la grave situación económica del Gobierno de Yanukóvich, plasmada en la necesidad urgente de la actualización del tejido productivo ucraniano a los estándares y requisitos técnicos europeos. ( estimada en unos 160.000 millones de dólares en un proceso que se prolongaría hasta 2017, con una inversión de 20 millones $ anuales dedicados en exclusiva a la actualización de los estándares).
Sin embargo, dicha empresa se antoja harto complicada tras el fallido intento de lograr del FMI el préstamo de los 830 millones de $ necesarios para lograr la transición de la economía ucraniana antes de su incorporación a la UE, (crédito que tendría como requisitos ineludibles la congelación de salarios y pensiones y la subida del precio del gas), medidas altamente impopulares en un país con una deuda cercana a los 136.000 millones $ y un preocupante estancamiento económico, a lo que se uniría la falta de garantías plenas para una posible integración de Ucrania como miembro de pleno derecho de la UE, (garantías que sin embargo tuvieron en su momento países como Polonia, Hungría, Bulgaria o Rumanía), así como el presunto rechazo de la opinión pública europea dicha plena integración.
Así, según el analista político William Engdahl en declaraciones a Rusia Today (RT), “ los ciudadanos europeos se sienten muy incómodos con la idea de que Ucrania se incorpore a la UE, pues la zona está en una crisis profunda debido a la bancarrota de Grecia, Portugal, Italia y otros países del sur y no tienen el dinero para hacer algo positivo para Ucrania”, vacío occidental que será aprovechado por Putin para implementar la estrategia kentiana del “palo y la zanahoria” expuesta por Sherman Kent en su libro “Inteligencia Estratégica para la Política Mundial Norteamericana” (1949).y así lograr doblegar la resistencia de la oposición al oficialismo gobernante en Ucrania.
Así, según el diario español El País, durante varios meses Rusia ha castigado a Ucrania restringiendo las importaciones metalúrgicas y de productos alimenticios y ha impuesto duras normas aduaneras y tras la negativa de Gazprom a rebajar las tarifas gasísticas vigentes desde el acuerdo ruso-ucraniano del 2009, habría conminado a Kiev a pagar una deuda de 882 millones de dólares por los suministros del mes de agosto, no siendo descartable una nueva reedición de la Guerra del Gas ruso-ucraniano de 2006 que tendrá como efectos colaterales importantes recortes de suministro en varios países de la UE, pues el gas ruso abastece en más de un 70% a países como los Países bálticos, Finlandia, Eslovaquia, Bulgaria, Grecia, Austria, Hungría y República Checa y que más del 80% del total del gas que la UE importa de Rusia pasa por Ucrania.
De otra parte, la zanahoria kentiana se plasmaría en la supuesta oferta por parte rusa de una ayuda económica por un importe de 20.000 millones $, de lo que se deduce que la conjunción de ambas opciones aunado con una brutal represión y descabezamiento de la oposición al régimen de Yanukóvich, logrará el sometimiento de la joya de la corona de Catalina la Grande (Ucrania) a las tesis del oficialismo ruso de Putin, episodio que será la primera de las sucesivas escaramuzas geopolíticas que se irán repitiendo tras el retorno al endemismo recurrente de la Guerra Fría entre Rusia y EEUU.
La rusodependencia energética europea
Uno los factores que más repercute en la dependencia energética de un país es la cantidad de petróleo y gas que debe importar para la industria y transporte, estando la media europea en el 52% y al ser Rusia el principal abastecedor de gas , petróleo y carbón de la UE ( con un 42%, 33% y 26% respectivamente), se deduce que la UE sufre de rusodependencia energética severa que le hace extremadamente vulnerable al chantaje energético de Putin.
Así, acuciada por la elevada dependencia energética (más del 50%), la alta volatilidad de los precios del gas y petróleo debido a factores geopolíticos desestabilizadores y la imperiosa necesidad de la garantía de un aprovisionamiento seguro de energía, la UE estableció una estrategia energética basada en los acuerdos preferenciales con Rusia y Argelia para el suministro de gas, en la utilización de obsoletas centrales nucleares en lugar de reactores atómicos de nueva generación EPR ( European Pressurized Water Reactor) y en el extraordinario impulso de las energías renovables (1º productor mundial), con el objetivo inequívoco de lograr el Autoabastecimiento energético y de recursos hídricos en el horizonte del 2.020.
Sin embargo, según Marie-Helene Fandel, analista del European Policy Centre, “la política energética de la UE adolece de una elevada dependencia del exterior debido a su escasez de recursos y su limitada capacidad de almacenamiento» lo que aunado con la incapacidad de los Veintisiete para desarrollar una verdadera política energética común, ralentizará todo el proceso y hará inviable la utopía de la Autodependencia energética europea en el horizonte del 2.020.
Así, el proyecto del gasoducto conocido como Nabucco West ,(proyectado por EEUU para transportar el gas azerí a Europa a través de Turquía, Bulgaria, Rumania y Hungría y así evitar el chantaje energético ruso), fracasó al haberse inclinado Turkmenistán, Uzbekistán y Kazajistán por el proyecto ruso del gasoducto South Stream y retirarse finalmente Azerbaiyán del proyecto en junio de 2013, siendo elegida la vía alternativa del gasoducto transadriático, (TAP, Trans Adriatic Pipeline), mediante el cual Azerbaiyán exportará su gas hacia Europa a través de Grecia, Albania e Italia pero que sólo puede transportar un tercio del proyecto Nabucco, por lo que no supone ninguna amenaza para los intereses de Rusia.
Por parte rusa, en el 2007 presentó el proyecto del gasoducto South Stream , gasoducto de 39.000 millones de dólares que recorre Rusia, Bulgaria, Serbia, Hungría, Eslovenia e Italia y que garantiza el suministro de gas ruso a la UE evitando el paso por la pro-occidental Ucrania tras la crisis del gas del invierno del 2.006 y los recortes de suministro producidos en incontables países de la UE.
Por último, la coalición de intereses ruso-alemanes ideó el proyecto Nord Stream que conectará Rusia con Alemania por el mar Báltico, con una capacidad máxima de transporte de 55.000 millones de metros cúbicos (bcm) de gas al año y con una vigencia de 50 años. Dicha ruta se estima vital para Alemania y los Países Nórdicos, declarado de “interés europeo” por el Parlamento Europeo y crucial para la geoestrategia energética rusa pues con dicha ruta se cerraría la pinza energética rusa al descartar a las Repúblicas Bálticas, Polonia y Ucrania como territorio de tránsito.
Rusia conseguiría así su doble objetivo geoestratégico de asegurar un flujo ininterrumpido de gas hacia Europa por dos vías alternativas,(lo que invalidaría las tesis de la ex-Secretaria de Estado de EEUU, Hillary Clinton de “querer estrangular la economía europea” así como convertir de paso en “islas energéticas” tanto a Ucrania como a las Repúblicas Bálticas, por lo que no sería descartable un posterior intento ruso de fagocitar a dichas ex-repúblicas soviéticas utilizando el chantaje energético para resquebrajar la unidad comunitaria, en la certeza de que tanto Alemania como Francia no dudarán en sacrificar a dichos países en aras de asegurar su abastecimiento energético.