Juanes y Miguel Bosé junto a Víctor Manuel ya están en Cuba. Luis Eduardo Aute y Olga Tañón también estarán en el concierto para insultar a los cubanos y a los que de verdad aman la libertad y la paz. Juanes, metido ahora a gestor del término “paz”, dice que lo que necesitamos es “un mensaje de paz”. Claro, que se lo digan al tal “Pánfilo” un hombre acusado de «peligrosidad social predelictiva» por denunciar en un documental que en Cuba hay hambre. No se pierdan el término (“peligrosidad social predelictiva”) que suena a totalitario. Al tipo lo han liberado, menos mal, y le van a mandar a un psiquiátrico para curarle su alcoholismo. En fin, ya lo dice el refrán: “los locos, borrachos y niños siempre dicen la verdad”.
Ahora espero que los entusiastas de la ignorancia no nos tachen de “fachorros”, derechones, capitalistas o amigos del exilio cubano. Nada más lejos y nada más simplista. Lo que va a ocurrir allí es un insulto a los hechos, a la realidad totalitaria y dictatorial que vive Cuba desde hace cincuenta años. Los gestos necesarios hoy son dar la espalda al régimen no asistiendo o marcarse un discurso por la libertad y la democracia en la mismísima Plaza de la Revolución denunciando la situación de la isla. No lo harán, para qué, no se vaya a sentir insultado el pobre Fidel y su hermano Raúl que sí que no pasan hambre. Si no hacen lo dicho simplemente asistiremos a un insulto más a la realidad cubana y a su pueblo, a parte del insulto al sentido común y a la verdad.
Estos artistas se unen al insulto por ejemplo del director Oliver Stone que ya ha hecho su película del dictador Hugo Chávez que persigue periodistas, coarta libertades y amenaza a medio mundo mientras tiene a los venezolanos pasando hambre y trabajos. La prosperidad venezolana ¿dónde está? si los ciudadanos quieren irse de allí porque el prepotente del dictador no deja vivir a nadie que discrepe con él. Me gustaría ver a más de un “intelectual de salón” pedir la ciudadanía cubana o venezolana e irse a vivir allí y discrepar a ver dónde terminan sus huesos.
Lo del concierto es una aberración, un insulto. Los artistas que pasan por Cuba a levantar los brazos del dictador se vuelven a sus países porque seguro no soportarían vivir en semejante estado de opresión. Irán cantarán, a por una paz que los cubanos no conocen y se volverán dejando en la mente de los cubanos una horitas de música sabrosa que será por unos días la banda sonora de su miseria sin fin.
Hoy es impopular criticar a los Castro y su dictadura, lo mismo pasa con Chávez. Me da igual, mi vanidad está más que satisfecha. Lo que no podemos hacer es dejar de llamar a las cosas por su nombre. Cuando caemos en la frivolización semántica de la realidad, es decir, cuando llamamos a lo malo bueno y a lo bueno malo, estamos a punto de saltar por los aires como sociedad. Y ya hemos llegado a ese punto por el camino de la relativización de todo, de la ausencia de referentes y de esa terrible mentira que dice que todas las opiniones son respetables. Si así fuera, si todas las opiniones son respetables, equipararíamos lo dicho por Gandhi o Hitler y, como son opiniones, respeto a ambos “aunque no lo compartamos” escogiendo, con la fasecita de marras, el camino de la cobardía que es preámbulo de nuestro desastre como sociedad.