Viejas pesadillas, de las que parecíamos haber despertado parecen removerse en el inconsciente colectivo español cuando observamos los manejos de los políticos que soliviantan al pueblo con leyes que recuerdan a la dictadura y caen sobre el país como ladrillos en las cabezas de todos moviendo a multitudes a tomar las calles tantas veces y en tanto número como no hemos visto desde los tiempos de la República. Y la reacción del gobierno- que no olvidemos, es nieto ideológico del franquismo- es convertir en un problema de orden público las respuestas de la ciudadanía harta de tanto desempleo, tanta corrupción, tan bajos salarios, tantas privatizaciones y tantas leyes que les niegan derechos básicos conseguidos con grandes sacrificios.
Ciudadanos de todas las edades y grupos sociales reclaman justicia de una vez por todas y protestan contra un gobierno deslegitimado por sus acciones, enfrentado a todos los sectores sociales menos al dominante. O sea: obispos, banqueros, y ricos corruptos -que aquí son legión- apoyados por unas cúpulas sindicales y políticas apoltronadas y calculadoras que juegan a nadar y guardar la ropa.
Tampoco nos conviene olvidar que los gobiernos conservadores extremistas tienen,por extraño que parezca, incondicionales que votan a piñón fijo a quienes luego les arruinan la vida. ¿Masoquismo, incultura, colonización mental, primitivismo, miedo? Uno se pregunta qué lleva a millones a elegir en las urnas a los que ya eligieron antes y quedaron desenmascarados como mentirosos y enemigos de su benestar. Me pregunto también si quienes votan gobiernos de corruptos y escuchan a quienes propagan sus ideas lo hacen porque ellos querrían ser ricos como ellos, aunque rechacen de entrada – y solo de entrada- el ser corruptos. Pero en este país parece que una cosa lleva fácilmente a la otra, y a más alta esfera social, más alta inmoralidad, corrupción y desvergÁ¼enza.
A la ignorancia crédula de esos españoles conservadores que votaron a sus semejantes ideológicos movidos por la aparente bonhomía de la derecha de toda la vida que utiliza el lenguaje y la practica de la derecha de toda la vida, -aunque están siendo tan engañados como toda la vida- se añade que nos hallamos en un momento extremadamente delicado por la deriva internacional del neoliberalismo depredador al que sirve este gobierno a ojos cerrados. Asi las cosas, ¿será capaz el movimiento ciudadano de imponer pacificamente cambios profundos y un nuevo sistema de democracia participativa donde se tomen en consideración las demandas ciudadanas hoy reprimidas o ignoradas con violencia y silencioso desprecio?
De momento, nos hallamos ante un gobierno definitivamente puesto contra las cuerdas por la banca alemana, los banqueros nacionales y el FMI, dando una rotunda sensación de que no sabe estar a la altura de las circunstancias para defender al país que le ha elegido y le mantiene, en vez de arruinarlo a diario y vergonzosamente con medidas tan draconianas como inútiles, pues ha sido sobrepasado por dos circunstancias al menos: una prima de riesgo que pende como espada de Damocles, de la que son culpables los banqueros y empresarios endeudados que pretenden convertir su deuda privada en deuda nacional, y los millones de ciudadanos situados enfrente y en la calle que no aceptan ser el chivo expiatorio de especuladores sin conciencia. El asunto es especialmente grave cuando no está bastando empobrecer al pueblo hasta niveles desconocidos en más de medio siglo, y no cesan los recortes y destrucciones de empleos y bienestar argumentando que es para crecer, lo que ya es cinismo.
¿Cuál es la solución? El gobierno no la tiene, pero tampoco esta falsa oposición. Como siempre, la tiene el pueblo. Y no solo el pueblo español, sino el portugués, el francés, el italiano, porque todos los pueblos estamos sufriendo el mismo acoso hasta la asfixia, y las reacciones pueden ser imprevisibles. Muchas son las soluciones emanadas de los movimientos populares, pero el gobierno – y lo mismo la oposición oficial- las desprecian y no las convierten en programa alternativo, porque tanto a unos como a otros, en el fondo, les dan miedo los movimientos populares por si los tiran de sus sillones o les piden cuentas. Siempre pasa lo mismo: todo para el pueblo (dicen para engañarlo) pero el pueblo cuanto más lejos mejor. Sigue el absolutismo, el eterno retorno del día de la marmota. Hasta que… cambiemos de punto de vista sobre el mundo en número suficiente y asumamos que los cambios han de comenzar en la consciencia de cada cual antes que en las urnas.
No es que uno crea que las soluciones sean sencillas, porque lo que sucede es de tal envergadura que sobrepasa las opciones entre monarquía o república, entre derecha o izquierda, todo ese equipaje histórico cada vez más evidentemente obsoleto. Lo que sucede es que nos encontramos ante un frente inmoral organizado para el mismo fin aunque disperso, para apoderarse de los bienes del mundo, arrasar los derechos humanos y divinos y someter las conciencias. A semejante frente solo se le puede oponer una masa crítica de seres humanos libres del hipnotismo del Sistema y dotados de una conciencia ética y espiritual capaz detener esta barbarie neo feudal y sentar las bases de una nueva sociedad cooperativa y no competitiva, participativa en lo político, amante de la justicia y donde cada persona sea partidaria de algo tan sencillo como hacer a otros el bien que se quiere para sí, y no hacer a otro el mal que no se desea a sí misma. Algo tan sencillo, sin embargo, exige una buena preparación. Si las presentes movilizaciones son un punto de partida para ello, benditas sean, pero si pasa como siempre porque no se aprende de la Historia ni de los propios fracasos personales, no llegaremos ya a estar como siempre tras una crisis, sino mucho peor, y con el agravante de que el tiempo juega en contra nuestra.