Los hijos no se devuelven
Un hijo lo es para toda la vida. Tenga un año, 15 ó 35. Cuando una pareja decide ser padres, lo serán para siempre. Y también son para siempre los hijos adoptados. “La adopción es irrevocable”, dice el artículo del Código Civil español, por ejemplo. Sin embargo, en los últimos años se está produciendo un ascenso en el número de hijos adoptados que son devueltos a las Administraciones. En los últimos diez años, 72 niños adoptados en Cataluña han sido abandonados. Es sólo un ejemplo, pero debería hacer sonar las alarmas.
La decisión de tener un hijo ha de ser una acción bien pensada. Tanto si es un hijo natural, como si lo adoptamos. Ningún hijo, además, viene acompañado de un “manual de instrucciones” para ser padre, para educarle, para que estudie, para que se porte bien y sea un buen hombre o mujer. Los padres tratan de hacerlo lo mejor que pueden. Aprenden con el “ensayo y error” y recuerdan lo que decía su madre o su padre. Nos hemos alejado del modelo del castigo y la firmeza para educar a los hijos y se ha pasado a un modelo de diálogo y comprensión. La mayoría de las familias acaban superando los problemas cuando se mantienen unidas, sin dejar a uno de sus miembros por el camino.
La paternidad es un ejercicio de responsabilidad que supone grandes sacrificios. También ser padre o madre trae grandes alegrías. Sin embargo, no todo el mundo está preparado para dar ese paso. La realidad es que tampoco tiene uno que darlo por presiones familiares y/o sociales.
Si es una gran responsabilidad ser padre, más ser padres adoptivos. Los niños en adopción han sufrido abandono y falta de cariño. Son niños vulnerables y con malas experiencias familiares. Además, según crezcan tendrán algunos problemas específicos: conocer sus verdaderas raíces, su historia… Y más si los niños son extranjeros. Pues se preguntarán por su país de nacimiento y se sentirán diferentes. Los expertos explican que las adopciones tienen un peligro de “devolución” más alto cuando los niños crecen y pasan a ser adolescentes. Es una edad donde surge la rebeldía, quieren encontrarse a sí mismos… Es una etapa difícil de la vida. Pero en nada ayuda, y muy malos padres seríamos si les dejamos en la estacada y los devolviéramos. Los padres naturales no lo hacen, salvo casos muy extremos de maltrato y otras experiencias graves, la mayoría de los padres adoptivos tampoco. Pero últimamente las alarmas suenan en países como España, donde en diez años el número de adopciones ha aumentado y muchos de esos niños son ahora ya adolescentes. Por ejemplo, en Madrid, hace un año había 25 niños adoptados en centros de protección de menores y el 68% de ellos estaba allí por problemas con sus familias. En el caso de los niños biológicos, menos del 21% estaba en un centro de menores por esa causa.
Las asociaciones de padres de niños adoptados, como CORA, explican que los padres en muchos momentos se sienten solos y que la formación previa a los familiares del niño adoptado no es la suficiente. Psicólogos expertos como Ana Berasategui, de la Universidad de Comillas, explicaba hace unos días a un diario español que “hay una visión demasiado positiva y naif de las adopciones, y la crianza de un hijos adoptados es más difícil porque vienen con una historia de riesgo detrás”.
Demos más formación a los padres adoptivos, ayudémosles en los momentos más difíciles de la crianza, endurézcanse las leyes de adopción… Algo falla si encontramos la solución por no saber cómo criar a nuestro hijo o por las dificultades que suponga ser padre, en la devolución del niño para quedarnos tranquilos.
Ana Muñoz Álvarez
Periodista